Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 17

AL FILO DE LA NAVAJA

 

Archivo tras archivo, escucha tras escucha, documento tras documento, Christian Siller quedaba impresionado por la evidencia que tenía frente de sí, era todo tan claro y trasparente que aún sin saber mucho de política lo pudo comprender, más sorprendente fue el ver las fotos de algunos involucrados.

—No puedo creer esto —Dijo Christian boquiabierto —Ni Marcos ni Lázaro saben lo que esto significa.

—¡Oye, Christian! —Dijo Romina por el comunicador —¿ya nos podemos ir?

—En un momento, voy a transferir los archivos  —Contestó Christian, aprovechando que ya estaba allí se dispuso a hacer una copia del disco.

 

****

 

El vigilante se dedicaba a leer las estadística para las próximas carreras de caballos, ignoraba por completo aquella música que fascinaban a los jóvenes que festejaban, sin pensarlo subió la vista, del otro lado de la reja estaba un hombre, el guardia de le pidió amablemente su identificación.

 

—¿Por cuál caballo apostarás? —Preguntó.

—Creo que a «Pimienta Sharon», ¿por qué? —Dijo el guardia de seguridad.

—Nada, por simple curiosidad, ¿Aquí es donde esta Marcos Salvatierra?

—Es así ¿Pero no está algo viejo para estar en una fiesta de jóvenes?

—Imagino que tienes razón, de todas formas creo que pasaré otro día, discúlpeme.

 

Erlan camina alejándose de la reja, el vigilante no pudo ver el explosivo que había colocado sutilmente mientras hablaba con el vigilante, al estar en distancia prudente activó el dispositivo volando la reja y empujando al vigilante unos metros.

 

Erlan caminó hacia el hombre que quedó en el suelo lastimado, aquel sujeto había visto su rostro, no podía dejarlo vivir.

 

—«Pimienta Sharon» ¿cierto?, apostaré a ese por ti. — Dijo Erlan antes de sacar su cuchillo retráctil.

 

****

 

Los jóvenes danzaban enloquecidos, la música era hipnótica, repetitiva, pero no por eso dejaba de ser llamativa, aquellos que se encontraban en el lugar no veían de la misma forma la realidad, no como el resto de las personas, muy felices como para molestarse entre sí, muy estimulados por las hormonas o los químicos como para darse cuenta de que la puerta había sido abierta, muy sumergidos en sus sentimientos vacíos de hermandad como para percatarse de que Erlan pasaba entre ellos, con el rostro tapado por una máscara de gas, detrás de esta se escondían una mirada fría y penetrante.

 

Sabía a quién tenía que encontrar, sabía que el hijo del dueño de ese lugar tenía un inconfundible tatuaje en el rostro. Empujaba a los jóvenes que en circunstancias normales, sin los químicos, se molestarían o lo insultarían, pero ellos sólo se limitaban a sonreír, a continuar con la fiesta, a seguir convencidos de que el mundo estaba loco y que nadie podía cambiarlo, pero en donde aún se podía sonreír y bailar. Lo importante era pasarla bien.

 

Sus ojos se posaron en ellos, un joven con un tatuaje bailaba con una atractiva joven, Con paso firme, se puso frente a ellos. Marcos se detuvo. Su sonrisa, por estar con la que fuera su mejor conquista, se desvaneció. Llevaba mucho tiempo en la calle y reconocía cuándo alguien venía con intenciones hostiles sin decir una palabra. Débora también se detuvo. No sabía qué ocurría.

 

—¿Quién eres?, ¿quién te dejó entrar?, ¿Y qué haces con la cara cubierta? —preguntó Marcos.

 

Erlan no dijo palabras, se limitó a sonreír levemente, apretó el botón de su cuchillo y la hoja salió.

 

 

 

****

 

Christian estaba muy concentrado, jamás se imaginó en donde se había metido el padre de Lázaro, en algunos momentos dudaba de que debería seguir adelante, pero sentía que debía seguir, sentía que no había retorno, tan concentrado estaba que no lograba escuchar los sonidos del horror que se escondían detrás de la música a todo volumen, ni de los alaridos de los que salían a toda prisa del lugar por la puerta principal, ni las detonaciones por las bombas lacrimógena. 

 

Revisaba entonces unos apuntes de contabilidad cuando escuchó la voz de Débora por su comunicador, se le escuchaba bastante asustada.

 

—¡Chris, vamos… apúrate… hay un tipo… ¡Ah!

—Débora, Débora, ¿qué pasa? —Preguntó Christian, estaba preocupado, creía que había pasado lo que imaginó que pasaría, pero la verdad, es que ocurrió lo que él nunca se le paso por la mente.

 

****

 

«Levántate, mal parido, ¡Levántate!»




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