AGUAS TURBIAS
Un sonido saca Christian de sus pensamientos, era el sonido de su propio nombre, pronunciado por una joven de un traje de baño de una sola pieza, con ojos tan azules como el firmamento y cabello tan rubio como el oro. «¡Ci… Circe!», pensó Christian, lleno de ánimo al verla, tanto que una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
Ella se sentó a su lado. Estaba toda mojada y su traje de baño la hacía mucho más linda de lo que era. «No lo creo —pensó Christian—. Está en traje de baño, ¡y en directo! ¡Inestimable!».
Luego de saludarse ambos decidieron pasarla bien con los demás en la piscina, pero cada uno a pesar de estar junto con Débora, Anthony y Circe, a pesar de la música, de la risa y de los juegos, Christian parecía un tanto distante. Su actitud fue vista por Circe y por otra chica que andaba por allí.
—¿Viste aquel chico de allá?, es medio raro ¿no? —le comenta dicha adolescente a una amiga mientras que con un dedo apunta con discreción hacia Christian y a los demás en la piscina.
—¿Cómo que medio raro?, ¿le falta un ojo? —pregunta la amiga en tono de burla.
—Claro que no, es que tiene como un aura diferente, no se comporta como los demás chicos.
—¿Y cómo se supone que se comporta los demás chicos Nayive?
—Pues no sé. Bueno, no importa. ¡Vamos a jugar volleyball!
Al irse Nayive ve como Christian era indiferente a todo lo que lo rodeaba, incluso al estar sentado escuchando chistes o cosas graciosas con los demás parecía no poder reaccionar de la misma forma que el resto a pesar del esfuerzo por hacerlo posible. En una oportunidad y, para saber qué le pasaba, Circe se le aproximó.
—Christian, ¿puedo hablar contigo?
El adolescente asintió con la cabeza. Circe lo tomó de la mano para poder hablar en paz en otro lugar. Al caminar, el joven Siller no podía creer su buena suerte. «Creo, creo que es la primera vez que toco su piel —pensó al tocar su mano—. A pesar de tener las manos mojadas, su piel sigue siendo muy suave».
Circe lo llevó a un rincón para poder hablar más tranquila con él. Christian era una masa de nervios. «¿Para qué me habrá sacado del grupo? ¿Qué es tan importante que sólo me lo tiene que decir a mí? Será que…»
—Christian —comenzó a decir Circe—. Desde que llegaste, te he estado viendo mucho y bueno… —«¡Oh, por Dios! ¿Será que podré estar con ella?, ¿pero qué le puedo decir?, ¿qué digo? ¡Bah, tengo que calmarme! Puedo resolver un crucigrama en 90 segundos. Seguro puedo con esto».
—¿Puedo preguntarte algo?
—Sí, Circe, lo que tú quieras.
—Tienes una cara muy seria desde que te vi. Dime, ¿te pasa algo malo que no nos quieres decir? —«Así que al final era eso —pensó con desgano, pero luego su humor cambió—. Ella, está preocupada por mí, es una sensación tan sobrecogedora. ¡Sabía que se me iba a dar!».
—No, no me ocurre nada —mintió el joven.
—Hm, no lo sé. Antes de irme al baño, cuando llegaste, pude ver que discutías con Romina, y todo este tiempo te ha visto con una cara muy fea.
—Es una habilidad innata en ella.
El comentario sacó una pequeña sonrisa en Circe la cual Christian disfrutó.
—En fin, ¿ella te dijo algo que te molestó?
—No, para nada.
—¿Y por qué esa cara? Anthony la está pasando de maravillas. —Christian tomó su tiempo para contestar.
—Es que, estar entre tanta gente me resulta algo incómodo.
—¿De verdad?, pero no comprendo, ¿entonces por qué viniste?
—No es por qué vine, es por quién vine —respondió con determinación y timidez a la vez. Circe no sabía qué decir y mantenía sus ojos abiertos de par en par.
—¿Cómo, qué por quién? —se animó a preguntar.
****
El joven Ximénez aprendió desde pequeño a tener que hacerse respetar.
Comenzó al darse cuenta en la escuela primaria, su padre no deseaba que su hijo fuera criado distinto a los demás, por lo que lo inscribió en un colegio alejado de los lujos y las pretensiones.
Pero incluso los niños saben cuándo alguien es diferente, sin ningún tipo de conocimiento de economía comprendieron perfectamente que existía algo que los separaba del niño Ximénez por lo que comenzaron a burlarse de él.
Lázaro no tardó en entender que no había mejor forma de obtener el silencio y el respeto de sus compañeros que los golpes, debía tener los escrúpulos para poner a cualquiera en su sitio cuando fuera necesario.
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Editado: 12.06.2020