Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 9

ABANDONO

 

El joven de cabello negro ve por los espejos laterales que todos los demás pilotos estaban, o en el suelo o abandonando la carrera y que Ícaro, ZigZag, se le acercaba con un bate que rozaba el piso haciendo chispas, su rostro adolescente era de puro desprecio, como si hubiera sido poseído por uno de los jinetes del Apocalipsis, llegó hasta Lázaro quedando entre él y Damián.

 

—¡Ese idiota me va hacer perder mis créditos! —pronunció Marcos viendo todo en su PAC. Ícaro comenzó su ataque con el bate y Lázaro lo bloqueó con una mano intentando no perder el equilibrio.

—¡Oye, ¿estás loco?! ¡Podemos chocar!

 

Pero Ícaro no escuchaba razones, ni siquiera los gritos de su hermano lo hacían entrar en razón y continuaba atacando. Lázaro seguía protegiéndose como podía, pero a esa velocidad sería cuestión de tiempo antes de salirse de control. Redujo la velocidad, se colocó detrás de ZigZag para poder maniobrar mejor, eso significaba renunciar al segundo lugar y quedar más atrás mientras Damián se alejaba, pero su intención no era rendirse, sino contraatacar.  

     

Acciona un botón en su consola de control, se abre un pequeño compartimiento del lado derecho de la Stingray, de allí sale la punta de un objeto, era un palo, parecido a un bastón, su tamaño era similar a la distancia que hay desde el pie hasta la cintura de Lázaro, era su arma secreta en caso de que alguien se pasara de listo.

 

Se aproximaba para asestar un golpe por el lado contrario al que estaba, no había tiempo para remordimientos o duda, a esa velocidad las lastimaduras podían ser graves, o algo peor, era él o su antiguo compañero de pandilla, no tenía mucho que pensar.

 

—¿¡Crees que con ese viejo truco de atacarme por la espalda va a funcionar!? —Vociferó Ícaro —¡Pues no te salvará!

 

Movió el bate con furia directo a la cabeza de Lázaro, pero este pudo agachar la cabeza sin dejar de ver el camino, sintió cómo el instrumento deportivo le rozó el pelo, Lázaro aceleró para estar a la par con Ícaro. Como no pudo pegarle en la cabeza, aprovechó que su enemigo estaba en postura baja para pegarle por la espalda.

 

Fueron varios golpes consecutivos a Lázaro, dolían lo suficiente como para acrecentar su ira, no sólo por los golpes en sí, sino porque al principio era él el que se suponía atacaría por detrás. La táctica le salió mal, tenía que admitirlo.

 

—¡Toma eso hijo de perra!, ojalá que te mueras aquí mismo! —Dijo Ícaro seguro de disfrutar ese momento de desquite y de que Marcos lo volvería a respetar cuando todo terminara.

 

Sólo quedaba una cosa por hacer, en el momento en que Ícaro lo iba a golpear nuevamente Lázaro toma una acción arriesgada, deja de mirar el camino para girarse, con su palo bloquea el bate de su adversario, y desde allí lo arrastra con furia todo el camino hasta llegar al rostro de Ícaro volteándolo contundentemente con un golpe.

 

—¡Creo que no aprendiste nada de tu hermano, ¿verdad?!

 

Los dos comenzaron a combatir con sus armas cual cruzados en sus caballos, más adelante estaba Nómada viendo todo por su retrovisor, ya había hablado con él de no intervenir, no hizo caso y ahora tendría que pagar las consecuencias, en ese instante de velocidad donde las motos vibraban con sus motores y los fanáticos de las carreras quedaban abrumados, de un lado el Cerro Verde, del otro lado, la ciudad con sus luces y rascacielos, en el medio dos adolescentes que parecían no tener miedo en terminar sus vidas sobre la Avenida Continental por una victoria que realmente a nadie le importaba.

 

En medio de la violencia, Lázaro, mostrando los dientes y con el ceño fruncido, golpea varias veces las costillas de Ícaro, éste los recibe sin poder hacer nada para impedir el castigo, no logra tener control sobre el acelerador y pierde velocidad, Lázaro se le adelanta quedando cerca del farol de la motocicleta.

 

—¡Oye Ícaro!, espero que no tengas miedo a la oscuridad! —Grito Lázaro y con su palo rompió el farol del vehículo de su enemigo, los vidrios rodaron por el pavimento, Ícaro tenía la cabeza que explotaba.

 —¡No soy suplente de nadie, no soy suplente de nadie! —Gritaba Ícaro mientras intentaba alcanzar a Lázaro, pero ahí su vista comenzó a nublarse, su audición también comenzó a funcionar mal, nada se escuchaba en forma continua, como si un cable en su oído interno se hubiera desprendido.

—¿Qué pasa? ¡No veo bien!, ¡escucho raro!, ¡el bate, no lo puedo sostener! —Ese instrumento deportivo pero que a veces se usa para desagradable propósitos se hacía más pesado para Ícaro, suelta el bate que sale rodando a gran velocidad, el joven estaba sufriendo los temidos efectos secundarios de tomar dos pastillas diferentes de Klick, los movimientos con su moto se hacían erráticos y peligros.

—¡Ícaro, maldito seas, mete el freno o te matarás! —gritó Lázaro.

 




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