Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO XII: Estoy enamorándome de ti

Se estaba enamorando de ella y eso lo aterraba, no podía permitirse sentir, él no, no debía, no era correcto.  Tenía que sacarla de sus pensamientos, tenía que evitar a toda costa que entrara en su corazón, ese lugar no era para ella ni para ninguna otra mujer. 

Sin embargo, ¿Qué hacía allí, en su casa? ¿por qué había venido? Y sobre todo ¿por qué él le había narrado ese cuento?  Habría sido correcto pedirle que se fuera, que su pie estaría mucho mejor si lo revisaban en San Mungo, la herida no había comprometido ningún nervio importante y con la atención que recibió estaría bien dentro de un par de horas… pero decirle eso habría sido descortés y grosero.  Y ahora él tenía que luchar con sus pensamientos y sentimientos… los minutos parecían haberse detenido, el volver al bosque había sido solo una excusa para alejarse, para no tener que verla sin ponerse nervioso, y ella sí que lo ponía nervioso y eso lo hacía sentirse un estúpido al dejar que alguien más joven a él, lograra tal efecto.

Desde la misión a Privet Drive, no podía sacársela de sus pensamientos, esa noche había pasado algo entre ellos o mejor dicho en él.

Hundió con más fuerza el hacha en el tronco como si a través de ello su frustración pudiera ser disipada.

 

El silencio le otorgaba a Tonks una sensación de ansiedad que en su departamento solía contrarrestar con un poco de música, no estaba en contra de la paz y la tranquilidad.  A veces la buscaba y la disfrutaba mucho, pero en ese momento se sentía extrañamente ansiosa, nerviosa, temerosa, en realidad no podía definir exactamente como se sentía, pero lo que, si sabía era que tranquila, no estaba.  ¿Y la razón?... recorrió con la mirada la pequeña habitación, no podía creer que estuviera en casa de Remus y pudiera conocer un poco más de él.

Cuando llegó pudo fijarse brevemente que, desde la parte posterior, la cabaña era pequeña pero el porche era ancho y en la segunda planta sobresalía una pequeña y preciosa terraza.  Sin embargo, por dentro parecía más espaciosa, aunque supuso que se debía a la escasez de muebles.  En el salón, el espacio lo formaban la pared desnuda de piedra, un suelo lleno de marcas y no había sino un viejo y mullido sofá donde estaba sentada en ese momento, un pequeño estante de libros y una chimenea de ladrillo manchada de humo y sin repisa, más allá se encontraba una división que se suponía debía ser la cocina con una sencilla estufa, una mesa pequeña y dos sillas disparejas en tamaño y modelo.  Una escalera era la encargada de servir como nexo hacia la única habitación que había en la parte de arriba y que parecía haber sido adaptada porque no tenía paredes sólidas más que una vieja cortina de tela y Tonks supuso que desde allí podía verse la pequeña terraza que durante el día y la noche debía ofrecer una hermosa vista… y se imaginó a Remus allí, sentado leyendo o escribiendo durante las tardes aprovechando la luz del día,  Remus tenía un aire de escritor que no le costaba imaginarlo creando historias maravillosas como la que le había narrado hace poco… «sus manos acariciando su piel, el tacto de sus dedos en su pierna, su voz suave con esa mezcla de dulce timidez y salvaje masculinidad, acompañados de esos ojos capaces de desnudar el alma sobre quienes se clavaban…»  ese cosquilleo placentero que había sentido en su vientre; volvía a encender sus emociones al recordar.

La puerta de la cabaña se abrió con fuerza y aquel viento que entró con ella dejó caer unos pergaminos que se encontraban sobre el estante de los libros, la frescura del bosque invadió el lugar y Tonks pudo notar que estaba atardeciendo y con el vaivén de la puerta peligraba que aquellos pergaminos salieran volando al exterior por lo que sosteniéndose sobre su pie sano logró levantarse y dando intentos de pequeños saltos, llegó hasta los pergaminos y los fue agarrando uno a uno hasta colocarlos nuevamente en el lugar que habían estado pero al hacerlo, se encontró con un pequeño libro de pasta amarilla que también se había caído y sus hojas abiertas denotaban que se trataba de un libro infantil por los dibujos que allí se reflejaban, estaban hechos y escritos a mano.  Lo tomó y leyó el título:

«La luna y la Ninfa del estanque»

Para mi hijo Remus, que siempre me alegra los días con tan solo verlo, con su sonrisa eterna como la belleza de sus ojos.

A mi vida le has abierto una ventana a un jardín dormido y secreto,

allí la magia sólo existe si tú respiras,

allí sólo hay luz si abres tus ojos y me miras,

 

Te ama

Tu mamá,

Hope.

 

—Creí haberte dicho que mantuvieras el pie elevado y en posición recta— murmuró Remus desde la puerta abierta y Tonks dio un ligero movimiento de susto. 

—Lo siento— se disculpó al verse descubierta en su curiosidad. 

—No hay problema, los libros están ahí, precisamente para eso, para ser leídos —cargó los maderos que llevaba entre sus brazos hasta la chimenea y los colocó dentro no sin antes dejar la bota de Tonks a un lado del sofá—.  No está mal si quieres leer, pero hazlo sentada, no así, forzando la circulación de tu pie, estas cicatrizando una herida. —le indicó con la mirada que hiciera el favor de sentarse y Tonks obedeció. —Era de mi madre— continuó al ver el libro que tenía en sus manos.

—¿Tu madre era escritora?




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