Lugar: Limites de la ciudad de Alepo, Gobernación de Alepo, Siria.
Acontecimiento: Ataque por parte del Estado Islámico de Irak y el Frente Al-Nusra.
Ocho forasteros llegan a una ciudad en en medio de un semi-desierto, son las siete de la mañana y la mayoría de la ciudad sigue dormida.
Para saber por dónde vendrán las amenazas, Yev-Lirn se eleva a miles de metros en el aire y da una oteada a los alrededores; pronto se percata de un gran ejército que se aproximan desde una sola dirección, pero aún están a muchos kilómetros de distancia; todos transportados en camionetas, aparte de unos cuantos vehículos pesados: camiones con lanzacohetes múltiples integrados y tanques.
Segundos después y a la misma distancia aparecen varios portales en el cielo, por donde empiezan a salir diferentes tipos de entes inferiores; de luz y de oscuridad.
«¡Ya están aquí!», les grita mentalmente el arcángel a sus compañeros.
En esos momentos, Nhómn recibe un mensaje por su celular; el sabio lo lee, gritándoles a sus compañeros.
—¡Manténganse juntos! ¡Manténganse juntos!
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —inquiere nervioso Akaud.
—Llegan los refuerzos —dice Nhómn, señalando una caravana de vehículos militares que se acercan de entre las calles de la ciudad.
Debido a que no quiere ser traductor todo el tiempo, aparte de que le ha tocado la suerte de ser el único integrante que habla y entiende el idioma local, Yev-Lirn usa sus habilidades, regalándoles parte de sus conocimientos a sus siete compañeros; en un instante, los siete guerreros ya pueden comunicarse con los habitantes locales.
El primer vehículo en llegar es una camioneta blindada; un civil armado con un fusil de asalto y con solamente chaleco antibalas desciende de la unidad, reuniéndose aprisa con el grupo.
—¿Ustedes son los guerreros que envía la líder dingo alfa Alexandra de la ciudad de Arvtess del continente Jedram? —les pregunta el hombre.
—Sí —responde Cathal, sorprendido.
—¿Incluyendo ese ente inferior? —inquiere el desconocido, señalando a Yev-Lirn.
Todos se asombran, porque se supone que el arcángel es invisible al ojo mortal.
—Sí, también lo es —responde Cathal, todavía asombrado.
—Soy el jefe de liberación de esta zona; tenemos lentes y audífonos especiales para detectar a los entes inferiores. La alfa rebelde Alexandra nos pidió ayudarles. ¿Quién es el líder y cuál va a ser la táctica? —inquiere el jefe del equipo especial.
Inmediatamente Albert Cathal toma el liderato y separa a su equipo en tres parejas; Lindalë y el campeón divino tendrán que luchar por separado; luego, el jefe del grupo de liberación asigna una parte de su ejército a cada una de esas tres parejas y a los otros dos aliados: Lindalë y Akaud.
La primera tarea es proteger a los civiles indefensos, aunque en realidad solo tienen segundos para hacerlo. Akaud decide ayudar un tanto más, impregnando con parte de sus propias energías las municiones del ejército mortal aliado, para que así puedan dañar a las dos clases de entes inferiores.
Lugar: Límites de la ciudad de Arvtess, Pemetoe, Jedram.
Acontecimiento: Ataque por parte del grupo terrorista Enh-raiff.
Ricardo y compañía llegan a los límites de la ciudad en medio del desierto. Fiorello es quien sube a los cielos, dando un vistazo a los alrededores; prácticamente están rodeados, porque toda clase de vehículos ligeros están llegando de todos lados, igualmente a varios kilómetros de distancia.
—¡Cazzo! ¡Ya están sobre nosotros! —exclama Fiorello, bajando aprisa con los demás.
—¡Me lleva! ¡Sigue sin contestar! —expresa Ricardo muy molesto. Ha intentado nuevamente llamarle a Alexandra con su celular; luego, guarda su teléfono y comienza con las indicaciones—. ¡Acérquense lo más posible! ¡Rápido!
Los seis compañeros así lo hacen. Ricardo se empieza a concentrar en sus poderes de protector, para luego extender sus manos hacia sus ayudantes y consejeros; momentos después, una espesa neblina azulosa claro se introduce en los cuerpos de ellos por sus narices y bocas. Todo ocurre demasiado rápido, sin darles la oportunidad de reaccionar de algún modo. Todos miran sus manos, descubriendo que de ellas emana una neblina demasiado densa, similar a la del hielo seco y a la que brota de los ojos de Ricardo.
—¿Nos… ¿Nos has bendecido? ¿Cómo? —inquiere Abihu muy asombrado.
—Solo seguí tus indicaciones. Ahora ya pueden dañar a seres de luz y de oscuridad por igual; no quiero arriesgarme —manifiesta Ricardo, esbozando una sonrisa; luego, empieza a dar las órdenes—. Francisco, ve a la guarida principal de Alexandra y protegela; que Friedrich te acompañe. Los demás, lleven a los habitantes a un lugar seguro, de preferencia al centro de la ciudad; yo voy a enfrentarme a los primeros invasores.
Inmediatamente, Ricardo emprende la veloz carrera para enfrentarse a los terroristas que se acercan.
Por su parte Ariadna y Ricardito tratan de advertirles a los habitantes acerca del peligro que se acerca, pero ellos no quieren hacer caso; los únicos que pueden hacer el trabajo son Fiorello y Evangelos, quienes obligan a los habitantes moverse hacia un hotel del centro; los sujetan y elevan por los cielos, exactamente a como lo hicieron con los lugareños de la prefectura de Chiba, Japón, cuando los salvaron del kerklu que derrotó David.