Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO XXVII: Mansión Malfoy

Apenas una semana después, Remus y Tonks se sentaban espalda con espalda en los terrenos de la mansión Malfoy.  Los dos llevaban haciendo el trabajo de colarse en la vasta propiedad, cada tarde a la salida de sus trabajos como parte de su misión.  Ocultos en una burbuja de encantamiento de desilusión, habían merodeado por el perímetro y usado hechizos de inspección para revelar un punto débil en los maleficios anti-intrusos.

—Bastardo complaciente— dijo Tonks con triunfo, mientras manipulaba hábilmente las barreras invisibles para poder entrar.

Se arrastraron a través de los jardines impecablemente cuidados, siguiendo una ruta previamente estudiada, hasta que llegaron al jardín topiario de los Malfoy.  Tal como sabían que habría, se encontraron, un enorme seto de caja podado en forma de una gran serpiente frente al ala este de la mansión, donde se encontraba el estudio de Lucius Malfoy.

Haciendo un agujero en el vientre de la serpiente, subieron y se prepararon para unas horas de vigilancia.  Durante la fase de planificación, cuando se hizo obvio que la mejor estrategia de espionaje era esconderse en lugares cerrados, Remus había intentado sutilmente encontrar a otro miembro de la Orden para que ocupara su lugar a pesar de que Dumbledore los había asignado juntos, pero Sirius; cuyo nuevo trabajo dentro la Orden como forma de mantenerlo ocupado y un intento de liberarlo de su nuevo vicio al whisky; era el encargado de rotar y asignar los equipos y parejas para las misiones y se lo había tomado como un capricho “insano” el recordarle a cada instante que nadie mejor que ella estaba apta para ser su compañera, dado que su condición de Auror tenía mucha relevancia al momento de una emergencia o enfrentamiento, «conocer muy bien a tu compañero podría salvarte la vida».  Le había dicho, cuando en un intento de disuasión había ido a sugerirle que Bill Weasley o Hestia Jones podían perfectamente rotar con él y participar de la misión… la muerte podía llegar en cualquier momento sin importar con quien estuvieras.

La verdadera razón de todo era que… estar atrapado en un espacio pequeño con un hombre lobo era una perspectiva desalentadora incluso para la bruja o el mago más liberal y Remus se sentía extremadamente nervioso.  Dentro de una semana volvería a ser luna llena y a pesar de estar tomando la poción, que amablemente Tonks nuevamente le había preparado muy a su pesar y vergüenza; sabia lo mal e intransigente que su carácter podía volverse y no deseaba que ella tuviera que soportarlo en sus peores días… una vez más.

Sin embargo, en ese momento, Tonks parecía no sentirse incómoda en absoluto y no paraba de hablar alegre como siempre quedando claro que, si sentía una pizca de incomodidad, era una actriz extraordinariamente buena.

Remus, miró hacia afuera sobre los terrenos para mantener la guardia, mientras Tonks, moviéndose alegremente hasta alcanzar una posición cómoda, sacó un pequeño telescopio dorado de su túnica.  Era un objeto al que había apodado cariñosamente “Moody-lescopio”; se parecía a un telescopio normal, pero tenía un pequeño ojo azul eléctrico en un extremo.  Diseñado por Moody durante la primera guerra, fue un precursor de su accesorio ocular mágico más famoso, capaz de atravesar paredes de ladrillo, disfraces mágicos y capas de invisibilidad.  Aunque pesaba una tonelada y, si se apretaba con demasiada fuerza, producía extrañas nubes de humo púrpura, era perfecto para registrar exactamente quién estaba visitando a Lucius Malfoy. 

En las primeras cuatro horas, vieron a Walden Macnair, Avery y un secretario de la Oficina de Enlace con Duendes.

—El horario de Malfoy está saturado hoy —dijo Tonks mirando fijamente por el “Moody-lescopio”

—Me atrevería a decir que es una vida ocupada siendo la mano derecha de Voldemort y su maestro manipulador en el Ministerio— exclamó Remus con cierta burla.

—Sí, apuesto a que necesita unas vacaciones.  Conozco un pequeño y encantador retiro en el océano en medio del Mar del Norte al que me encantaría enviarlo…

Remus no podía ver la cara de Tonks, pero podía imaginarse fácilmente la sonrisa que llevaba al imaginarlo en Azkaban.

—… Oh, ¿quién viene ahora? —agregó Tonks entusiasta.

Remus miró rápidamente por encima del hombro y pasó a Tonks a través del pequeño espacio entre las hojas y regresó.  Un hombre delgado y larguirucho con una barba rubia descuidada se dirigía por el camino hacia la puerta de la mansión.

—¡Lo conozco! —exclamó Tonks.

—¿Trabaja en el ministerio?

—¡Si!  Es ese canalla que trabaja en el departamento de correos.  Johnson... o Johnstone... algo así.  Se embriagó en la última fiesta de Navidad, terminó poniendo su mano en mi cintura y preguntándome exactamente qué tan grande podría transformar mis tetas.

Remus apretó los dientes en ese momento sintiendo una acalorada necesidad de golpear a aquel patán, pero ella pareció darse cuenta de su reacción porque se rio y lo miró a la cara antes de continuar hablando.

—No te preocupes.  Lo encontraron al final de la noche... un pequeño erizo rosa neón, acurrucado entre unas botellas de cerveza de mantequilla vacías.  Le di una advertencia. —Enarcó sus cejas con absoluta malicia—.   Ahora me evita a toda costa.

—Bueno, ciertamente se ve como el tipo de rufián de mala vida que sería fácilmente corrompido por gente como Lucius Malfoy— dijo Remus secamente tratando de disimular su antigua reacción.




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