–¡Hola, Gulf!– Alyn prácticamente se abalanzó sobre él y le dio un beso en la mejilla. Miró la silla de ruedas que Gulf empujaba y rió con malicia– ¡Ahora entiendo! Ese Mew es un mentiroso. Insistió en esperarte allí, en la cocina. Nos dijo que vendrías a visitarlo. Pero obviamente yo no le creía. ¿Por qué querrías tú visitarlo a él?– Alyn rió otra vez– ¿Cómo no lo pensé? Es por trabajo. ¿Finalmente pudiste arreglar esa cosa? No era necesaria tanta molestia. Mew no la usaba ni siquiera cuando funcionaba bien. Se la pasa encerrado en su habitación. Y sabes, yo...
Gulf notó que Alyn tenía intenciones de seguir hablando, así que tratando de no parecer demasiado descortés, avanzó con la silla hacia la cocina, murmurando algo parecido a un "lo siento, estoy apurado..." , dejando a la chica hablando sola en el medio de la amplia sala.
Tuvo que reprimir su enojo mientras avanzaba y cuando llegó, le bastó sólo un puñado de segundos de contemplación de aquellos ojos maravillosos para que se olvidara por completo de todas las Alyn del mundo.
Mariam y Mew estaban sentados a la mesa, preparando lo que parecían ser galletas.
–¡Llegaste!– sonriente Mew lo recibió con un abrazo y Mariam, al ver aquella sonrisa, sintió que se estremecía.
Aquella escena era algo excepcional. Ver a Mew sonriente, animado y lejos de la soledad de su habitación hizo que la mujer sintiera por aquel joven Gulf un agradecimiento profundo.
Mew le mostró a Gulf lo que estaba haciendo, con evidente orgullo, mientras éste saludaba a Mariam y luego se sentaba a su lado.
–¡Maravilloso!– exclamó Gulf– Es...un...¿dinosaurio?
–¡Es claramente un perro! – dijo Mew– ¿En dónde ves un dinosaurio?
Mariam reprimió una carcajada.
–Mew insistió en hacerte estas galletas, como agradecimiento, ya que tú insistes en no cobrarle por la reparación de su silla.– le contó la mujer mientras ponía la primera tanda en el horno.
–Mariam me las hacía siempre cuando yo era pequeño, y me encantaban. Y ahora quise aprender a hacerlas... para ti...
Una gran parte de la mesa estaba regada de pequeñas figuras de masa, la mayoría deformes y de tamaños distintos...
–Gracias...– le susurró Gulf a aquel rostro tan hermoso que ahora lo miraba embelezado.
Sentía que le costaba respirar así que se aclaró la garganta y miró a Mariam.
–¿Algo en que los pueda ayudar?– preguntó acercándose a ella.
Gulf puso las últimas bandejas en el horno mientras Mew y Mariam limpiaban la mesa. Por el rabillo del ojo, Gulf vio algo que le llamó la atención. Curioso, avanzó unos pasos y abrió una puerta vidriada, encontrándose con un pequeño espacio rectangular, lleno de cajas y muebles usados apilados. De un lado, una pared lisa, descascarada, y del otro, una pared completamente de cristal con una vista que dejó a Gulf sin aliento. Desde allí podía verse el amplio patio trasero de la casa en todo su esplendor; a un costado la enorme piscina y una línea de árboles frondosos detrás, a lo largo de toda la medianera. Y arriba, un infinito cielo azul celeste, iluminando cada rincón de aquella habitación.
Gulf miró a Mew y le hizo una seña.
– Es como un viejo desván. Adelante, entra...
Gulf se abrió paso entre las cajas y llegó hasta una puerta delgada y marrón que había visto desde la entrada. Se encontró, al abrirla, con un pequeño baño, completo y al parecer aún funcional pero visiblemente en desuso.
Gulf volvió minutos después a la cocina y sonrió. Y por supuesto, a Mew no se le escapó aquella sonrisa y quiso saberlo todo.
–¿Qué te parecería vivir en un lugar donde puedas ver un mundo verde, una piscina y un cielo infinito cada vez que abras los ojos por la mañana...? ¿Un lugar desde donde puedas acceder a toda la planta baja sin necesidas de que alguien te ayude?
Mew no necesitó saber más. Entendió la idea de Gulf. Primero sonrió emocionado pero un segundo después frunció el ceño.
–¡Mis padres lo odiarán!– dijo frustrado.
–¿Qué mejor razón que esa para hacerlo? Si me dices que sí, dejaré ese lugar impecable para ti. Lo convertiré en un refugio que adorarás. Sólo tienes que decirme que sí...
–Sí...– susurró Mew.
"Sí..., a cualquier cosa que me propongas...", pensó Mew.
Y tembloroso y conmovido, se secó los ojos para que Gulf no lo viera llorar.