Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 23

UN NUEVO PILOTO

 

El joven motociclista quedó en un breve silencio antes de seguir con su narración de los hechos. Tenía dudas de continuar sobre todo al ver la expresión de Circe.

 

Más supo que una vez que las palabras salen, estas no pueden regresar, quedan impregnadas en la mente del que las escucha y allí podrían quedarse para toda la vida.

 

Le relató entonces sobre su regreso de Playa Tun-Tun y Bahía Bermés, a la realidad, a la existencia que ninguno quería, él con un padre que le era difícil de complacer, ella con una madre obsesionada con ganarle al tiempo y seguir teniendo el amor de su público.

 

Lázaro se sentía aliviado, su juventud y el amor fugaz le impedía pensar en otra cosa que no fuera la felicidad, entre tanto, la joven de cabello marrón se encontraba en una encrucijada, su ex novio visitaba su casa con frecuencia pidiendo perdón por sus pecados y una segunda oportunidad. Era simple, o volver con su ex o quedarse con Lázaro.

 

El teléfono suena una tarde, Lázaro atiende esperando escuchar la voz de Débora, en efecto, era ella, no podía aguantar las ganas de verla de nuevo, pero llamaba para decirle que estaría muy ocupada por un tiempo.

 

—¿Cuánto es exactamente «por un tiempo»? —preguntó Lázaro, ansioso—. Al menos me llamarás, ¿no?, o vernos por la computadora.

—Seguro.

 

Desde entonces no llamó ni la vio por una semana, a pesar de que Lázaro siempre la llamaba no la encontraba, era como si simplemente dejara de existir. Por fin llegó un videomensaje de Débora, en el que lucía extraña, como si tratara de esconder su rostro. Agradecía los buenos momentos que pasaron juntos pero dijo que no podía salir nuevamente con él, la excusa que dio fue que le habían prohibido salir hasta nuevo aviso debido a que su madre descubrió que le mintió para ir a la playa con Lázaro, la discusión con ella al respecto determinó dicho veredicto.

 

No había que ser un experto en psicología para saber que estaba mintiendo, Lázaro le pidió que por favor le dijera la verdad, el corazón quería creerle pero la cabeza le decía otra cosa, luego de unos minutos de intercambiar algunas palabras ella se despidió cortando la comunicación, luego silencio, la peor recompensa luego de estar enamorado de alguien.

 

El alma de Lázaro estaba hecha pedazos. Era increíble cómo las más hermosas ilusiones podían quedar destruidas en segundos. Le escribió un correo electrónico a Débora, su prosa era triste, llevando un mensaje algo ofensivo, con palabras que podría considerarse agresivas, pero ante todo, era un mensaje de amor.

 

Aquella muchacha era una invitación a tener un corazón roto, y Lázaro sin dudarlo había aceptado, sin importarle las consecuencias.

 

Esperó una respuesta que nunca llegó, de un día para el otro no se supo más nada de esa ninfa con la que compartió placenteros momentos de los cuales sólo la arena era testigo, le mandó mensajes por las redes sociales, correos electrónicos, pero no pasó nada, sólo quedaron recuerdos y esperanzas. Era tal la depresión que incluso en la Institución Educativa Abraham Medina, Christian y Anthony intentaron consolarlo.

 

—No me cabe en la cabeza —se lamentó Lázaro —No entiendo qué hice mal o por qué no me lo dijo en persona.

—Así son algunas mujeres —resaltó Anthony, sin conocer la identidad de la chica en cuestión—. Si las tratas bien te mandan a la basura, pero si las tratas a las patadas, vienen a lamerte la suelas de los zapatos. ¡Están todas locas!

—¿Sabes lo que es peor? Que de verdad me sentía bien con ella ¡Ni siquiera me dijo la verdad!, estoy seguro que eso de su Mamá es una excusa barata.

—No vale la pena lamentarse por ver algo que no es nuevo bajo el sol —Intervino Christian —Ni siquiera debe molestarte a nivel personal, es simplemente la forma en que está hecho el mundo, sentir ira o tristeza por alguien que actúa como hace la mayoría de la gente es inútil.

—¿Siempre tienes que ser tan frío? —recalcó Anthony.

—Tarde o temprano Lázaro llegará a esa conclusión.

 

Por esas horas, en un lujoso colegio privado, Débora lloraba a escondidas a exigencias de su conciencia, con pretextos vagos intentaba convencerse así misma que hizo bien en salir de la vida de Lázaro al cual creía no soportaría tener a la hija de D’Gala como novia. «No se merecía eso» pensó, sin darse cuenta terminó haciendo lo que su madre, estar con un chico y pasar a otro asunto. Los errores de los padres terminaban repitiendo en los hijos.

 

Semanas después, en horas de la noche, Lázaro fue hasta el garaje, el tiempo hacía el trabajo de cicatrizar su herida, en frente de él un vehículo se encontraba cubierto por un gran trozo de tela.

 

—Parece que tú eres la única que me eres fiel, ¿no? —dijo Lázaro retirando la tela dejando al descubierto su máximo tesoro, la Stingray híbrida modelo intrépida.




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