Life Eternal

CAPITULO 3: Catalyst

     Llegamos al club mi hermano y yo, notamos que pese a la hora está vacío lo cual nos deja una incertidumbre, no hay nadie del ballet que se haga cargo del auto y mi moto, el grandote de la puerta parece que no está tampoco. Decidimos entrar con nuestra debida precaución, con forme avanzamos no escuchamos la música que comunmente inunda el lugar, no se escucha a la gente, entramos y vemos el lugar vacío, las luces apagadas, la barra vacía, ¿qué está pasando?. De repente aparece ante nosotros Héctor, ciervo de mi padre, un demonio de tez morena y cabello castaño, desde pequeña él siempre ha cuidado de nosotros, después de mis padres él es la persona en la que más confiamos, sabemos que jamás haría algo para lastimarnos. 

-Que bueno que llegan... sus padres los esperan en la "sala de juntas"- Dice remarcando con sus dedos las comillas en el aire, no puedo evitar fruncir el ceño, antes de que pueda decirle algo, él vuelve a hablar. -No están solos...- Tuerce la boca molesto y empieza a caminar hacia el lugar, nos vemos Leo y yo, incómodos por no saber lo que se avecina.

Caminamos detrás de Héctor en silencio hasta que llegamos a esa puerta de metal enorme, la abre y hace un ruido fuerte al moverse, yo soy la primera en entrar y simplemente me quedo congelada, Leo choca conmigo mientras la mirada de todos los presentes se clava en nosotros, cuando estoy pensando seriamente en salir corriendo de ahí la puerta se cierra a nuestras espaldas dejandonos encerrados. Me siento atrapada.

-Me alegra que ya estén aquí... Leo, Fiore... acerquense por favor...- Dice mi mamá que está sentada a la cabeza de la gran mesa ovalada, mi padre está de pie detrás de ella, con su mano dispuesta en su hombro, noto que están tensos, algo molestos.

     Me acerco con algo de precaución como si en cualquier momento los demás presentes pudieran saltar sobre de nosotros y atacar. Paso mi vista en cada uno, algunos me ven con curiosidad, otros con molestia o asco y entre todos, tallando su cabeza con una toalla, está Hariel, sus ojos se clavan en mí, dejandome congelada, siento que mis piernas se quieren quedar estáticas, ¿qué carajos le hice a este hombre para que me odie tanto?. 

-Han crecido mucho tus hijos Tyra Sheppard....- Dice una ángel, su rostro es hermoso, simétrico, sin ninguna imperfección, su piel se ve tersa, como la de un durazno, blanca y suave, sus ojos son azules, de un azul profundo y claro y sus cabellos caen en caireles por sus hombros, le llegan hasta la cintura, pareciera salida de un cuadro de la epoca barroca. Un par de alas salen de su espalda, grandes e imponentes, tan blancas que deslumbran. Se queda viendonos fijamente, pasa sus ojos sin malicia, más bien con curiosidad, de Leo a mí y de regreso, como si estuviera disfrutando de una pintura en un museo, empiezo a sentirme incómoda. -Muchachos... es un placer volverlos a ver... la primera vez eran muy pequeños para recordarme así que me vuelvo a presentar...- Se pone de pie y rodea la mesa con tranquilidad mientras todos tenemos la mirada fija en ella, cuando llega hasta nosotros extiende su mano primeramente hacia mí y sonríe de forma agradable. -Mi nombre es Diana... y estoy aquí para ayudarles a contruir de nuevo el Covenant...- Sujeta mi mano con gentileza, pero su comentario provoca una punzada en mi corazón, suelta mi mano y estrecha la de Leo que parece igual de tenso que yo, de inmediato da media vuelta y regresa caminando con la misma calma a su asiento, cuando pasa cerca de mi padre noto como este se tensa y se molesta, como si su simple presencia le revolviera el estómago. -Ya que estamos todos los que debemos de estar creo que tenemos que empezar con esto... hay tantas cosas que organizar...- Dice acomodando sus manos con delicadeza sobre la mesa. 

-No entiendo por que esperar a los híbridos...- Dice Anthoniel o Tony, un demonio arrogante, de cabello muy largo y negro, ojos granate como la mayoria de los demonios que existen en todo el mundo, tiene un par de cejas gruesas que le dan más intensidad a su mirada, su nariz afilada y labios delgados le da gestos finos, pero su actitud, principalmente hacia mí y hacia mi hermano es hostil, nos aborrece por el simple hecho de ser híbridos.

     Que palabra tan complicada, me molesta que me llamen así, principalmente él, que ha demostrado que no somos de su agrado, pero... ¿hay otra palabra para describirnos?. -No son necesarios en ningún aspecto...- Después de vernos con odio desvía su mirada, pone los ojos en blanco mientras pega en la mesa con un solo dedo, parece ansioso, espera la respuesta de Diana.

-Son importantes por que creo que el Covenant necesita un giro positivo... - Dice Diana mientras se apoya sobre sus codos y nos sonríe de oreja a oreja. -Pero bueno... empecemos con los puntos importantes... ¿quieren?...-Voltea hacia mí papá, quien no oculta su desprecio hacia ella, sus ojos flamean rojos y molestos. -Lucifer... rey del infierno... - Cuando Diana pronuncia su nombre parece que también le es desagradable, aquí hay una historia entre estos dos que terminó bastante mal, voltea hacia Hariel quien está sentado junto a ella, parece de igual forma molesto, simplemente está escurrido en el asiento, con los brazos cruzados, como si todo esto fuera innecesario o por lo menos para él. - Hariel, líder serafico... ¿ambos tienen a alguien para ser los representantes de sus respectivos velos aquí en la tierra?- Es entonces cuando veo a Azazel.

     El tío Azazel, un demonio fuerte y poderoso, él es de los pocos demonios que cambia el color de sus ojos, no sé si es el color con el que nació, pero son unos hermosos ojos grandes color verde esmeralda, su cabello es rubio y corto, no es tan alto como mi papá y mucho menos como Hariel, es más delgado, desgarbado y tiene una sonrisa de patán, ve hacia Diana y le guiña un ojo mientras ella pone los ojos en blanco y desvía su mirada hacia otro lugar, lugar donde está sentado el árcangel Gabriel, sonríe cálidamente, sus ojos son gentiles y azules, sus cabellos son rubios y quebrados, caen tan largos por su espalda que parece una cascada de oro líquido, es un hombre con un cuerpo atlético bien oculto por un traje y una corbata, jamás lo verás vestido de otra forma, pero tiene espaldas anchas y cuando se quita el saco la camisa te da una idea cercana del volumen múscular que tiene, que no considero para nada deplorable. 




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