Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO XIII: La aldea de “Epping” y la flor del Irupé

Miró su cabaña por última vez, pasarían unos días antes de volver y esperaba que los arreglos que había hecho en el techo, fueran suficientes para soportar una tormenta como la de la noche anterior, ya estaba harto de las goteras que la magia solo mantenía cubiertas por momentos.  Sin embargo, eso no fue impedimento para los agradables momentos vividos durante la cena compartida con Tonks la noche anterior y sin poder evitarlo una sonrisa se le dibujó en el rostro… Nunca antes le había pesado tanto despedirse de alguien y le pareció patético sentirse, así como si fuera un mendigo recogiendo migajas de compañía, atención y cariño.  Había perdido de cierta forma el manejo responsable de sus emociones, tal vez por el vino, pero debía reconocerlo, sentía algo por ella, aunque se aseguraría de que no trascendiera más allá de una simple fantasía secreta, aunque eso significara arriesgar a terminar lastimado, pero por su propio bien y el de ella, lo que estaba sintiendo no podía trascender.

Colocó el morral a su espalda, su varita y mapa en su mano derecha y concentrando todos sus pensamientos en el bosque de «Epping» desapareció…

El aire era denso, la tierra húmeda y el verde follaje discurría en medio del sombreado bosque cuyo suelo estaba cubierto de barro y hojas secas putrefactas.  Una vez hace muchos años atrás había ido hasta allí con sus padres y aunque en ese entonces era solo un niño, recordaba lo que aquel bosque le había hecho sentir: miedo y esperanza.

En las orillas, enormes sauces resguardaban el perímetro, sus troncos nudosos y retorcidos crecían muy juntos lo que hacía que la claridad del día se ocultara y diera un aspecto tétrico al lugar.  De las raíces brotaban setas y hongos que reptaban como brazos largos y pálidos en medio de las sombras, pero había belleza en medio de todo, bajo las ramas crecían flores y helechos en abundancia.  Pero, aun así, ante ojos no mágicos, ningún muggle se atrevería a ingresar a un bosque en esas condiciones… observó rápidamente el perímetro ubicándose dentro del mapa; debía existir una comunidad de hombres lobo, cerca...

Una exclamación, un hechizo conocido y de pronto lo sorprendió la rigidez en sus extremidades que le impidió seguir viendo el mapa y apenas si pudo seguir manteniéndose en pie, alguien lo había atacado y en segundos el barro cubrió su rostro y el sabor de la tierra se introdujo en su boca.

—Pensé que jamás volvería a verte— sintió pasos acercarse —.  La última vez tenías, ¿seis años?

—Siete —musitó, Remus, escupiendo la tierra de entre sus dientes.  Reconocía esa voz.

Unos brazos lo agarraron y lo pusieron de pie.

—Remus Lupin, si mal no lo recuerdo.

—¡Radolf! —la voz de Remus denotó paz y confianza.  Frente a él estaba un viejo amigo e intento acercarse a él para saludarlo, pero los hombres que lo sostenían se lo impidieron con rudeza —.  ¡Ey! ¿qué pasa? Soy yo, Radolf, amigo.  Diles a estas personas que me suelten.

Un hombre alto, con un mechón plateado, barba larga entrecana y facciones angulosas en su rostro que reflejaban el paso de los años, pero en sus ojos había amabilidad, sonrió.

—Entras aquí, sin ser invitado, invades territorio prohibido, sin saber cuáles son tus intenciones ¿y quieres que te suelte? —negó con la cabeza. —Nadie entra sin ser invitado.

—Radolf… No soy un enemigo.  Dumbledore me envió.

—Eso está por verse.  Cubran su cabeza —ordenó a los hombres que lo sostenían de los brazos—.  Y quítenle la varita.

 

Apenas podía mantener los ojos abiertos y vagamente notó en medio de un bostezo que Molly colocaba frente a ella una taza de café.

—Gracias, Molly —murmuró.

—Nymph, que terrible te ves, tienes unas ojeras de mapache fumigado —se burló, Sirius, sentándose frente a ella—.  ¿Te desvelaste con un amante nocturno?

Tonks solo le sacó la lengua mientras bostezaba por milésima vez.

—Sirius, por favor.  No la molestes.  Tonks, de verdad, ve a recostarte un momento. —Sugirió, Molly con preocupación—.  Arriba puedes disponer de una habitación y descansar.

—No.  Quiero desearle a Harry, —bostezo— buena suerte en su audiencia en el Ministerio.

—Estará más que animado con tu entusiasmo— murmuró, Sirius, sarcásticamente.

—¡Oh, cállate! Y mejor aún, dime cuándo volverá Remus. —Exigió Tonks.

 

—Te dije, ayer, anteayer y el día antes de anteayer que no lo sé —suspiró Sirius negando con la cabeza y mirándola de una manera que solo ella entendía acerca de lo que él ya sospechaba acerca de sus sentimientos por Remus. —Si tu no has logrado averiguarlo, peor yo.

Tonks se sonrojó levemente.  Había olvidado que llevaba días imperando a Sirius con esa inquietud.  Era solo que no entendía por qué Remus no le había dicho nada al respecto la última noche que se vieron y su misión se llevaba bajo un hermetismo que al parecer nadie quería revelar y eso triplicaba su preocupación.  Sabía que Remus era capaz de cuidarse por sí mismo y lo diestro que era con su varita, pero aun así no podía dejar de pensar que algo podría estarle ocurriendo y necesitara de su ayuda.

Suspiró, lo intentaría de nuevo con Moody, tal vez tendría mejor suerte esta vez. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.