Life Goes Better Together

15

–¡Sí que es rico el niño!

Una mano lo golpeó en la cabeza.

–¿Qué? ¡Es cierto! Tiene más cosas en esta habitación que en todas nuestras casas juntas.– susurró defendiéndose.

–A lo que vinimos...Tú te encargas de la ropa y de todo lo electrónico y yo, del resto.– murmuró el que lo había golpeado.

La habitación estaba en penumbras, a pesar de ser media tarde; las cortinas oscuras impedían que el sol entrara.

–¿No podemos encender una luz? 

–¡No! Lo despertarás y nos descubrirá... Deja la puerta abierta y que entre la luz del pasillo.

– ¿Y qué? La casa está vacía. Ni siquiera la señora de la cocina está. Y además, no creo que podamos llevarnos todo en un sólo viaje, Gulf...

Ante una seña insistente de Gulf, se pusieron manos a la obra. Los bolsos que traían fueron llenados en un santiamén: laptop, auriculares, tablet, ropa de marcas exclusivas, casi sin uso, algunos pares de zapatillas deportivas sin estrenar, cepillo de dientes eléctrico...

– ¿Cepillo de dientes? ¿En serio?

Gulf amagó con golpearlo otra vez.

–No te olvides de la televisión...– susurró.

–¿Televisión? ¡Cine...dirás! ¿Cuántas pulgadas tiene esa monstruosidad? ¡¿Noventa mil?!

–¡Cállate! Lo vas a despertar...

Ambos miraron al bulto de la cama apenas tapado con una manta fina. Parecía dormir profundamente. Gulf miró un pequeño frasco blanco en la mesa de luz. Y se preguntó con tristeza cuántas pastillas habrá tomado esa vez...

Con una nueva seña para que se apuraran, Gulf ayudó a su compañero a descolgar la televisión de la pared y a llevar los bolsos, ahora repletos, hasta el pasillo.

–Tú vete que yo ya voy...–susurró Gulf. 

Pasó sigilosamente cerca de la cama, sin prestar atención al joven que ahora parecía estar hablando en sueños. En una mochila, Gulf comenzó a guardar algunos libros que había en las estanterías, el escritorio y la mesita de luz. El primero que vio fue la metamorfosis. Su primer impulso fue arrojarlo por la ventana pero luego miró a Mew de reojo y acabó guardándolo en la mochila. Eligió con cuidado los que parecían más usados, más leídos, con páginas marcadas y párrafos pintados. Uno a uno los fue guardando. Algunos títulos llamaron su atención:

"Mi amor de Wathsap" de Keidy Hernandez Lugo

"La meta del 27" de Zack Lue y Evelyn Pichinelli

"Una moneda con tres caras" de Samuel Belmonte

"Sin nombre" de Angela Comesahna

"Ellas dicen" de Luna Acevedo

"Rubí" de Ester Aledo

'Letters for him' de Cynthia Frias

"Luces, cámara y...Amor" de Peka Tahuan

"Tatuados tus poemas" de Corazón De Meiga

"Decidido a olvidarte" de Thereza Payacan

Gulf leyó ese último título e inconscientemente miró a Mew. Y no pudo evitar suspirar.

Cuando notó la mochila llena, caminó hacia la puerta y contempló al jovencito una vez más. Y entonces notó que Mew tenía entre sus manos un libro. Al parecer se había quedado dormido mientras leía. Con sumo cuidado se acercó a él y le quitó el libro de entre las manos.

Y leyó el título:

"Yo te amo" de Aome Kanawut

Y no pudo evitar sentir una presión en el pecho.

–Yo te amo...– susurró mirando a Mew.

Y al notar que el jovencito se movía, le entró pánico y salió corriendo de la habitación, y cerró la puerta dejando todo en la más completa oscuridad.




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