Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 19

LA PELEA

 

—¡Circe! —Dijo Christian para ponerse al lado de la joven seguido por Anthony, la examinó, tenía un lado de la cara toda roja, luego se dirigió a Marcos —¡Miserable!, ¿cómo te atreves?

—Si no quieres ser el próximo, será mejor que te apartes —amenazó Marcos.

 

«¿¡Cómo alguien puede caer tan bajo!?», pensó Anthony. «¡Es un animal!», pensó Romina. En ese instante de violencia, Lázaro, cerrando su puño, recordó un suceso que lo marcó en lo más profundo, uno que estaba escondido en el subconsciente.

 

Casualmente era también sobre una pelea, años atrás, su padre lo había llevado a un torneo de artes marciales, en las gradas estaban los padres que filmaban a sus hijos y los alentaban, todos menos Juan Ximénez que se encontraba junto con su esposa viendo a un tembloroso Lázaro que se estaba en frente de otro infante, su rival, con el cual debería clasificar para poder ir a la siguiente ronda.

 

Era la primera pelea de Lázaro, su rostro estaba pálido, elevó como pudo sus manos para ponerse en guardia, tenía muchos miedos concentrados, miedo a ser lastimado, miedo de la gente que se burlara de él, y miedo a la mirada atenta de su padre.

 

El árbitro anunció el inicio de la pelea. Lázaro hace lo primero que se le ocurrió: mantener los brazos en alto y moverse cerca del rival. Con algo de suerte podría defenderse, era la idea, y atacar no se le cruzó por la cabeza. El contrincante era un chico igual que él, un ser humano que sufría del dolor como cualquier otro, pero el joven Ximénez no lo creía de esa forma. No se sentía seguro, ni siquiera con todo el equipo reglamentario que vestía.

 

Los dos chicos se acercaron en medio de los gritos del público, el contrincante le da a Lázaro una patada en el pecho sin titubear, cae al suelo, su pechera lo protegió pero sentía aún más miedo, sin levantarse buscó a sus padres en una conducta instintiva de protección, su padre seguía serio.

 

El árbitro decretó medio punto. Lázaro se levantó y regresó a su lugar detrás de su línea de salida. Otra vez estaba frente a frente con el contrincante. Una vez en posición, el árbitro continuó la pelea, pero Lázaro no se movió. El otro aprovechó para dar un golpe directo en su cara.

 

El árbitro detuvo de inmediato la pelea, golpes directos al rostro no estaban permitidos, examinó a Lázaro a ver si le había pasado algo, su rostro estaba rojo y sin más se puso a llorar, con las manos donde estaban sus guantes se restregó las lágrimas.

 

—¿Por qué estás llorando? —preguntó Juan que se aproximó junto con su esposa para ver más de cerca.

—¡Papá! —exclamó Lázaro, corrió saliendo del área de pelea para abrazarlo, pedía a gritos ir a casa.

—No nos vamos hasta que termines aquí —Dijo Juan —El otro niño no te va a tener piedad, tú tienes que pegarle.

—¡Pero papá, tengo miedo!

—Por favor Juan —Dijo Laura—. Es un niño, ¿no ves que aún no está listo?, tiene miedo.

—Debe prepararse. El mundo que le espera es peor que esto, y tú lo sabes.

—No es un soldado, Juan, es tu hijo.

—Ve, Lázaro, aunque sea pégale una vez.

 

Lázaro vio el rostro de su padre, era más intimidante que el de su rival, dejó de abrazarlo y, todavía con lágrimas en el rostro, se puso otra vez en el terreno de la pelea. El árbitro vio de mala gana a Juan. Aunque no estaba de acuerdo con lo que decía, él estaba allí para juzgar la pelea, no para opinar sobre relaciones humanas.

 

—¡Peleen! —dijo el árbitro. Lázaro cerró sus ojos, movió sus manos y se dirigió al otro chico para intentar atacarlo.

 

Ese era el pasado, pero ahora el rival no usaba guantes, y era aún más peligroso.

 

—Creo que ya se cansó —dijo Marcos—. ¿O necesitas que golpee a otro de tus amigos para que reacciones?

—No vuelvas a ponerle un dedo encima —habló Lázaro, calmado pero con autoridad. Su mirada demostraba que no era el mismo de antes. Se repuso del castigo de Marcos poniéndose de pie, al tiempo que Christian y Circe se quitaban del camino.

 

—¡Vamos! —dijo sin temor, se aleja aún más de Circe para que su enemigo lo siga y luego lo enviste para después tirar varios golpes e intenta atacar por abajo, sin embargo Marcos impacta una patada en la cara mandando a Lázaro al chasis de su auto deportivo. «¡Eso de recién fue mejor! —Pensó Marcos—. Pero la respiración de Lázaro es muy fuerte, ¿habrá perdido fuerza? Lázaro se pone de pie bastante enojado».

—¡No me voy a contener más! —dijo volviendo nuevamente al ataque, ambos reciben, tiran y bloquean golpes entre sí, los espectadores gritaban consignas a favor de su compañero de colegio sin importarles el por qué peleaban.

—«¿Cómo pueden alentarlo? —pensó Circe, adolorida—. ¿¡Por qué nadie para esto!?»




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