Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 2

TRIUNVIRATO

 

Una campaña política debía prepararse desde bien temprano. Competir contra Henry Oberon era una tarea ardua y difícil, y William Jaimes lo sabía bien.

 

Pía Jaimes, era consciente de la presión que abordaba a su padre, en las oficinas que servían como cuartel general del Partido Renovación ella proveía el confort y el cariño que el candidato necesitaba.

 

—Te ves terrible—Le dijo Pía a su padre.

—No dormí bien ayer, me quedé despierto hasta tarde revisando las estadísticas con Irvin, los números son buenos pero a veces creo que no son suficientes.

—Papá, ven acá, siéntate—La joven comenzó a hacerle un breve masaje a su padre en los hombros, estaba muy tenso y no era para menos, estaba compitiendo para dirigir el destino de 25 millones de personas—Mira como estas, tendré que hablar con Irvin para que deje de perseguirte con tantos gráficos y hojas de cálculo.

—Ja, ja, ja a veces creo que me cuidas más que tu madre.

—Tal vez, ¿sabes lo que necesitamos?, irnos a casa de campo de mamá, podríamos ir unos días para allá.

—Siempre te gustó ese lugar, no dejabas de pedir que te lleváramos para allá cuando eras niña.

—Supongo que es un lugar importante en mis recuerdos.

 

William se levantó de la silla para darle un beso a su hija.

 

—Y tú eres lo más importante en los míos.

 

William salió de las oficinas para poder encontrarse con algunos candidatos del Partido Renovación que militaban para las otras alcaldías, lo importante no sólo era ganar la Alcaldía Mayor sino garantizar algún tipo de hegemonía partidista en los sectores que componían la metrópolis.

 

En el camino, dos hombres armados lo interceptaron y lo obligaron a subir a un vehículo. William no creía en guardaespaldas, en un intento para separarse de las costumbres y prácticas de Henry Oberon. Una vez dentro del automóvil, le taparon los ojos con una venda. Asustado, William preguntaba por qué se lo llevaban, adónde se dirigían y si lo lastimarían. Ninguno contestó.

 

Lo desplazaban a algún lugar de la ciudad; en una amplia habitación lo obligaron a sentarse en una silla, le quitaron la venda y puede ver frente a él un sobre en el suelo, más allá de eso hay tres “holoproyectores”.

 

—¡No saben lo que han hecho! —Dijo Jaimes a sus captores—. ¡La policía los buscará por todas partes!

 

Los tres holoproyectores transmiten una imagen rectangular negra, esos monolitos creados por la tecnología tenían escrito cuatro letras: V.I.R.U.S.

 

—¡Ustedes! —Preguntó Jaimes— ¡¿Cómo se atrevieron a traerme hasta aquí?!

—Podemos atrevernos a muchas cosas—Se escuchó una voz masculina modificada por computadora.

 

William supo de inmediato que si se atrevieron a un secuestro era porque estaban dispuestos a intervenir en las futuras elecciones.

—Supongo que saben quién soy, pero no sé quiénes son ustedes —Increpó el candidato.

—Yo soy La Primera Compañera — Se escuchó una voz que parecía salir de una de las proyecciones holográficas.

—Yo soy La Segunda Compañera — Se escuchó luego.

—Y yo soy El Camarada Supremo — Se presentó la primera voz que habló — Juntos somos V.I.R.U.S.

 

El político no tenía la más mínima intención de provocarlos, si eran los que decían ser, estaba entonces frente a una organización que trabajaba en la oscuridad sin escrúpulos y sin conciencia.

 

—¿Qué quieren de mí? —Preguntó.

—Queremos que ganes— El Camarada Supremo —Y si queremos que ganes, significa que queremos que Henry Oberon pierda.

—Y está claro que necesitas un poco de ayuda, han conspirado contra ti—Dijo La Segunda Compañera.

—¿Conspirado contra mí?

—Le aconsejaría que abriera el paquete que está frente a usted —dijo La Primera Compañera.

 

Con desconfianza William Jaimes abre el sobre, en él hay fotos de un pasado que era mejor olvidar, eso lo llevaron al extremo de derramar algunas lágrimas.

 

—No tienen límites —dijo William, aún impactado por lo que había visto—. Debe ser una broma, un vil truco de computadora.

—Son tan originales como su nombre —Dijo El Camarada Supremo.

—Así que eso es todo, ¿no? ¡Un vulgar chantaje para ayudarlos!

—Aunque no lo crea, esas fotos no son nuestras. Un pirata informático que trabajaba para nosotros las sacó de los archivos de Henry Oberon —Dijo La Segunda Compañera.




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