Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Epílogo

Esto ocurrió poco después de que Albert Cathal llegara a Rómgednar.

 

Universo: Rómgednar.

Planeta: Pérsua Ifpabe.

Lugar: Grutas de Élvepin, reino forestal Drebneli.

 

En medio de una enorme gruta, ubicada a los pies de una montaña y lago en medio del gran bosque Drebneli, territorio controlado por un fiero ejército de aptivs y ughsóms, dos mujeres se despiertan luego de un sueño largo.

—¿Don… dónde estoy? —se pregunta una chica, levantándose y sobándose la cabeza.

Ella tiene cabello largo color negro con múltiples rayos color pelirrojo zanahoria; sus ojos son del tipo caídos y de color castaños. Al parecer tiene diecinueve años. Usa ropas gitanas, aunque están desgarradas: un vestido con escote de hombros caídos y larga falda. Tiene varios accesorios de metal y de cuero en sus brazos, aparte de una diadema de madera en la cabeza.

La joven voltea alrededor, descubriendo que se encuentra en lo profundo de una caverna; increíblemente, hay varias esferas flotantes que alumbran el lugar con una luz blanca, en especial las estalactitas y estalagmitas que crecen alrededor. Cerca hay un lago subterráneo; el agua es azul, la cual contrasta con las paredes café claro.

Al dar otro vistazo, descubre que hay otra joven cerca de ella, quien también empieza a despertarse; cuando la otra chica se despabila completamente, ambas intercambian miradas.

Esa compañera desconocida también tiene el pelo largo, aunque ondulado y de color pelirrojo cobrizo; algo curioso, es que varios centímetros de las puntas de todos sus cabellos cambian a un color celeste claro. Sus ojos redondos son de color azul marino. Es más joven: catorce años de edad.

—¿Quién eres tú? ¿Nos conocemos? —le pregunta la chica mayor a la muchacha.

—No sé. Ni siquiera sé quién soy —dice la jovencita al tanto que se levanta.

—Qué extraño. Yo tampoco sé quién soy —menciona la otra chica, igualmente parándose, notando inmediatamente un detalle—; pero tienes un vestido parecido al mío, eso debe significar que somos amigas o familiares —supone ella, señalando el vestido romaní con escote redondo de su acompañante, igualmente rasgado en ciertos lugares.

—En realidad son hermanas —dice la voz de una mujer atrás de las desconocidas.

Las dos familiares voltean, descubriendo que se acerca una mujer adulta, vistiendo un par de túnicas blancas. Su cabello es largo, ondulado y de color negro; sus ojos son luminosos y de un color azul claro. En sus manos hay cicatrices del mismo color.

—Yo soy Marlene. Tu nombre es Naliek —dice la átbermin de cuarenta años señalando a la joven de diecinueve primaveras, para luego dirigirse con la muchacha—. El tuyo es Luzr. Ambas son hermanas.

—Pero, ¿cómo es que sabe eso? —inquiere Naliek, todavía confundida.

—¿Sabe quiénes son nuestros padres o dónde vivimos? —pregunta Luzr, deseando saber más de su vida que ha olvidado.

—Lo lamento, pero no puedo decirles esos detalles. Solo les puedo decir que tienen un propósito importante en este universo, pero por causas mayores no podrán actuar ahora —dice la epsuólhimf seriamente.

—¿Otro universo? ¿Venimos de otro mundo? —pregunta Naliek, perpleja.

—Después les podré decir más de su pasado, pero no todo; tengo prohibido hablar de más. Un ser muy especial me acaba de pedir un favor, por lo que voy a entrenarlas por un largo tiempo. Fuertes amenazas llegarán en el futuro y ustedes dos tienen que detenerlas, mientras que otros se encargan de un mal que apenas está floreciendo en este planeta. Vamos afuera unos momentos; antes que nada tienen que comer y cambiarse de ropas —dice Marlene, adelantándose.

Naliek y Luzr siguen a su nueva maestra; todavía tienen muchas dudas en sus cabezas y esperan que ella pueda responderlas. 

 

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Planeta: Pérsua Ifpabe.

Lugar: Cercanías del reino principal de Línnphur (reino de ótbermins y faipfems).

 

Un portal se abre, emergiendo del mismo cinco personas y un bebé; una vez que están a salvo, cierran el portal.

—Por poco y nos atrapan —dice el enano Burka, empuñando su gran hacha de batalla.

—¡¿Pero qué clase de demonios eran esos?! —inquiere el enano Rustam muy nervioso, igualmente preparado con sus dos martillos de guerra.

—Por fortuna hemos llegado a este universo. Esa voz omnipresente dijo que aquí estaremos más seguros —dice la reina Miriam Tanit, quien tiene cabello corto (hasta los hombros), alborotado y pelirrojo. Sus ojos son color miel.

—¡Diantres del infierno! ¡Esas creaturas desalmadas de seguro destruirán todo el reino de Ohssem! ¡Maldita sea! —vocifera el rey Jean Raimond, furioso, sosteniendo su báculo mágico con una mano. Él tiene cabello chino, corto y color rubio oscuro. Debajo de unas cejas delgadas, se encuentran un par de ojos color gris oscuro.

Hay otro enano entre el grupo; él es quien carga con el pequeño bebé que no para de llorar.




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