Licántropo

Maestro

     Recorría el bosque dejando tras de sí plantas destrozadas y enormes huellas incrustadas entre la nieve, el café amarillezco de su pelaje se traducía en una mancha ocre que provocaba el despavorido escape de liebres, temerosos saltos de alces, desconfiados aullidos de lobos y poderosos bramidos de osos; cuando Thiara volvió en sí reconoció el familiar hedor lobuno de su maestro, la brisa del aire aguijoneaba su rostro y el sonido del galopar la regocijaba, aunque débil, permaneció consciente.

 

     - Lo hice, maestro –murmulló, satisfecha.

 

     - No sólo lo hiciste, Thiara, llevaste tus capacidades al límite –respondió, tras cesar su marcha–, fuerte fue tu resolución, mas cometiste un descuido, olvidaste medir tus capacidades y subestimaste el poder de aquel a quien invocaste. El ansia por conseguir tu objetivo provocó una abertura que permitió el paso de algo más grande de lo que podías manejar, es fundamental para cuando te encuentres en batalla, nunca permitas que el temor o que la gravedad de la situación te dominen, cosas terribles pasarían.

 

     Sentados bajo la sombra de un viejo roble, consumieron sus alimentos con paciencia; la piel blanquecina de Thiara lucía opaca y pulcra, de un naranja, sinuoso y alborotado cabello, grandes y vivos ojos azules que refulgían bajo sus delgadas cejas, de desapercibida nariz y carnudos labios, llevaba ligeros atavíos, los suficientes para cubrir con el pudor conveniente las lascivas formas de su busto y caderas, dejando en libertad el plano abdomen y las esbeltas piernas, donde resaltaban tribales tatuajes, representantes del mundo espiritual; en sus muñecas llevaba brillantes manillas y de sus orejas colgaban dos plateadas plumas de águila, mientras que tres franjas verdes en la mejilla derecha, brindaban a su rostro una denodada apariencia.

 

     - Cuando logres abrir la brecha que separa nuestro mundo del mundo espiritual, te declararé lista para la batalla, Thiara.

 

     - ¿Yo, lista? –no realizó ningún esfuerzo en ocultar su asombro–, debo trabajar en mis habilidades, maestro, la batalla sería un suicidio.

 

     - Tus habilidades físicas y espirituales son suficientes y conseguiste invocar a un espíritu sólido, estás lista para misiones de bajo y medio nivel, mis días como tu maestro terminarán pronto –dio un sorbo al licor que trajo consigo y luego observó a Thiara, quien estaba recostada sobre las pieles de oso, los tibios rayos del sol caían sobre su piel descubierta; con la mirada recorrió el cuerpo de la que había sido su aprendiz desde niña y observó luego su ligero rostro, mas en sus ojos no existía el deseo sexual, pues la amaba como un padre ama a su hija– no debiste indagar por su nombre, Thiara, no lo hagas nunca a menos que tengas control sobre ellos, te lo he dicho incontables veces.

 

     - Ofrezco mis disculpas, Sir Maluón, fui dominada por los nervios.

 

     - De no haber estado allí… –su expresión se tornó sombría– pudiste haber quedado atrapada en el mundo espiritual, incluso haber muerto, nunca olvides los ritos que has aprendido ni pierdas la concentración al ejecutarlos, debes respetar a los espíritus y a su mundo, en batalla serás fundamental, y puede que hasta la vida de tus compañeros recaiga sobre tus manos.

 

     Maluón, tan blanco como Thiara, lucía alto y augusto, su rostro denotaba una mirada severa, pero de palpable gentileza, que acaparaba toda la atención por sobre su discreta nariz y parva boca; de cuerpo delgado mas no enjuto, sus brazos musculosos ostentaban un número considerable de tatuajes y en su descubierto pecho se exhibían, plasmadas, brillantes pero sutiles siglas de la raza Elta; aunque lampiño, su blanco cabello se escurría hasta la altura de su zona lumbar, algunas cicatrices decoraban su desnudo torso y en sus dedos se evidenciaba los rastros de antiguas quemaduras.

 

     - Mañana al amanecer, en cuanto lleguemos a nuestra aldea, daremos inicio a tu entrenamiento sobre la apertura de la brecha espiritual, ahora, prepárate, llamaré a alguien a quien no conoces –estiró su brazo derecho apuntando unos metros adelante, sin desviar la vista de su objetivo, las figuras en su pecho de pronto comenzaron a emitir un ligero resplandor y de su brazo surgió un lustroso halo de luz; pasos adelante la tierra se abrió, emergiendo dos abultadas manos de roca, que, apoyadas contra la firmeza del suelo, precedieron al surgimiento de una enorme mole de roca sólida, dos veces más alta que Maluón.

 

     - Esperaba tu llamado, Sir Maluón –Thiara percibió aquella voz como impulsada por las palpitaciones de su propio corazón, similar a la de aquel espíritu del agua, mas encontró en ésta una diferencia sustancial, pues no experimentó una refrescante serenidad, sino que, para su pavor, sintió que sus venas y corazón se tornaban rocosas, y cayó pesadamente sobre sus rodillas, incapaz de levantarse.

 

     - Concéntrate, Thiara –ordenó Maluón, impasible ante la reacción de su discípula–. Espíritu de tierra, mi viejo amigo –volvió su vista hacia la enorme roca de antropomorfa figura–, debes excusarme, pero te llamaré ‘Rick’, dado que Thiara, la mujer que observas a mi lado, no es por el momento digna de conocer tu nombre.



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En el texto hay: accion, hombrelobo, criaturas inventadas

Editado: 01.05.2020

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