La gallina negra (La poule noire) -también conocido por su nombre en inglés: Black Pullet- es un libro prohibido escrito a finales del siglo XVIII por un oficial francés que sirvió en las guerras napoleónicas. Su nombre continúa siendo un misterio. La gallina negra aborda tres variantes fundamentales del ocultismo: los anillos, los talismanes, y la invocación de vampiros.
El libro comienza imprevistamente como una pieza narrativa. Allí se relata la historia de un soldado francés durante la ocupación de Egipto. Su pelotón es emboscado y diezmado por una partida de beduinos. Nuestro protagonista se las arregla para escapar, y se convierte en el único sobreviviente de aquella escaramuza. Ya escondido en la región de Gizeh, el soldado entra en contacto con un anciano turco que lo lleva al interior de una cámara secreta bajo las pirámides; justo en el sitio en el que, años después, H.P. Lovecraft ubicaría la posición de una cámara oculta en el relato de terror: Bajo las pirámides (Under the Piramyds), compuesto originalmente para Harry Houdini. En las entrañas de esa mole piramidal el soldado descubre los restos de la Gran Biblioteca de Ptolomeo.
Hasta aquí, La gallina negra es una pieza de ficción, interesante pero endeble. No obstante, el libro maldito pronto realiza un giro inesperado. Poco a poco abandona su naturaleza narrativa y se transforma en un grimorio que informa sobre los secretos para fabricar anillos mágicos y talismanes con propiedades sobrenaturales. La gallina negra ofrece extrañas fórmulas para confeccionar anillos que vuelven invisible a su portador, algo seguramente alarmaría a J.R.R. Tolkien; talismanes que enamoran a la mujer más indiferente y otros que vuelven fértiles incluso a los muertos. Estas son las maravillas que propone el libro.
Pero La gallina negra esconde un secreto todavía mayor, y que lo relaciona directamente con los vampiros. Desde ya, no se trata de una invocación común y corriente, ni su invocado es un prolijo vampiro victoriano. La gallina negra brinda un ritual de invocación para absorber un vampiro de los vórtices del plano astral y forzarlo a que nos obedezca.
Se debe trazar una serie de signos sobre pedazo de seda negra, y luego pegarlo sobre la superficie de una moneda de cobre, o bien sobre un objeto de cobre que reproduzca la forma de una moneda. La operación, anuncia La gallina negra, debe realizarce un sábado antes del amanecer. Una vez terminado debemos leer en voz alta los extraños símbolos que acabamos de imprimir:
NADES, SURADIS, MANINER.
Si creemos en los ritos mordaces de La gallina negra -algo de lo que adolescemos a causa de una naturaleza bucólica-, y la confección del talismán ha sido correcta, veremos que de un vapor espeso, lechoso, emergerá el representante de una raza de vampiros de las arenas inmemoriales: el Afrit; una criatura incorpórea pero diligente. Una vez que el vampiro haya adquirido cierta consistencia deberemos interpelarlo de la siguiente forma:
SADER, PROSTAS, SOLASTER.
A partir de entonces -promete La gallina negra- el vampiro estará obligado a torcer el corazón y los deseos de cualquier persona que el oficiante le indique. Aquellos que duden sobre su entereza en presencia de un vampiro real, el libro también nos ofrece una fórmula para deshacer el rito. En casos de arrepentimientos culposos, se debe decir:
MAMMES, LAHER.
Hay quienes han ido todavía más lejos, como Jack Methodier, el primer editor pirata de La gallina negra, quien realizó todos los pasos anteriormente descritos y luego narró su experiencia en el prólogo de la segunda edición. Methodier sostiene haber visto la aparición de un vampiro horripilante, una entidad negra de facciones deformadas, yuxtapuestas, envuelto por sus propias alas tenebrosas. El vampiro no sólo se sometió a los deseos lascivos de Methodier, proporcionándole el favor de mujeres hermosas, sino que profetizó el día y la hora de su muerte; fecha que se cumplió rigurosamente el 15 de mayo de 1812, día en el que Methodier se suicidó bebiendo una dosis letal de láudano.