Licántropo

Berlatroxis

     Lang caminó por el bosque con paso decidido hasta llegar a una pequeña colina, camuflada por el denso follaje de las plantas, donde halló la cueva descrita por Liukan, e ingresó a ella con el mayor de los sigilos, la oscuridad era absoluta, «ruego a los dioses para ningún sacerdote de El Caído te haya encontrado primero», pensó, mientras posaba su mano izquierda sobre su pecho– es tu momento, viejo amigo –de inmediato su brazalete izquierdo emitió una luz pálida y vibrante, dando paso a la emisión del humo y por consiguiente al brusco movimiento del tatuaje del ciervo, que con sus astas rompió la piel del pecho de su contenedor, saltando con brusquedad hacia adelante y lanzando a Lang contra el suelo; el enorme ciervo trotaba en círculo, alegre, y se acercó a Lang en posición sumisa, éste lo acarició con ternura– mi viejo Jackie, una aventura más, ¿qué me dices? –el ciervo asintió, caminando luego hacia el interior de la cueva, Lang lo seguía varios pasos atrás, cruzando incompletamente sus brazos y concentrando su poder en el pecho ya sano, del que surgía una onda blanquecina de energía que cubría a los dos en su totalidad, pronunciando luego, vez tras vez, tan rápido como le resultaba posible:

 

Inexpugnable es mi convicción e      inquebrantable mi resolución,

mis manos no herirán ser alguno ni ser alguno podrá herirme a mí.

 

     La energía producía la suficiente luz para iluminar el interior de la caverna varios metros adelante–, «romper la oscuridad de su refugio debería inquietarlo, viejo Jack, aparecerá frente a ti con actitud hostil, sabes lo que debes hacer», le comunicaba Lang, mentalmente, mientras continuaba recitando las palabras. Jackie se detuvo de súbito y, desde la omnímoda oscuridad, un vigoroso gruñido los puso en alerta, y una peluda y gigantesca mano, armada con garras tan largas como espadas, sirvió de antesala para la aparición de la colosal criatura de casi tres metros de altura, similar a un oso grizzli, con resolución asesina en sus ojos rojos y brillantes, de cuya cabeza sobresalían dos enormes cuernos de cabro expandidos hacia atrás; la bestia se abalanzó con toda su brutalidad hacia los dos intrusos, y Lang pronunció con voz serena e ininterrumpida:

 

Ante los ojos del ciervo el ser hostil cesará, quien no obre con paz, paso ninguno dará.

 

     El berlatroxis frenó en seco y la furia de su rugido retumbó en los oídos de los dos intrusos, aunque Jackie permanecía impasible frente a las poderosas agitaciones de la bestia, ésta, con una fiereza implacable, consiguió dar un paso hacia adelante, ocasionando que las patas delanteras del ciervo se flexionasen, «¡Sé fuerte, mi amigo, es tan duro como creía!», le comunicó Lang, con un destello de excitación en su mirada, pero sus rodillas también se flexionaron y la enorme criatura se abalanzó sobre Jackie, quien esquivó con agilidad lo zarpazos y los mordiscos; Lang, poniéndose de pie, continuó recitando las palabras, consiguiendo frenar, en lo que significaron exiguos segundos de calma, los arrebatos de violencia de la bestia, que continuó imparable, logrando acertar uno de sus mordiscos sobre el cuello de Jackie, agitándolo con brutalidad y estrellándolo luego contra la rocosa pared, «¡llevaba años privado de tanta diversión, los berlatroxis son formidables!», pensó Lang, con euforia; Jackie, entre tanto, surgió del agujero causado por el impacto, apenas si había sufrido algunas heridas, y su cornamenta comenzó a emitir un resplandor azuloso, se abalanzó velozmente hacia la bestia, incrustándole las astas en el pecho, «¡resistan, los dos!», exhortó Lang, acercándose a ellos, su caminar era paciente y su voz se esparcía en cada rincón de la cueva.

 

Que la palma de mi mano cese tu iracundia, que los ojos de quien habla escudriñen en tu alma, que las astas del ciervo purifiquen tu ser.

 

     La furia del berlatroxis cedía de a poco, siendo finalmente apaciguada, Lang entonces puso su mano sobre la parte inferior del cuello de la bestia, la miró con firmeza y permaneció así durante minutos, ya en absoluto silencio…– es momento de liberarlo, Jackie –pronunció con suavidad, el ciervo entonces desincrustó su cornamenta y un chorro de sangre cayó sobre ellos– ya no sufres las turbaciones de tu primera transformación, ahora, mírame, bestia –la monstruosa cabeza se inclinó hacia la voz que le hablaba, sus ojos ya no rojos, sino que ahora teñidos de un azul tan cálido y puro como un cielo sin nubes, se fijaron a los de Lang, que lo observa con sosiego y, mediante pequeños pasos, el berlatroxis comenzó a desplazarse hacia ellos, con su cuerpo achicándose lentamente, dejando atrás la figura bestial y dando paso a la aparición de un desnudo hombre alto y delgado, cuya enmarañada barba ocultaba la mitad de su rostro, cayendo a los brazos de Lang– ayúdame –susurró– estás a salvo –dijo Lang– te llevaremos a un lugar seguro –subió el hombre al lomo de Jackie y salieron de la cueva, rumbo a los soldados que los esperaban.

 

     El atardecer se aproximaba cuando vieron surgir desde el follaje a una criatura luminosa, de largas aspas y majestuoso semblante, que llevaba consigo a un desgarbado hombre, a su lado caminaba Xiu Lang, Liukan corrió a su encuentro, lamiéndolos a ambos, Lang reía, Jackie, en su lenguaje animal, no disimulaba su aversión a manifestaciones de cariño tal.

 



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En el texto hay: accion, hombrelobo, criaturas inventadas

Editado: 01.05.2020

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