Liga Del Asfalto: Hijos Del Mañana - Libro 1

Capítulo 23

 

WONDERWORLD

 

Con el ceño fruncido, el joven motociclista lanza su ataque impiadoso, no obstante el grito de dos chicas y la mirada de sorpresa de su víctima de ojos verdes detienen su mano vengadora a escasos centímetros de su objetivo.

 

—Pero… —dijo Lázaro soltando el brazo de la chica.

—¿¡Qué te pasa!? ¿¡Estás loco!? —preguntó la que estaba siguiendo a los chicos.

—¿¡Pero como se te ocurre seguirnos así Débora!? — Exclamó Lázaro molesto.

—Yo únicamente quería darte una sorpresa, estabas muy tenso el sábado.

—¡Pues la sorpresa te la puedes meter en el…!

—Perdona las groserías de mi amigo —interrumpió diplomáticamente Anthony—, pero comenzó el día bastante mal. Unos tipos lo golpearon.

—No era necesaria la explicación, Anthony, ¡y quiero recalcar que tenían la ventaja!

 

Los chicos se dieron de cuenta quien era la acompañante de Débora. Era una jovencita con pecas en las mejillas, con unos delicados labios pintados con un color suave. La memoria de Christian no tardó mucho en devolverle un recuerdo.

 

—¿Tú? —preguntó Christian.

—No era mi intención molestarlos. Débora sugirió que sería divertido.

 

Débora la presentó como Nayive Pizarro, estudiante de tercer año, la había traído para que agradeciera personalmente al muchacho que la salvó.

 

—Es que yo… —expresó Nayive, enrojecida.

—No te pongas con esa Nayive, ¡anda y dile! —sugirió Débora empujándola por la espalda para ponerla frente de Christian.

 

Los dos se miraron, aunque era visible que a Nayive le resultaba un poco incómodo por su timidez Christian continuaba con su rostro neutral. Los demás observaron sonrientes.

 

—Muchas… muchas gracias por salvarme, Christian —dijo la chica de pecas esperando, ansiosa, una respuesta que derivaría de la conversación.

—No hay nada que agradecer, Nayive Pizarro —dijo Christian—, pero ahora tengo que buscar a mi hermano a su colegio.

—¡Un momento! —Intervino Débora—. ¿Y un besito, al menos, no hay?

—¿Qué? —preguntó Christian, extrañado y ruborizado.

—¿Pero tú no te cansas de joder? ¡No es momento para estar con esas cosas! —dijo Lázaro para luego retirarse.

—Adiós, Nayive Pizarro —se despidió Christian, para también partir.

 

Anthony se quedó un instante con las chicas para excusarse por el comportamiento de sus amigos.

 

—Por favor, perdónenlos, hoy no fue un día nada bueno para Lázaro, y Christian, lo pondré así, es más cerrado que una caja fuerte, pero ya que estamos aquí, estaría encantado de invitarles un refrigerio.

—Yo sé que lo dices de buena intención, guapo —dijo Débora—. Pero creo que fue un poco por mi culpa, por cierto, ¿cómo es eso de que a Lázaro le pegaron?

—Unos chicos lo interceptaron mientras caminaba con Circe. Al parecer eran pandilleros que…

—¿Pandilleros? —preguntó, preocupada. Era inevitable no pensar en Ícaro. «Seguro fue ese con sus amigotes».

—Por cierto, señorita — Dijo Anthony dirigiéndose a Nayive — No crea que se va con las manos vacías — Sacó de su mochila la fotografía de Christian al momento de irse de la piscina, su rostro lucía un poco tenso y sus ojos exhibían un aire melancólico. La adolescente de pecas tomó la foto entre sus manos.

—¿¡Tienes las fotos!? —preguntó Débora, entusiasmada—. ¿¡Puedo verlas!?

 

—Eh, lo que pasa es que sólo traje ésta, ¿ves? Se suponía que era para la mamá de Christian, pero me dijo que tiene muchas fotos de él. Ja, ja, ja —dijo Anthony—. Pero hoy las busco y veo si las podemos revisar un día de estos. Mañana, si quieres. —«¡Por Dios, si ve las fotos que le tomé, me decapitará!», pensó.

 

****

Cuando dejó a Jordan en casa, Christian fue a la residencia de Lázaro para volver a armarle su computadora con un nuevo disco duro. En aquel hogar todavía se sentía la presencia fantasmal de Juan Ximénez. Si Lázaro prestaba atención, podía oler la colonia de su progenitor aun flotando en el ambiente. Al terminar su labor, Christian habló con su compañero hasta bien entrada la noche.

 

—Oye, esa chica que vino con Débora no está nada mal déjame decirte — Comentó Lázaro a su amigo antes de irse.

—Si tanto te gusta, te la puedes quedar tú —dijo Christian, en broma.

—No me refiero a eso, es decir, sé que te gusta Circe y está bien, ¿pero no has pensado en que a ella tú no le gustas?

—Yo pienso en todas las posibilidades pero, creo que ella se preocupa por mí, al menos sé que simpatía me tiene. Eso puede ser un comienzo.




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