Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO VII: Secretos descubiertos

Al terminar con su trabajo, Tonks se dispuso a cumplir con las obligaciones que tenía como miembro de la Orden del Fénix.  Su día había sido productivo y no tan estresante a pesar de la cantidad de trabajo que tenía a diario. 

El almuerzo con sus padres calibró energías y emociones por eso valoraba el tiempo que podía compartir con ellos a pesar de que cada vez se hacía más complicado. 

Darles la noticia de que era miembro de la Orden del Fénix comandada por el mismísimo Albus Dumbledore, había supuesto para sus padres una mezcla distendida de emociones que iban desde el sentirse orgullosos por el valor y entrega de su hija y el temor extremo del riesgo en el que estaba exponiendo su vida.  Su madre era la más preocupada, su tía Bellatrix que era muy peligrosa mortífaga y odiaba tanto a su familia, pertenecía al otro bando y estaba segura que aprovecharía cualquier oportunidad para hacerles daño; sin embargo, ella no le tenía miedo y si algún día había un enfrentamiento, pelearía con honor.

Dio un golpe con su varita en la puerta de la honorable mansión Black y esta se abrió completamente dejándola entrar.  Había llegado una hora antes con la finalidad de poder hablar con Sirius y entregarle los obsequios que le habían sido enviados por parte de su madre. 

La casa estaba en completo silencio, al dirigirse hacia la cocina donde esperaba ver a Molly, no encontró a nadie por lo que al regresar sobre sus pasos decidió subir a la planta alta, tal vez estaban haciendo las labores de limpieza, la casa era inmensa y tantos años abandonada pasaban factura a los nuevos habitantes así que evitando hacer ruido y manteniendo su mirada sobre los escalones que pisaba, subió, evitando no distraerse con las cabezas de los elfos disecados y colgados de la pared, las cabezas eran repugnantes y no quería resbalar y echar a perder las galletas de su madre, pero, sobre todo, no quería despertar a su tía abuela Walburga cuyo cuadro reposaba junto a la escalera.   

—¿Cómo puedes pedirme eso, Molly? Es mi amigo y me necesita esta noche— escuchó la voz irritada de Sirius que salía de una de las habitaciones que se encontraban en la entrada del pasillo—.  Es luna llena.  ¡No voy a dejarlo solo y me importan muy poco los riesgos! —exclamó Sirius, en tono exasperado.

—Entiendo tu postura, yo también quisiera que estuvieras a su lado esta noche, pero no puedes y eso debes de entenderlo, Dumbledore…—intentaba mediar Molly.

—¡Me importa un pito lo que Dumbledore diga esta noche! ¡cómo voy a dejarlo solo!, no te imaginas lo dolorosas que pueden llegar a ser sus transformaciones y los riesgos, ¿qué tal si ataca a alguien?, sabes que en su estado él no tiene conciencia ni habrá nadie que pueda detenerlo, pero yo, en mi forma animaga…

—Sabias que escuchar conversaciones.

—Detrás de las puertas.

 —Está mal.

Tonks dio un respingo tal de la impresión que casi tira las galletas al suelo.

—Por Merlín, chicos, casi me matan del susto —susurró Tonks con la respiración acelerada y el corazón latiéndole a mil no solo por el susto que le habían dado los gemelos, Fred y George, los cuales reían en ese momento, sino también por lo que acaba de escuchar…

—¡Qué más, Tonks!, ¿viniste a ayudar? —los gemelos llevaron a Tonks hacia el final del pasillo donde ya no pudo seguir escuchando la conversación entre Sirius y Molly quienes no habían notado lo sucedido en el exterior.

—Si mi madre se entera que estabas espiándola.

—No estaba espiando.

—¡Ah, ¿no?! —exclamaron a coro los gemelos con una amplia sonrisa.

—Bueno, solo un poco pero no fue esa mi intención.  La puerta estaba entreabierta.

—¿Y sabes lo que eso significa?

—Que no es mi culpa si escuché algo.

Los gemelos se miraron en complicidad.

—Exacto.  Pero tu estabas espiando.

—Porque te quedaste muy cómodamente escuchando con tus élficas orejas.

—¿Van a regañarme?

—¿Nosotros?, no.

—Pero nuestra madre, sí.

—Pero nosotros, no le diremos nada ¿verdad? —sonrió Tonks levantando las cejas suspicazmente.

—¿A cambio de…?

—¿Van a cobrarme por su silencio? —su sonrisa se desdibujó, Tonks miraba a los gemelos con las cejas ahora enarcadas.

—Negocios son negocios y nuestro silencio tiene un costo.

—¿Qué traes ahí? Huele bien.

—Esto no es para ustedes.

—Entonces, ¿qué tienes para darnos?

—Dinero.

—¡¿Dinero?! —exclamaron con expresión de asombro —algo tan común como eso, podemos conseguirlo fácilmente, no nos ofendas, Tonks.

Tonks se encogió de hombros.

—Entonces, ¿qué quieren?

Ambos gemelos sonrieron maliciosa y discretamente.

—Algo más valioso que el dinero.

—Información.

Tonks los miró sin entender del todo.




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