Liga Del Asfalto: Hijos Del Mañana - Libro 1

Capitulo 13

HEREDADES

 

Las pesadillas nos las que generalmente hacen que las personas se despierten de golpe en la madrugada, en el caso de Christian Siller fue un sueño de las cosas que no hizo lo que forzaron que sus ojos se abriera y su mente se agitara.

 

Su subconsciente lo llevó a Aylón, lo llevó a ella, a la violinista a la cual se acercó tímidamente para contemplarla, estando juntos ella le habló lo que él tenía ganas de escuchar, él le dijo lo que se moría por decirle y sus manos se estiraron para tocarse, todo lo opuesto a lo que realmente ocurrió, para su espíritu fue demasiado vivir una fantasía que se terminaría apenas sonara la alarma.

 

Christian abrió sus ojos y se levantó de golpe de la cama. Sudaba mucho, como si hubiera soñado con el Diablo. También tenía algo en el estómago que le causaba molestia. «Esas son pequeñas contracciones musculares en el tracto digestivo, causado por terminaciones nerviosas del sistema nervioso central».

 

Se levantó de la cama en medio de la oscuridad y vio la hora en el reloj digital. Eran las cuatro de la mañana, por la ventana miró las luces de los suburbios, aquellas casitas habitadas por los pobres, durante esas horas muchos ciudadanos dormían plácidamente luego de su jornada diaria, pero a algunos les costaba dormir más que a otros, uno de esos era Christian Siller cuyas preguntas sobre el divorcio de sus padres lo han estado atormentando en la oscuridad de su habitación.

 

Pero en esta ocasión fue otro motivo el que no lo dejaría dormir uno caracterizado por el misterio y la belleza.

 

«Mariposas en el estómago», dijo para sí en voz alta. Fue entonces que, de manera ilógica, decidió prender su computadora y usando las pantallas Holográficas buscó por la Interweb para Foto de Circe Duran, no fue demasiado difícil hallarla y la transfirió a su P.A.C (Pocket Advanced Computer), un modelo de computadora portátil. Al concluir, se detuvo. Quedó allí en la oscuridad viendo la foto de Circe.

 

Apagó la computadora, salió de su cuarto y entró al baño. Prendió la luz, abrió el grifo del lavamanos y enjuagó su cara. Se miró en el espejo y se sintió entonces enojado consigo mismo, tanto por lo realista del sueño como por su reflejo. Por alguna razón, la imagen que observaban sus ojos adormecidos era menos que agradable.

 

Golpeó entonces la pared con furia e impotencia. «¡Maldita sea, ¿qué está pasando aquí!?», pensó, con el ceño fruncido.

 

****

 

La computadora se encendió automáticamente. La música sonaba por los altavoces y en la pantalla se mostraba la fecha y la hora. En la cama y con mucho desgano, Lázaro Ximénez se iba incorporando. Otro día de escuela lo esperaba.

 

—Qué fastidio —dijo en voz baja—. No me gusta levantarme temprano.

 

Se aseó y vistió. Llegó a la cocina, todavía hecha un desastre, y se preparó algo de comer. Estaba listo para partir cuando su madre lo interceptó.

 

—Hijo, tenemos que hablar —dijo la señora Laura.

—Sí, claro, no hay problema.

 

La madre le explicó que ahora se hallaban solos, en una nueva situación, donde ambos debían ayudarse mutuamente para salir adelante. Más que nunca, Lázaro debía esforzarse en sus estudios para tener un futuro.

 

—¿Pero qué hay del dinero de papá? ¿Qué hay del tuyo?

—No estamos hablando de tu padre—Habló al borde de las lágrimas— Estamos hablando de tu futuro.

 

Laura le dio un tierno abrazo y un beso, como sólo una madre puede darlos, le comentó igualmente que en la sala había una caja con algunas pertenencias de su padre, pero que  aún faltaban algunas cosas por recoger, y que si podía hacerlo. Lázaro aceptó ayudar a su madre y dijo que se encargaría de todo al volver.

 

Al salir, Lázaro notó la caja en la sala y decide echarle un vistazo. La mayoría eran artefactos electrónicos usados cuando sus padres eran niños. «No sabía que papá guardaba estos vejestorios». De ente todos los aparatos, hubo uno que llamó su atención. Parecía n visor de realidad virtual, de color rojo y controles de mando negros. El nombre del producto estaba grabado a un lado: “VR-Zone”. Junto con unos cables que no parecían ser del diseño original, traía además un juego y las baterías.

 

«Por Dios, esto sí es viejo —pensó, asombrado—, Debe de tener más de cuatro décadas, si no me equivoco». Lo sacó de la caja y lo examinó. Parecía estar en buenas condiciones.

«Cuando pueda, le digo a Christian que le eche un ojo».

 

El VR-Zone fue lanzado en los años de niñez del padre de Lázaro. Con un primitivo procesador, el aparato de entretenimiento producía efectos en tres dimensiones, aunque su condición monocroma probó ser un límite para las capacidades gráficas. A pesar de que no había tenido un buen desempeño comercial, el sistema se ganó un público leal a lo largo de los años. Su padre lo compró a sabiendas de que era una reliquia, algo para pasar a sus hijos, que esperaba que apreciaran artefactos de esa naturaleza.




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