Liga Del Asfalto: Hijos Del Mañana - Libro 1

Capitulo 6

 

PEREGRINO

 

—Circe Durán — Fue el nombre que pronunció Christian.

—¿Circe? Vaya, vaya, tienes buenos gustos, mi amigo —comentó Lázaro mientras hacía el camino de regreso a Christian

—¿Por qué?, ¿crees que es bonita?

—No es fea, pero he encontrado mejores. Ah, te digo algo, si alguna vez salen al cine, no la lleves a ver películas de terror o de suspenso, por si acaso.

—¿Y tú como lo sabes?

—Pues, no sé —mintió Lázaro al salir del conducto—. Pero sabes cómo son las mujeres, son todas miedosas.

 

La llamarada que bloqueaba el camino se había disipado y los dos jóvenes marcharon por el corredor, que amenazaba con hacerse pedazos. Al cruzar a la izquierda, se encontraron con varios enemigos que se aproximaban implacablemente. Detrás de los adversarios, en la pared, sobresalía un tubo transparente con algo amarillento en su interior.

 

—¡Desgraciados! ¡Tomen esto! —exclamó Lázaro descargando su arma a discreción.

—¡No, aquí no, que hay…!

 

La advertencia de Christian llegó tarde. Una de las ráfagas tocó el tubo, lleno de una sustancia inflamable. La explosión resultante convirtió todo en un infierno, y los jugadores fueron barridos.

 

CORREDOR 17.

ANÁLISIS DE LA MISIÓN: COMPLETADA EN UN 30%.

RENDIMIENTO: BAJO.

PUNTOS: 45000. FIN DEL JUEGO.

 

Los chicos se quitaron los visores y los guantes especiales. Cada uno se levantó de su silla  y abrió la puerta de la cabina. Al salir de allí se vieron en la sala principal del establecimiento de juegos de video, donde otros jóvenes pasaban (o perdían, según la opinión de cada uno) su tiempo con las maravillas del entretenimiento electrónicos.

 

—Conductos de plasma. ¿Cuántas veces debo decirte que no dispares cuando hay conductos de plasma cerca? —preguntó Christian.

—Bah, ya tendré mi revancha para la próxima. ¡Vas a ver! —sentenció Lázaro.

—Si seguimos así, no podremos ganarle a los chicos que se conecten a Virtual Link. Menos mal que no estábamos conectados.

 

Virtual Link era para la realidad virtual lo que la Interweb para las computadoras. Los dispositivos de realidad virtual podían acceder a él por medio de una conexión vía network. Cualquiera podía conectarse a diferentes servidores que cumplían distintas funciones, por lo que cada servidor funcionaba como un mundo artificial individual —y había tantos «mundos» como lugares en la Interweb.

Al salir de la sala de juegos, Christian cavilaba en las cosas que tenía en común con Circe; cada vez, lamentablemente, se daba cuenta de que no eran muchas. No parecía haber algo más allá en el horizonte, así que decidió hacer lo que muchos jóvenes enamorados hacían: encargarse de crear ese «vínculo especial», aunque eso significara mentir.

 

****

 

Otra vez era de mañana en la casa de los Ximénez. Lázaro se preparaba para salir a la Institución Educativa Abraham Medina. Bajó las escaleras y fue directo a la cocina. En  la mesa, junto con su vaso de jugo y un pan, vio a su padre ya vestido para salir.

 

—Parece que te gusta madrugar, ¿no? —preguntó Lázaro mientras bebía del vaso.

 

—Claro que madrugo, ¿sabes? Eso es lo que hacen las personas que trabajan —le respondió su padre—. Pero tú no sabes de eso, ¿verdad?

 

Su hijo se le quedó mirando por esas palabras. Rato después, intentó nuevamente convencerlo de que mudarse era una mala idea, al menos desde su perspectiva, pero cuando Juan Ximénez tomaba una decisión, la sostenía hasta las últimas consecuencias: ésa era su virtud

—Y también su debilidad.

 

Ese día, al principio de las clases, Lázaro conversó nuevamente con Christian sobre el tema del viaje. Le preocupaba más que nada el desarraigo. No se percataron que Romina escuchaba la conversación sin que ellos se dieran cuenta de su presencia. Aprovechó un momento para contarle el chisme a su amiga Circe y, tan rápido como un e-mail, se lo contó a los demás. Para el segundo recreo, Lázaro se disponía a merendar, preocupado por su futuro en otro continente.

 

—¿Cómo está todo? —preguntó Circe sonriendo mientras se le acercaba.

—Eh, Bien, no hay novedad —mintió Lázaro, un poco extrañado por la pregunta.

—Dime una cosa: ¿Te gusta la música clásica?

—No en realidad.

—Ah, porque yo voy a tocar con mi grupo en un pueblito de las afueras, en Aylón. Será el sábado en la tarde y pensé que tal vez querías asistir.

 




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