Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO V: Guardias

Los días pasaban con normalidad, hace dos semanas que Remus y ella se reunían en el mismo sitio antes de ir a realizar sus respectivas guardias en el Callejón Knockturn.

Había ciertas pistas de que el dueño de la tienda “Borgin y Burkes” estaba prestando secretamente las instalaciones de su tienda a mortífagos que se pasaban información entre ellos usando sus artilugios dedicados a las artes oscuras.

Era bien sabido que el que no debe ser nombrado trabajó allí unos años después de haber dejado Hogwarts y era lo más lógico que hubiera empezado a reconsiderar sus filiaciones amistosas.

Pero más allá de la importancia de la misión, había otra razón por la que Tonks, esperaba ansiosas cada tarde y era poder encontrarse con él.

En una semana había descubierto lo agradable que era su compañía y lo interesante que resultaba platicar con él de cualquier tema.  También había descubierto cosas esenciales de su vida personal como por ejemplo sus nombres completos, su edad, su estado civil y, sus gustos más básicos en la lectura.  A ella le gustaba leer, pero en comparación con Remus, era nada.  Sin embargo, habían coincidido en gustos por ciertos libros y se sorprendió mucho más cuando supo que a él también le apasionaba la lectura de ciertos libros muggles.

Entre sus manos, llevaba un pequeño libro de hojas gastadas y la pasta un tanto maltratada por el uso recurrente.  Ese día iban a intercambiarse algo de lectura y ella había elegido su libro favorito, aunque más de una vez atravesó la crisis de si su elección era la correcta.  No quería equivocarse y darle un libro que le pareciera aburrido o cursi… ella amaba el romanticismo y si se iban a intercambiar un libro, quería que fuera uno muy especial para ella.

Remus era un hombre diferente a todos los que había conocido hasta ese momento y entre ellos estaba surgiendo una muy bonita amistad, aunque sentía que había algo que él ocultaba detrás de toda esa pasividad…

Una joven pareja se sentó muy cerca de una de las banquetas de la plazoleta donde ella estaba esperando bajo la sombra de un árbol; se veían muy felices y enamorados.  El hombre le acariciaba el cabello a la mujer mientras compartían un helado de chocolate entre piquitos.

«Estaban enamorados» Sonrió.  En su opinión, el amor volvía hermosas a las mujeres, y a los hombres los convertía en príncipes.  Una mujer que sintiera amor vivía con la grandeza de una reina porque su corazón era como un tesoro.

Flores, velas encendidas, largos paseos a la luz de la luna en un jardín hermoso y privado… su propio jardín… la idea misma le arrancaba un suspiro.  Nada más perfecto que bailar en un jardín privado a la luz de la luna.  Eso en su escala de valores, era el culmen de lo romántico.         

No le costaba imaginarlo: el aroma de las rosas en verano, la suave brisa de la noche colándose por sus mejillas, el modo como la luz plateada y brillante de la luna lo cubriría todo, como en las películas… la manera en que le latiría el corazón, la misma en que le latía en ese momento al imaginarlo.       

Anhelaba bailar alguna vez a la luz de la luna con el hombre de su vida.   Veía tan claro como tendría que ser esa escena, cómo sería, con todo detalle.  Lo imaginaba desde que tenía once años y observaba a sus padres demostrarse afecto.

¿Cómo alguien que había crecido al amparo de una historia tan particular como las de sus padres, del modo en que se habían conocido y enamorado… no quisiera vivir un amor así?  Ella era una romántica nata y no tenía intención de conformarse con menos con el hombre del que se enamorara de esa manera.

—Ese helado se ve delicioso.

La impresión fue tal que el libro se le cayó de las manos al dar un respingo en el asiento.

Remus se agachó de inmediato a recogerlo y leyó el título en silencio.

«Lo que el viento se llevó»

—Remus…  —deliberadamente sonrojada, Tonks lo saludó con una sonrisa.

—Perdóname si te asusté, no quise hacerlo.

—No, perdóname tu a mí, estaba tan distraida que no te oí llegar.

—Es un buen libro —le entregó el libro en las manos con una sonrisa.

—¿Lo conoces? ¿No me digas que ya lo has leído? — Remus volvió a sonreír.

—Lo sabía, sabía que me iba a equivocar —Tonks torció los labios desilusionada —esa sonrisa me lo ha confirmado.  Debí preguntarte primero que libros ya habías leído.

—No, por mi está bien, no te preocupes.  Puedo volver a leerlo.  La buena lectura siempre es grata de repetir.

Tonks no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran y unos hermosos hoyuelos se dibujaran al sonreír.

—Es mi favorito y por eso lo traje.

—Lo imaginé, yo también traje el mío —sacó del bolsillo de su remendada y desteñida chaqueta, el ejemplar de un libro que por sus condiciones visibles también era obvio el uso recurrente.

—«El Jinete de Bronce» —leyó Tonks en voz alta — no había escuchado ese título.

—Es una trilogía en realidad y este para empezar, es muy bueno, estoy seguro de que te va a gustar y después puedo traerte los demás. 

—Si tú lo dices, estoy seguro de que así será.




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