Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 16

PALABRA MÁGICA

 

Romina llegó primero a la puerta del vistoso edificio donde vivía Débora, minutos después, con una mochila, llegó Christian, el cual miró atentamente a su compañera que estaba sin lentes y maquillada.

—¿¡Qué te pasa!? ¿¡No me habías visto sin lentes!? —Preguntó algo chocante Romina.

—No es eso —Respondió Christian tranquilo como siempre —Es que no recuerdo la última vez que te vi maquillada.

—Pues qué raro, me dijiste que yo te era indiferente, ¡así que esas cosas no tendrían que llamar tu atención! —Dijo Romina apenada por el comentario de su compañero. Al rato, Débora salió de la puerta principal del edificio, estaba con un vestido corto informal de color azul ajustado, preparada para distraer a Marcos todo el tiempo posible.

 

—Debes estar muy feliz. ¿No, Chris? —Preguntó alegremente Débora —Tienes a dos bellas chicas para ti solito, ji, ji, ji.

 

Invariablemente serio, Christian explicó cómo usar los comunicadores y cada uno se puso su pulsera, escondieron sus micrófonos e incrustaron sus audífonos en sus orejas, las chicas tenían la ventaja de tener el cabello largo para disimular. Ya en el taxi rumbo a la casa de Marcos, Débora notó que Romina estaba algo nerviosa, el comentario de Christian no tardó mucho en hacerse oír.

 

—No hay motivo por el cual ponerse así.

—¡Para ti es muy fácil decirlo! —Reclamó Romina—. Yo soy una persona normal que reconoce cuando algo le asusta.

—Pues yo no estoy nervioso.

—¿Por qué, Chris? —preguntó Débora.

—Simple, confío en ustedes para ayudarme en esta tarea, así que no tengo porque estar preocupado.

 

Las chicas guardaron silencio. «Eso parece un cumplido disfrazado», pensó Romina.

 

—Parece que puedes decir cosas lindas a las chicas si te lo propones Chris —dijo Débora.

—Gracias, y mi nombre es Christian.

 

El taxi se detuvo en frente del hogar de Marcos, una elegante reja es el silencioso guardián de la casa que más adelante se llega a ver, de un puesto de vigilancia un guardia sale a su encuentro, Débora Seijas le dijo quién era resaltando que era la hija de Julieta D’Gala e hizo pasar a Romina y a Christian como sus amigos. El vigilante pensó por un momento y llamó a Marcos por el intercomunicador. Poco después, los tres eran admitidos.

 

Recorrieron el camino donde a extremos de este se encontraban algunas esculturas y obras de jardinería para llegar a la entrada donde Marcos esperaba a Débora y a sus compañeros, la música podía escucharse incluso antes de aproximarse a la puerta, fomentando la imaginación de los muchachos, cuando Marcos vio a Débora con su vestido ajustado, no disimuló su libidinosa alegría, ni siquiera ante Marina que estaba tras de él.

 

—Sabía que vendrías —Dijo el chico del tatuaje verde en el rostro —Ya era hora de que estés con los tuyos.

—Vine a pasarla bien Marcos —Dijo Débora —No te molesta que mis amigos vengan conmigo, ¿verdad?

—Mi vida, por ti aceptaré a cualquiera, son bienvenidos —Expresó Marcos besando la mejilla de Débora, ella intentó lucir complacida con tal gesto.

 

Adentro, las luces peinaban el living donde estaban Los Mavericks con sus trajes representativos y otros chicos que saltaban como monos rodeándose entre sí, la mayoría de ellos eran hijos de empresarios, artistas, o gente que de alguna forma estaban en un estatus social que ahora sus herederos disfrutaban, bebían, bailaban y levantaban los brazos, los índices apuntando al techo, como si todos fueran amigos. Están a los abrazos, se dicen «eres lo mejor que me ha pasado en la vida», como si de golpe hubieran caído en una corriente de amor universal por culpa del Klick o del alcohol, muchos de ellos ni siquiera conocían a Marcos, sólo estaban allí por esa extraña necesidad humana de estar en un sitio donde pasa algo. Esos jóvenes parecían  perdidamente enamorados del mundo. Como si fueran los mismos a quienes los días de semana ni siquiera les importa llamarse por teléfono. Los adultos estaban prohibidos, y el único que estaba era el solitario vigilante de la puerta principal.

 

—Esta fiesta parece estar buena —dijo Romina.

—Sí, pero recuerda que no nos vamos a quedar mucho tiempo —le recordó Christian.

 

Así, Débora se fue con Marcos y Marina a un rincón para charlar, en tanto, Christian y Romina permanecían en el área de bebidas.

 

—Esperaremos un rato antes de buscar el disco —Dijo Christian a Débora por medio del comunicador.

 

La adolescente le contó en tono triste y resignado a Marcos que tenía razón sobre Lázaro, él no necesitaba más de ella, también manifestó su malestar por tener que vivir entre personas que simplemente no conocían su realidad.




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