Liga Del Asfalto: Hijos Del Mañana - Libro 1

Capitulo 3

 

DUDA RAZONABLE

 

Los tres comieron en silencio. A pesar de los intentos vanos de la madre por promover una conversación, todo seguía igual. El padre de Lázaro lo veía como si esperara algo de él. De improviso, comenzó a hablar con su mujer sobre el trabajo. Ese tipo de conversaciones eran muy aburridas para el chico, y luego de aquello siguió una charla sobre la política, sobre todo de un hombre llamado Henry Oberon. Lázaro consideró esa parte de la charla más aburrida que la anterior.

 

Al terminar de comer, el muchacho pidió permiso para levantarse y, con un gesto, su madre se lo dio. Al levantarse calmadamente, su padre lo detuvo.

 

—Lázaro, ¿tienes algo que decirnos?

 

La madre estaba un poco asustada con esa pregunta; temía que se tratara de algo malo. Miró a su hijo y lo apreció tranquilo. De hecho, parecía que ni el mismo entendía de qué se trataba al contestar la interrogante diciendo algunos detalles de su primer día en el colegio.

 

—¿Eso es todo lo que tienes que decirnos? —insistió el señor Ximénez.

—¿Qué más quieres saber? ¿Mi color favorito? —dijo el joven en broma.

—No, me imagino que no. Entonces duerme bien, hijo mío.

 

Lázaro estaba confundido mientras caminaba a su habitación ¿Por qué su padre le haría esas preguntas?

 

****

En la Institución Educativa Abraham Medina, durante el primer recreo, Christian observaba cómo Circe se relacionaba con los demás. Parecía ser algo muy natural para el resto de los alumnos, pero para él era difícil. A duras penas hacía amigos y, después del divorcio poco pacífico de sus padres, se había vuelto cada vez más retraído.

 

—¿Qué te pasa, Christian? ¿En qué piensas? —preguntó Lázaro, quien se le acercó de repente.

—En nada en particular.

—Conozco esa mirada. Tal vez los demás no lo sepan, pero yo sí: algo te preocupa.

 

Christian se sorprendió al principio. Trataba de ser lo menos expresivo posible y, sin embargo, su amigo se dio cuenta que algo lo inquietaba.

 

Antes de que pudiera decir cualquier cosa, se les aproximó Circe. Su pelo corto, su perfume y su forma de caminar eran detalles muy difíciles de pasar por alto para Christian. «Me gustaría llevarla de paseo —caviló Christian—. Es muy, muy linda».

 

Circe les explicó que cada semana tenía una reunión con Anthony, además de reuniones en Bellas Artes tres días por semana en las tardes.

 

—¿Cómo haremos con el trabajo de Historia?

—Está muy ocupada —se dijo Christian a sí mismo—. No tendrá tiempo para ir conmigo a tomar un helado.

—De verdad no se me ocurre nada —intervino Lázaro—, pero no te preocupes, que Christian arreglará todo —finalizó dándole una palmadita en la espalda a su amigo.

—¿Yo? —preguntó Christian, tranquilo por fuera pero nervioso por dentro, porque temía que Lázaro lo comprometiera con ella.

 

Le explicó que Christian era una persona muy brillante y que por eso creía que él arreglaría todo.

—¿Así que eres muy listo? —preguntó Circe, sonriéndoles.

 

A Christian le gustaba mucho verla sonreír y la admiró por unos segundos.

—Reúnanse conmigo a la salida, tendré algo arreglado para entonces.

 

Circe advirtió la seriedad en su rostro y supuso que el trabajo de Historia era importante para él. Le dijo que no había problemas y que le avisara a Romina. Luego, se fue.

 

—Eso no fue muy amable, Christian —expuso Lázaro.

—Creo que no soy muy bueno en eso de tener amigos; mucho menos amigas —habló Christian, un poco decaído.

—No te preocupes, lo único que tienes que hacer es sonreír un poco.

 

Al entrar nuevamente a clases, el profesor Rangel notificó a los alumnos de la realización inmediata de un examen de evaluación matemática para determinar el nivel de conocimiento de sus alumnos, a ninguno le agradó la noticia, mucho menos a Lázaro que ha tenido una lucha sin cuartel contra las ecuaciones y las fórmulas desde que entró a la secundaria.

 

El maestro repartió la hoja de la prueba, que no era otra cosa que una hoja con tres problemas para resolver, uno correspondiente a cada año del ciclo básico. Tenían media hora para terminarlo.

 

—¡Estoy muerto! —murmuró Lázaro a Christian.

—Tranquilo. ¿No escuchaste? Esta prueba no tiene puntos.




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