Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 3

ATENTADO

 

—¡Hermanito! —dijo el niño que abrazó las rodillas de Christian. Le contestó con una sonrisa y acarició su cabeza.

—Mamá, no pudo venir Jordan —dijo Christian — Vine a buscarte, no vamos a casa.

—¡Pero mira qué lindo es! —exclamó Nayive acariciándole el rostro al niño.

 

Christian presenta a la joven de pecas a su hermano como una amiga, de esta forma los tres caminan alejándose del Colegio Pompei sin saber que una muchacha los estaba siguiendo. «¡Qué desgraciado! —Pensó Romina—. Usó al hermano para engancharse con la chica».

 

Nayive y Jordan congeniaron muy bien. A lo largo del camino estuvieron jugando y riendo. En tanto, Christian continuaba pensativo.

 

—Ja, ja, ja. ¡Vamos, Christian! —Dijo la joven jugando con Jordan—. No seas tan serio y juega con nosotros—. Christian no contestó.

 

Llegaron al edificio donde vivían, Nayive comentó que ella residía por esa zona.

 

—Lo más cómico es que nos pudimos haber visto antes, que raro ¿no?

 

Christian tomó la torta que le hizo Nayive, se la dio a Jordan diciendo que ella se la había preparado especialmente a él, y la chica de pecas no sabía que decir. «Eso fue muy tierno», pensó al escuchar el agradecimiento de Jordan, que entró al edificio para llamar al elevador.

—Tu hermanito es muy dulce —dijo ella ahora que los dos estaban solos nuevamente.

—Creo que lo heredó de mamá —acotó Christian.

—¿Y tú que heredaste de ella? —preguntó tiernamente.

—Creo que los ojos y el cabello, lo demás es de papá —contestó recordando las peleas de sus padres antes del divorcio—. Pero eso puede ser relativo.

—¡Ah! —Exclamó ella mientras veía su reloj—. Ya es hora de volver a casa —se despidió de Christian y, caminando, lo despidió con la mano— ¡La pasé muy bien, nos vemos mañana! —«¿Mañana?», pensó Christian. Al estar a punto de entrar al edificio una voz femenina se hace escuchar.

—Ahora ya lo sé, esa cara de que nada te importa es la máscara perfecta. Nadie se daría cuenta de que no eres más que un donjuán de cuarta.

—Otra sorpresa —dijo Christian, con su voz neutral—. Aunque debo remarcar que la anterior era al menos más agradable.

 

Romina le dijo que sabía que gustaba de Circe, que había visto lo que ocurrió en la plaza y en la piscina cuando estaban a solas pero que aun así se había aprovechado de la chica que salvó.

 

—¡Y te digo más! —Continuó Romina—. ¡Si alguna de esas chicas termina lastimada por ti, especialmente Circe, yo personalmente te voy a patear hasta China!

 

La muchacha de anteojos esperaba alguna reacción de Christian, algún insulto, una mala mirada, cualquier cosa, pero él continuaba igual, tranquilo e inmóvil.

 

—¡Bueno, dime algo! —se quejó Romina.

—Estoy sacando mis conjeturas sobre esto —dijo Christian.

 

Segundos después, le explicó que le parecía muy raro que alguien que dice no importarle lo que él haga, y sobre todo con quien lo haga, le dijera esa clase de cosas.

 

—Tal vez lo que ocurre es que deseas proteger a Circe de algún mal de amor —continuó Christian—, pero también parece que todo lo que hago, incluso la inactividad, te preocupa mucho, ¿no?

 

Ella mantenía el ceño fruncido, los puños cerrados y el rostro un poco rojo.

 

—Me parece que me estás dando mucha importancia, pero que no era esa tu intención, ¿verdad? —Dijo Christian, con voz neutra, a una Romina a punto de estallar—. Pero creo que las cosas simplemente te salieron así: en vez de quedar como «la amiga defensora», terminaste como «la psicópata perseguidora».

 

Trató de irse con su hermano menor, pero Romina gritó sin importarle que los transeúntes pudieran escucharla.

 

—¡Un momento, Christian!

—¿Qué pasa?

—¡No puedo ni mirarte!, ¡me pareces despreciable!

 

Esperaba que se hubiera sentido avergonzado por que una chica le gritara en plena calle.

 

—Hm, pues a mí no me pareces despreciable —dijo Christian—. A decir verdad, trato de que me resultes indiferente. —Se dio vuelta y se marchó con su hermano a casa.

 

El ser humano tiene diferentes formas de lidiar con los sentimientos negativos que emanan de los demás hacia uno, odio, rencor, vergüenza, pero para Romina uno de los peores sentimientos era la indiferencia. Apretando los puños hasta más no poder, comprendió que no le quedaba otra sino insultarlo a todo pulmón.




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