Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 7

PREPARACIÓN

 

Los jóvenes estaban reunidos alrededor de un mapa de la urbe como si planearan una estrategia militar, aquella noche, mientras tomaban alcohol, debatían en un leguaje extraño para cualquiera que no supiera de la jerga juvenil.

 

La reunión fue en una de las muchas esquinas de la ciudad que están cubiertas bajo el manto de la oscuridad, jugaban con fuego y lo sabían, por lo que se daban las instrucciones verbalmente, sin papeles, sin correos electrónicos, sin llamadas, sin rastros, los únicos testigos parecían ser los perros callejeros, los gatos que se alimentaban de las inmundicias producidas por la sociedad y tantas otras alimañas propias de una metrópolis.

 

Ya estaban a punto de terminar cuando una luz roja se reflejó en las paredes, luego una azul, otra blanca. Las luces comenzaron a entremezclarse. Se escuchó entonces el sonido de la sirena y el de una voz del vehículo ocupado por agentes del orden.

 

Los policías apuntan con una linterna a los chicos dando la voz de alto, como roedores aterrados los chicos salen corriendo en diversas direcciones, el motor de la patrulla ruge mientras los policías van es su captura.

 

Uno de aquellos jóvenes estaba asustado, vestido con los colores que representaba a su pandilla corría espantado observando como los policías lo perseguían a él y a otro pandillero rival, escucha las detonaciones de zappers, no tenía el valor de ver hacia atrás, si el joven a su lado o los policías. La luz que lo alumbraba había dejado de hacerlo y fue entonces cuando se escondió detrás de una pared desnivelada, acostado boca abajo.

 

En pocos minutos de carrera ya estaba todo transpirado, su nariz goteaba sudor por el cansancio y los nervios. Más detonaciones de zappers, más órdenes de alto y detonaciones de armas de fuego.

 

Parecía ser de las típicas redadas de la policía a las pandillas que vendían material de contrabando, pero el joven no estaba allí para comprar algo, sino para estar seguro de que un rumor era cierto.

 

Por unos instantes, tal vez 10 minutos o más, los ruidos que se escuchaban eran la voces de los agentes del orden, por lo que decían habían capturado a unos cuantos, pero la luz de sus linternas seguían iluminando la zona, el joven seguía en el suelo, respirando con calma, inmóvil incluso ante la presencia de cucarachas cerca de sí, o del viento frío que le recorría la espalda, minutos más tarde, felices de haber capturados a los pandilleros, los policías se retiraron.

 

Completamente sudado, aquel joven sigue corriendo entre la oscuridad para llegar hasta el local nocturno Caja Negra, cerca del Centro Comercial Terra Nova, zona controlada por Los Mavericks, uno de los muchos escondrijos donde incógnitas agrupaciones de rock hacen sus demostraciones artísticas a su joven público que los vitorea hasta que se olvidan de ellos al día siguiente.

 

El muchacho entra sin ningún problema al local, los jóvenes disfrutaban del licor, el Klick y la música. Caminó por entre la gente hasta llegar al líder de su pandilla, un joven con un tatuaje verde fosforescente en el rostro abrazando a una pulposa chica.

 

—¡Marcos, tengo que decirte algo!

—Por Dios, mira que facha tienes, estás todo sudado, ¿Estabas en un maratón o qué? —Preguntó Marcos un tanto molesto porque lo interrumpieran.

 

El chico le dijo que ha habido un rumor muy fuerte entre las demás pandillas que están organizando una carrera por esos días.

 

—¿Estás seguro!? ¿Dónde es? —preguntó Marcos.

—Dicen que por la Avenida Continental.

—¡Ja, ja, ja, qué bien! Confírmame bien eso. Llamaré al Peregrino cuando todo esté listo.

—En eso te equivocas. ¡El que va a correr soy yo! —Se escuchó a alguien que gritaba, esa persona se aproximó vestida como piloto, pantalón y chaqueta de cuero, todo el conjunto tenía los colores y el logo de Los Mavericks en la espalda.

—Hola ZigZag, ¿listo para perder otra vez?, ji, ji, ji —se burló Marina.

—No puedes hacerme esto, Marcos. Le invertí mucho dinero a mi moto para poder competir, ¿Y al final para qué? ¿Sólo para ser el sustituto otra vez?

—Baja el tono, ZigZag —advirtió Marcos.

—¡No, bájalo tú! ¿Cómo es que me puedes hacer a un lado? Peor es saber que ese idiota de Lázaro va a competir. ¿Por qué? ¿Por qué no le partiste la cabeza cuando pudiste?

 

Marcos se aproximó a Ícaro con el ceño fruncido, puso su mano en el hombro del joven y lo apretó con mucha fuerza.

 

—Me caes bien, ZigZag, en serio, pero no confundas simpatía con debilidad, a menos que quieras pelear por mi puesto, como lo dicen las reglas. Seré yo el que decide quién corre y quién no, ¿estamos claros?

—Sólo quiero recordarte que él te traicionó, Marcos, eso es todo —dijo Ícaro soportando el apretón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.