Gulf llegó justo a tiempo para verlo salir. Para Mew, aquella era la mejor parte del día: encontrar a Gulf esperándole en la puerta del centro cultural barrial, vestido con el uniforme del colegio y aquella dulce e inigualable sonrisa suya era lo mejor de su vida.
Mew suspiró. Se depidió de sus compañeros y avanzó con la silla en su dirección. Gulf miró de reojo al grupo que se iba en otra dirección, mientras saludaba a Mew con un abrazo.
–Parecen todos muy simpáticos...
Mew se mordió el labio pero no dijo nada.
–Tenemos más autos hoy...Aún no lo creo. Tu padre sólo nos nombró una vez en una de sus reuniones en su club y ahora creo...que deberíamos contratar a más gente... A propósito, me pidió otra vez que te sugiriera que aceptes la silla de ruedas importada que te quiere regalar..., en vez de usar esta carcacha...
–Estoy muy feliz con mi carcacha, gracias...
Gulf lo miró sonriente.
Las tres cuadras hasta el taller las hicieron en silencio. Cruzaron por la hilera de la decena de automóviles en reparación. Todo estaba tranquilo ya que era la hora del almuerzo. Subieron la rampa y entraron a la pequeña casa de Gulf con un suspiro.
–¿Cómo estuvo tu clase de...arte?
–Hoy tuve taller de cocina; sabes que arte es los martes, natación los lunes y jueves y ese fabuloso trabajo de coordinador de taller literario que tengo es los viernes...¿Cuándo te aprenderás mis horarios?
Gulf rió divertido mientras desenvolvía el paquete que Mew había traído: algo...redondo..., con la mitad de la superficie quemada y aplastado en un extremo que asemejaba ser...
–¡Un bizcochuelo de limón!
Si Mew afirmaba que aquella masa deforme era un bizcochuelo de limón...¡pues lo era!
Gulf tomó un cuchillo, cortó una rebanada generosa y comenzó a comerlo como si fuera el manjar más exquisito del mundo.
Mew al verlo, suspiró y le hizo señas para que se sentara junto a él en la cama, mientras dejaba a un lado el libro que había traído de la biblioteca. Le limpió con suavidad los labios llenos de migajas y no pudo evitar temblar.
–¿Hasta cuándo..., Gulf?
Gulf tragó el último bocado y lo miró.
–¿Sabes qué día es hoy?– continuó Mew– Hoy hace cien días desde que nos conocimos. Y ese mismo día te dije que creía que eras lindo... Y lo sigo creyendo...Y hasta ahora no me has dicho nada.
Gulf suspiró.
–Sé lo que intentas hacer...– susurró Mew– Estás esperando a que yo conozca a alguien más. Quieres que entienda que no eres mi única opción. Por eso te pusiste contento cuando me anoté en tantos cursos. Pero, ¿qué crees, Gulf? Tú plan no va a resultar...
– Hay cientos..., miles mejores que yo allá afuera...– balbuceó Gulf con la voz quebrada.
– Hiciste esa rampa para mí, permitiste que trajéramos mi cama, acondicionaste tu baño para mí, permites que me quede contigo en el taller casi todas las tardes... ¿Por qué haces todo eso, Gulf? Dime, ¿no quieres estar conmigo? O acaso, sólo me quieres como a otro de tus hermanos...Porque ya deberías haberte dado cuenta de que yo te quiero de una forma...–Mew parecía quedarse sin aliento– Sea lo que sea, sólo dímelo y yo...
Pero Gulf no lo dejó terminar. Tomó el rostro tembloroso de Mew con ambas manos y lo besó.
¡Llevaba tanto tiempo deseando aquellos labios!
El beso que había nacido tímido, se fue volviendo intenso y desesperado; las manos de Mew comenzaron a desabrocharle la camisa a Gulf y el libro se deslizó hacia un costado, mientras los dos cuerpos se apretaban y suspiraban.
–Quédate...por favor...– susurró Gulf.
–¿Que me quede...todo el día?
Gulf no respondió.
–¿Que me quede...toda la noche?
Gulf seguía sin hablar.
Se miraron fijamente apenas separando sus labios.
– Quédate...todos los días y todas las noches...tanto como duren nuestras vidas...
Y en otro movimiento arrebatado, el libro, 'Life Goes Better Together' que se convertiría en el favorito de los dos, acabó por caer al suelo, justo cuando los gemidos de ambos llenaban la pequeña casa bañada por la luz tenue de un maravilloso y único sol invernal...
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