Noah se encontraba atrapado en un lugar que no parecía real. Las sombras danzaban a su alrededor, deformes y oscuras, retorciéndose en los rincones de su mente. Era como estar en una pesadilla de la que no podía despertar. Las penumbras cubrían todo, convirtiendo cada rincón en un vacío profundo y sin forma. En medio de ese caos, una figura borrosa emergió a lo lejos, vagamente familiar.
El corazón de Noah latía con fuerza mientras se acercaba, su respiración agitada. La figura se volvió más clara a medida que avanzaba. Y entonces lo vio. "¿Filip?" Susurró, casi sin aliento. Era él, su hermano muerto, de pie, en completo silencio. Noah sintió una oleada de emoción incontrolable. Sin pensarlo, corrió hacia él.
“¡Filip! ¡Filip, estás aquí!”, gritó Noah, pero su voz resonaba en el aire como si se perdiera en un eco distante.
Filip permaneció quieto, su rostro inexpresivo, sus ojos vacíos como si no lo reconociera. Noah, desesperado, extendió una mano hacia él, pero algo en la mirada de Filip lo detuvo. “Filip... háblame. Por favor, te extraño tanto...” La voz de Noah temblaba con angustia.
Finalmente, Filip habló, pero su tono era frío, distante: “No quiero que me vengues, Noah. Quiero que me dejes descansar en paz”.
Noah retrocedió un paso, atónito por lo que acababa de escuchar. “¿Qué? No... no entiendo... Filip, ¿cómo puedes decir eso? ¡No puedo dejar que lo que te hicieron quede impune!” Su voz estaba cargada de frustración y dolor.
“Ya no necesitas vengarme, Noah”. Filip seguía hablando en ese tono monótono y sin vida. “Vete... regresa a tu vida. Olvídame”.
Noah negó con la cabeza, sus ojos llenos de confusión: “¡No! ¡No puedo! ¡No puedo dejar que tu muerte haya sido en vano!” Su corazón se aceleraba, la realidad y la ilusión comenzaban a desmoronarse en su mente.
Los ojos de Filip seguían vacíos, pero su voz se tornó más sombría, casi acusatoria. “Estoy en un lugar mejor ahora, Noah. No tienes que preocuparte más por mí”.
“¿Qué? ¿De qué estás hablando? Esto no tiene sentido...” La voz de Noah se apagó mientras su mente luchaba por procesar lo que estaba sucediendo. Algo no encajaba, algo estaba terriblemente mal. Las palabras de Filip no eran las que él esperaba escuchar.
“Déjame ir, Noah”. La figura de Filip parecía oscurecerse aún más, sus facciones difuminándose en las sombras que lo envolvían. “Es lo mejor para ti... déjame ir”
Por un breve instante, Noah sintió que casi cedía. El dolor, la tristeza, todo lo que había soportado por la muerte de Filip, parecía atraerlo hacia una rendición. Sus labios comenzaron a formar la palabra... “Sí...”
Pero justo cuando estaba a punto de pronunciarlo, algo dentro de él se rebeló. Su estómago se revolvió, y una sensación de alarma recorrió su cuerpo. Esto no es real. El pensamiento lo golpeó como un rayo. Noah apretó los dientes y su mirada se endureció. “No”
Filip, o lo que fuera que pretendía ser su hermano, frunció el ceño. “¿Qué?”
“No te dejaré ir”, dijo Noah con firmeza. “No hasta que esta maldición sea destruida. No importa lo que cueste”.
La sombra que era Filip parpadeó, su rostro ahora sombrío, deformado: “¿Estás dispuesto a arriesgar tu vida, Noah?” La voz de Filip se tornó más amenazante, sus palabras un susurro oscuro que serpenteaba en la mente de Noah. “¿Incluso si eso significa que otros sufrirán por tu obstinación? ¿Estás dispuesto a llevarlos a la muerte?”
Noah sintió un frío gélido que le recorría la columna vertebral, pero su resolución no vaciló. “Sí”, respondió con voz firme, aunque temblaba ligeramente. “Si eso significa que la maldición se rompe y que nadie más tendrá que sufrir lo que tú sufriste... entonces lo haré”.
La sombra de Filip esbozó una sonrisa torcida, maliciosa, una burla de lo que una vez fue su hermano. “¿Y si te dijera que tu sacrificio será en vano? ¿Qué te quedarás atrapado en esta maldición para siempre, sin poder salvar a nadie?”
Noah sintió que la oscuridad lo envolvía de nuevo, como si el suelo bajo sus pies se desvaneciera. Pero entonces, en medio del terror, encontró algo sólido a lo que aferrarse: su propia voluntad. “Entonces lucharé. Lucharé hasta el final, aunque sea la última cosa que haga”.
La sombra se retorció, distorsionándose como una pesadilla que se desvanecía al amanecer. La figura de Filip comenzó a disolverse en la oscuridad, mientras su rostro cambiaba, volviéndose cada vez más inhumano, sus ojos ahora llenos de un odio que no era propio de él.
“Entonces... muere”, dijo la voz antes de desaparecer completamente en las sombras.
La figura oscura se alzó frente a él, flotando en las sombras, con sus ojos vacíos y una sonrisa cruel dibujada en su rostro, retumbando en la mente de Noah como un eco maldito. El aire se tornó denso y gélido, la oscuridad creció a su alrededor como si fuera un ente vivo, hambriento de su desesperación.
Antes de que pudiera reaccionar, la figura se abalanzó sobre él, sus garras afiladas brillando con un reflejo macabro. Noah sintió el impacto en su pecho, como si el aire hubiera sido arrancado de sus pulmones de un solo golpe. Cayó de espaldas, golpeando el suelo duro y frío de aquel espacio mental que parecía tan real como cualquier pesadilla vivida en carne propia. Las sombras que lo rodeaban cobraron vida, serpenteando y enroscándose alrededor de sus pies, arrastrándolo lentamente hacia un abismo oscuro y sin fondo.
Gritó, pateando y forcejeando con todas sus fuerzas, pero las sombras lo mantenían firme. Cada vez que luchaba, sentía cómo estas lo arrastraban más profundamente, envolviéndolo como manos frías que no iban a dejarlo escapar. A medida que se hundía, la figura de su hermano, deformada y cruel, continuaba atacándolo con sus garras, desgarrando su carne. Noah sintió el dolor como si fuera real, el ardor de cada herida penetrando su cuerpo. Era agónico, como si cada corte lo acercara más a una oscuridad infinita.