Life Goes Better Together

4

Mew trató de concentrarse en la lectura por décima vez. Y volvió a suceder. No lograba leer más de un párrafo y los ojos se le iban sin permiso hacia la puerta entreabierta.

Esperaba un largo y tortuoso minuto y suspiraba frustrado al ver que no llegaba.

Con más ansiedad de la que podía soportar volvió su mirada al libro y trató de concentrarse. Era uno de sus libros favoritos. ¿Cómo era posible que ahora aquellas palabras no le hicieran sentir nada?

"¡No vendrá!, pensó mientras cerraba el libro en su regazo, "¿Cómo esperas que venga después de lo que le has dicho ayer? ¡Lo asustaste!"

–¡Me lo merezco! – se reprendió a sí mismo en voz alta.

–¿Qué es lo que te mereces?

La voz de Gulf lo hizo sobresaltar. Sin intimidarse por el silencio de Mew, Gulf se sentó en el borde de la cama y le sonrió.

–¿Cómo estás?

Mew sentía que se había quedado sin voz y asintió como toda respuesta, mientras lo miraba de arriba a abajo.

Gulf creyó que su ropa manchada del taller sería un problema y de un salto se levantó para no ensuciar la manta. Miró de reojo el libro que Mew tenía en su regazo.

–La metamorfosis...de Kafka...– leyó–No deberías leer esas historias...

– ¡Es uno de mis libros favoritos!– Mew parecía realmente indignado– Obviamente no lo sabes,– Gulf sintió los ojos de Mew otra vez sobre sus ropas manchadas– pero es una obra maestra de la literatura mundial...

–Me da igual. Es un pésimo libro, ¡termina muy mal!– dijo Gulf encogiéndose de hombros.

–Ese final es...– la voz de Mew se quebró.

–¡Ese final es un final que a ti jamás te va a pasar!

Los ojos de Mew se empañaron de repente.

–Gracias por venir, Gulf. Pero ahora debes irte. Tengo que tomar mi remedio y dormir.

Gulf se mordió el labio. Pensó en disculparse pero Mew ya estaba agarrando una pastilla y un vaso con agua de una mesa de noche que tenía cerca de su cama.

Gulf caminó hacia la puerta. Miró a Mew justo en el momento en el que se llevaba la pastilla a la boca y, en un arrebato de bronca y rebeldía, se acercó otra vez a él y le quitó la pastilla de la mano.

–No importa qué te guste leer. Lee lo que tengas ganas. Pero cuando estés conmigo, vive la vida en carne y hueso y no en las páginas de un libro... ¡Prepárate! Vamos a dar un pequeño paseo.

Gulf terminó de hablar sintiendo un miedo repentino de que Mew le pidiera que no volviera nunca más.

Pero Mew lo miró fijamente, y sintiendo un arrebato de calor y valentía que jamás había sentido, dijo sonriendo con picardía:

– Mi silla de ruedas está averiada. Tendrás que cargarme en tus brazos todo el tiempo...

"Toda la vida...", pensó Gulf, "te cargaré toda la vida, si me lo pides..."

 




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