Life Goes Better Together

2

Gulf pensó en llamar a alguien, pero estuvo seguro de que tardaría una eternidad en encontrar la planta baja. 

¡Aquella casa era un maldito laberinto!

El jovencito no paraba de temblar y se abrazaba instintivamente a sí mismo con sus brazos delgados. Gulf se dio cuenta de que tenía la ropa llena de vómito e incluso las sábanas y la manta estaban manchadas.

–Traté de...llegar al suelo...pero nunca me da tiempo...– la voz de aquel joven estaba cargada de vergüenza.

Gulf tragó saliva nervioso. Por el rabillo del ojo vio una silla de ruedas plegada cerca de la pared. Y pareció entender todo un poco mejor.

Lo cargó entonces en sus brazos, como si no pesara nada. Lo llevó hasta el pequeño baño que había en aquel dormitorio. Lo sentó sobre la tapa del inodoro y comenzó a quitarle la ropa.

Gulf esperaba que aquel joven se rebelara o protestara porque un extraño a quien nunca en su vida había visto lo estaba desnudando. Pero en su rostro demacrado y pálido seguía reflejándose una única emoción: vergüenza.

–Mi nombre es Gulf.– le dijo unos minutos después mientras tiraba a un lado la ropa manchada y olorienta– ¿Cuál es tu nombre?

El jovencito movió los labios nervioso pero no logró articular sonido alguno.

–Tranquilo, está bien.– susurró Gulf mientras le pasaba una toalla húmeda por el pecho y el rostro.

Con mucha paciencia lo ayudó a enjuagarse la boca. Y lo cargó hasta una silla cerca del escritorio. Encontró unas prendas de vestir dobladas cerca suyo y lo vistió.

El jovencito seguía sin poder pronunciar palabra alguna. Acto seguido, y en un par de rápidos movimientos, Gulf retiró las sábanas y la manta manchadas. Las llevó al baño junto con el cesto y trató de pensar dónde habría sábanas limpias.

Aquella habitación era enorme. El placard empotrado cubría una pared entera. Y había un par de muebles con por lo menos una docena de cajones. Abrió al azar una pequeña puerta debajo de un mueble largo y se encontró con una veintena de zapatos.

–Regalos de Navidad...– escuchó al jovencito decir. 

¡Qué ironía!

Tuvo que morderse el labio para no decir lo que pensaba.

–Allí...– el jovencito le señalaba un lugar.

Unos pocos minutos después, la cama estaba limpia y hecha , y cuando el piso estuvo limpio, lo cargó otra vez en brazos, lo acostó, lo tapó y se sentó a su lado.

–¿Quién...eres? ¿De dónde saliste?

–Soy compañero de Alyn...Estamos haciendo un trabajo práctico para la escuela. Y...buscando el baño, acabé aquí... Me perdí.

–Me alegro...– dijo de pronto el jovencito sonrojándose– de que te perdieras.

El corazón de Gulf se salteó un latido.

Iba a preguntarle su nombre otra vez pero alguien se asomó por la puerta entreabierta.

–¡Aquí estás, Gulf! Me imaginé que te habías perdido. Veo que te tropezaste con Mew, mi hermano. No pierdas tiempo con él. Está inválido. Ven mejor a la sala con nosotras. Te estamos esperando.

Mew tembló y agachó la cabeza humillado, mientras Gulf se mordía otra vez el labio y suspiraba frustrado.

–Ve tú...– dijo Gulf mirando al jovencito a su lado– Quiero quedarme con Mew un rato más..., si él quiere, claro...

Mew, visiblemente impactado por lo que acababa de oír, levantó la mirada. Se encontró con los ojos de Gulf y le sonrió.

Y Gulf estuvo seguro de que nunca en su vida había visto una sonrisa tan hermosa como aquella...

 

 




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