Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO XXXI: “The Scally Whizzbee”

El mes de octubre había sido una sucesión ininterrumpida de viento huracanado y lluvia torrencial y cuando llegó noviembre, lo hizo cargado de un frio glacial.  El gélido viento y las intensas heladas matinales herían las manos y la cara si no se protegían. 

Esa mañana en el muelle el frio se colaba por los huesos de Remus mientras esperaba a Tonks y vigilaba al mismo tiempo, cubriendo esa misión sin ninguna novedad.

—Lo juro, si la tía tatara-tatara Belvina me llama Nymphadora una vez más, le haré un agujero en su retrato.

Remus oyó un murmullo en el oído una vez que se materializó a su lado.

—Hola, Remus... los Mortífagos... ¿algún tipo de entrega?

—Hola, Tonks —recalcó su apellido con una expresión seria después de su último encuentro no había vuelto hablar con ella y si no fuera por esa misión se habría mantenido así, distante y frio, pero eso no le impidió sentir esa sensación de hormigueo en el estómago al tenerla tan cerca —.  No, aun nada.  Solo ha llegado apenas un barco de carga, pero nadie de nuestros posibles objetivos se ha acercado.

—¿Y estamos aquí para dar testimonio? ¿Para detenerlos si podemos?  ¿Qué vamos a detener a este paso? ¿al señor invisible? —utilizó el sarcasmo.

Miraron a su alrededor: estaban entre un vasto patio de contenedores de envío, que se extendían hasta donde alcanzaban la vista en un laberinto de cajas metálicas de colores.  El cielo sobre ellos era de un gris ominoso. 

Sacaron sus varitas.  Remus notó el lenguaje corporal de Tonks; tenso y mesurado, el rastreador de Auror por excelencia.  Nada como su habitual rebote.  Él también se sintió cauteloso.  Había algo en el entorno que no se sentía del todo bien.  Era demasiado fácil para ellos ser tomados por sorpresa aquí, demasiado cerca de ser una trampa.

—Vamos a movernos— susurró Tonks, sacando la capa de invisibilidad de Kingsley de su túnica y extendiéndola sobre ambos.

Comenzaron a acechar a lo largo de los espacios entre los contenedores, con los ojos y los oídos entrenados para detectar cualquier señal de movimiento.  A medida que pasaba el tiempo, la inquietud de Remus crecía.  El paso cauteloso de Tonks y la blancura de sus nudillos mientras agarraba su varita le dijeron que ella sentía lo mismo.

Un grito agudo dividió el aire, haciendo que ambos saltaran.

—¡NYMPHADORA!

—¡¿Qué carajos, Belvina?! — Tonks siseó furiosamente, hurgando en el bolsillo de su túnica. —¿Qué pasa ahora?

—Me han pedido que les informe que pueden abortar la misión.  Es una falsa alarma.  ¡Y cuida esa boca señorita!

—¿Una falsa alarma? ¿Están seguros? ¿Quién te dijo esto? —preguntó Remus.

La tía tatara-tatara Belvina retrocedió detrás de su abanico bordado con serpientes al verlo y no dijo nada.  Tonks le dio un toque con los dedos.

—¡No ignores a Remus así! ¿Estás segura de lo que dices?

—Sí.  El ladrón furtivo lo confundió todo.  Una pista falsa.

Remus estaba a punto de exigir más explicaciones; no estaba del todo listo para dar por sentado la perdida de ese día de trabajo que había destinado a la vigilancia y la paranoia provocada por su breve tiempo en el astillero, pero Tonks le dio un codazo y señaló.

—Tienen que estar bromeando— dijo, llevándose una mano a la cabeza.

Un camión estaba llegando a un puesto de control en una carretera ubicada sobre el patio de embarque.  Remus leyó el nombre en su costado en voz alta.

—“De Ladrones Forscue”

—Mundungus es un tonto —exclamó Tonks, quitándose la capa de invisibilidad. — Sé que Alastor no quiere que nadie se mueva, pero ¿por qué seguimos tomándonos en serio los consejos de Mundungus? ¡El hombre está fuera de la ley la mitad del maldito tiempo!

Aunque negó con la cabeza, su lenguaje corporal se relajó.  Atrás quedó la pisada tensa y vigilante del Auror; estaba relajada y expresiva una vez más.

—¿Y ahora qué? — dijo, volviéndose hacia Remus.

—Bueno… supongo que nos asignaran otra misión porque esta ha sido un rotundo fracaso...

Tonks suspiró.

—Si, tienes razón, pero Mundungus me va a oír la próxima reunión.  Juro que no le quedaran ganas de volver a cometer un error más.

—Supongo.  Volverás a la Oficina de Aurores.

—No.  Kingsley hizo una buena historia sobre tener que enviarme a Dublín en el último minuto para que pudiera venir y ver esta mal llamada entrega de Mortífagos contigo.  Supongo que tengo una tarde libre por delante... ¿y tú?

Remus se encogió de hombros

—El permiso ya lo pedí, si me aparezco como si nada en “Whizz Hard” sin una explicación lógica, quedaré como un mentiroso y por ahora ya tengo suficientes problemas. —Suspiró con desanimo.

—Tengo una idea —dijo Tonks y se cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró a la cara.  Remus sintió una extraña ola de pánico.  Una parte salvaje de él quería pedirle que pasara el resto del día con él; para pensar en una idea divertida y peculiar que la hiciera sonreír y que todo volviera a ser como antes… como antes de esa confesión de sentimientos.  Pero la parte racional de su cerebro sabía que pasar tiempo con ella no era aconsejable para ambos, pero sobre todo para él que había decidido que debía estar en el fondo de sus prioridades. — ¿Te gustaría ir a beber algo conmigo? — su boca se curvó en una sonrisa. —  Y hablar un poco, creo que lo necesitamos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.