Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 56 “Nuevo cuartel improvisado”

Pasa la noche sin nada de novedades; como dictaminó Ricardo el día anterior, Fiorello y Akuris duermen en cuartos separados. Ella ha preferido dormir sola, sin nada de compañía; por otro lado, Evangelos ayudó en las rondas nocturnas, junto a Yev-Lirn y Abihu.

A la mañana siguiente, temprano (ocho y treinta de la mañana),  los ayudantes y guardianes sagrados están listos para seguir con las investigaciones; pero Francisco los reúne en una de las suites, diciéndoles que tiene novedades importantes.

—Compañeros, tengo malas y buenas noticias —dice Francisco seriamente.

—Primero las buenas, para que las malas no sean tan pesadas —dice Desmond; la mayoría apoya esa opción.

—Las buenas noticias, es que la Unión Europea le ha suplicado a los terroristas Enh-raiff más tiempo para juntar el dinero; ellos han aceptado, dándoles otro día completo. Tenemos tres días para encontrar a esos terroristas y esas muestras de virus.

—¿Cuál es la mala noticia? —inquiere Enmaru.

El comandante Francisco toma una profunda respiración antes de contestar.

—Infortunadamente… nos hemos quedado solos. El presidente de México ha decidido suspenderme de mi puesto por tiempo indefinido; todos mis hombres regresan a suelo patrio —revela el comandante un tanto triste.

—Esa sería una buena novedad; así no tendríamos que preocuparnos por proteger a más mortales casi indefensos. Nos ayudaríamos mejor entre nosotros —opina Akaud seriamente.

—El problema mayor, es que de verdad nos hemos quedado solos; ni el presidente de Pemetoe ni el presidente de México seguirán financiando esta misión, la cual ha dejado de ser secreta. La ciudad de Quekea ha estado difundiendo información, acerca de nuestra fallida operación de espionaje; en todo Jedram y resto del mundo —revela Francisco en tono decepcionado.

—El comandante supremo nos ha permitido seguir con esta misión y acompañarlos, a mi compadre y a mí, pero todos los gastos los tendremos que solventar por nuestra propia cuenta. La verdad, no es ninguna sorpresa —dice el doctor Friedrich, molesto y recordando viejos tiempos.

—Eso no sería problema. El capo puede crear más que una fortuna de la nada, o yo podría conseguir más dinero —comenta Fiorello en voz alta.

—Preferiría que no lo hicieras; ahora la situación es diferente. No pienso falsificar más dinero —aclara Ricardo muy seriamente.

—Hay que pensar rápido en una solución. Tenemos que desocupar las habitaciones al mismo tiempo que los efectivos de la FESEDERM; ellos irán al aeropuerto y nosotros a otro lado —informa Francisco con seriedad.

—Aún nos queda algo de dinero, pero no será suficiente para otro día entero —comenta Nhómn Beleg un tanto preocupado, refiriéndose a él y a Lindalë.

Todos empiezan a meditar en un plan de emergencia, hasta que Ariadna tiene la respuesta.

—Oigan, ¿qué tal si le pedimos ayuda a la líder dingo Alexandra? —propone ella.

—Es muy probable que nos devuelva el favor; todavía estamos ayudándole —complementa Lindalë.

Haciendo caso del consejo, Ricardo toma su teléfono celular y le marca a la jefa de los leales dingos roñosos; algo curioso que nota el protector, es que acaban de depositar una recarga al celular. La alfa dingo no tarda en contestar.

—Hola David Ricardo, estaba esperando tu llamada. Me acabo de enterar de que están varados en Arvtess, ¿no es cierto? —dice Alexandra tranquilamente al otro lado de la línea.

—Así es, los presidentes nos acaban de dejar por nuestra cuenta y no tenemos dinero —responde el protector del universo.

—Y, ¿todavía planeas rastrear a los terroristas africanos para recuperar los virus? —inquiere Alexa seriamente.

Ricardo se queda callado por un segundo.

—Sí. Todavía la misión continúa, aunque no sea tan secreta —responde David con seguridad.

—Muy bien. Te puedo ofrecer un lugar especial. No es una gran ciudad; es un pueblito cerca de una playa, ubicado en el país vecino: Tifpé. Está a pocos minutos de los límites con Pemetoe. El pueblo se llama San Julián Segundo; un lugar pintoresco. Dirígete al hotel «Las golondrinas»; un hotel dos estrellas. Ahí conocerás a Saldaña; aunque es mejor que preguntes por él como «el pollero». Todos en el hotel y en la mayoría del pueblo lo conocen por ese sobrenombre —explica Alexandra detalladamente. 

—¿El pollero? ¿Trafica con personas indocumentadas o con mujeres? —inquiere Ricardo, un tanto sorprendido.

—Nooo. Jajajajaja. Todos lo conocen como «el pollero», porque también es dueño de una pollería en la esquina de su hotel; ahí tiene su pequeña granja de pollos —explica Alexandra después de una breve risa; termina la conversación con otras indicaciones—. Cuando lo conozcas dile que vas de parte de la alfa dingo Alexandra; él te dará las habitaciones que necesites. De la comida ya luego te diré los lugares que frecuento. También puedo ayudarte con algunos de mis muchachos, especialmente con mi «mano derecha» Ócnum Antonio.

—Uhmmnn… No creo que sea necesario; también tengo a un hacker experto; posiblemente dos —menciona Ricardo un poco pensativo, volteando con Nhómn y Friedrich.

—Perfecto. Entonces, cuando tus hackers puedan conectarse a la red global, avisame, para que mis otros contactos les ayuden. El hotel del «pollero» tiene muy buena señal de internet. Estaremos en contacto, Ricardo. Hasta luego —dice la líder Alexandra para luego colgar.




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