Life Eternal

CAPITULO 32: Church

>>Desde los ojos de Tony<<

     Pasé toda la noche pensando, meditando las cosas, la imagen de Altair no deja mi cabeza, simplemente no puedo evitar pensar en ella, en sus enormes ojos grises que parecen mimetizarse, de repente azules, de repente verdes, no sé si dependa de su ánimo, de como vista, solo sé que son hechizantes. Mantengo una botella en el escritorio, mi mano no puede soltar su cuello, está casi vacía, he perdido la cuenta de cuántas botellas me he terminado desde que caí en este círculo vicioso de miseria, depresión y autocompasión. En mi otra mano tengo el camafeo que hace siglos me regaló Tila, el primer detalle de muchos que ella me dio, tiene la foto de cada uno, con mi pulgar acaricio su retrato, la extraño con cara respiración, con cada parpadeo, al principio veía su imagen, como si mi cerebro hubiera dejado grabaciones que se empalman con la realidad, haciéndome sentir que aún está aquí, pero al final, cuando me acercaba o parpadeaba, esa imagen se iba, dejándome de nuevo solo y desesperado. 

     Suelto la botella y abro el cajón donde guardo mi destino, una Colt .45 con cacha de madera y una única bala, las pongo sobre la mesa, tomo la bala entre mis dedos, viendo como es que algo tan insignificante puede terminar todo, darme paz. No es cualquier bala, un proyectil común y corriente no podría matar a un demonio de mi edad, tuve que conseguir esta belleza, una de las tantas echas a partir de la fundición de una cruz de la basílica de San Esteban que después fue bendecida, si esto no me mata entonces no sé que lo hará. Dejo el camafeo por un momento y saco el tambor del revólver, coloco la bala con cuidado, siento como resbala el proyectil hasta encontrar su posición, hago girar el tambor antes de colocarlo su lugar, desconozco donde está la bala totalmente, levanto el arma sin que mi mano tiemble, con la seguridad de que pase lo que pase estaré conforme, coloco el frío cañón en mi sien y mi mirada baja hacia el camafeo, veo a mi hermosa Tila con sus ojos grandes y violetas viéndome fijamente, sé muy dentro de mí que no le agradaría verme en esta situación, pero estoy desesperado, su falta me está matando en vida, me siento vacío, respirar se ha vuelto un ingrato deber para conmigo. 

     Coloco mi índice en el gatillo, empiezo a inhalar profundamente, cierro los ojos y me preparo, cuando el dedo está a punto de tensionarse sobre el metal que decidirá mi destino, la puerta suena, un par de golpes me sacan de mis pensamientos y me hacen distraerme de mi acto.

-¿Tony? Te buscan...- Es Jade que en todo este tiempo no se ha alejado de mí, aunque le he ofrecido su libertad no la ha tomado, supongo que no tiene corazón para dejar a un pobre desvalido como yo.

-¿Quién?- Pregunto sin bajar el arma de mi cabeza.

-Claire... Claire Iron...- Esa hechicera, ¿A qué a venido?. Bajo el revólver con impaciencia, clavo mi mirada en el camafeo, siento la mirada acusatoria de Tila, lo cierro con delicadeza y lo dejo junto al arma.

-Bien... Que pase...- Me levanto del escritorio y camino hacia la barra, necesito otra botella. 

     La puerta se abre a mis espaldas y veo a esa criatura, la hija de Brooke, ya no es la atolondrada mocosa, temerosa de su destino a la espera de que alguien le diga que hacer, su mirada es diferente, veo la fuerza que su madre proyectaba en sus ojos, esa fuerza que ha pasado de generación en generación y siento como mi corazón da un vuelco, puedo ver con esfuerzo un pequeño vestigio de Tila, provocándome dolor y tristeza. Claire entra con seguridad, parece que ya no la intimido, trae entre sus brazos, abrazándolo contra su pecho, un libro de buen tamaño, la pasta está cubierta de piel, parece antíguo.

-¿Qué te trae por aquí hija de Brooke?- Le doy la espalda mientras decido que botella abriré.

-Hmmm... Seré breve...- Deja caer el gran libro en el escritorio, volteo a verla y noto que se percató del revólver, por un momento se detiene, lo ve con extrañeza y se resiste por voltear a verme. Procede a abrir el libro y empieza a pasar las hojas. -Estaba estudiando un poco este libro que dejó mi... Tatara tatara abuela...- Me acerco lentamente por su espalda, me asomo por su hombro e intento decifrar tanta letra y garabato. - Y llegué al final... Pero... Lo que está escrito aquí ya no tiene nada que ver con magia ni con hechizos... Es... Es una carta ...-Voltea hacía mí con algo de tristeza. -Y es para ti...- La arranca con cuidado del libro y me la ofrece.

     La tomo con precaución, como si me fuera a quemar, la sostengo frente a mí, siento la mirada de Claire en mi rostro, bajo la mano con la hoja y siento que no puedo leerla, no me siento capaz, simplemente no lo haré, no en este momento no puedo. Una desesperación empieza a formarse en mi pecho, un mal augurio que me dice que sufriré demasiado, me volveré a consumir en el dolor y no quiero... No más. De repente Jade vuelve a interrumpir, entra corriendo acompañada de Gabriel y Azazel, tanto Claire como yo nos quedamos sorprendidos por la intromisión.

-¿Qué pasa?- Volteo hacia ellos respondiendo a su angustia que proyectan con más angustia.

-Es Yusuf... - En cuánto Gabriel pronuncia su nombre las fuerzas me abandonan.

>>Desde los ojos de Fiore<<

     Despierto de manera abrupta, algo me asusta, no puedo decir que estaba teniendo pesadillas puesto que no recuerdo nada de lo que soñé. De repente estoy consciente de la situación, busco con la mirada y el tacto el cuerpo de Nuriel en la cama, pero no está, me siento y no puedo evitar echar un vistazo por debajo de las sábanas corroborando que todo esté en su lugar. Salgo de la cama y veo un vestido blanco con detalles dorados, es sencillo, holgado y me llega a medio muslo, cepillo mi cabello lo mejor que puedo, me veo ante el espejo del tocador y puedo detectar que mis ojos están algo hundidos, como si no hubiera podido dormir bien, coloco el broche que me dio mi madre sobre la trenza que me tejí. Salgo de la habitación con toda la disposición para perderme en los tantos pasillos que forman el laberinto, pero para mí fortuna veo a Daniel recargada a lado de la puerta, como si hubiera estado esperando a que saliera.




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