Liga Del Asfalto: Sombras De La Urbe - Libro 3

CAPÍTULO 6

CORTADA

 

Una contienda electoral no puede darse con un solo candidato.

 

Las elecciones más comunes se daban entre diversos candidatos provenientes de varias toldas partidistas que inundan la vida ciudadana de discursos, panfletos y slogans para convencer a los votantes, pero las elecciones épicas, esas que la gente recuerda durante años se dan entre dos candidatos, dos modelos irreconciliables que se enfrentan en una batalla sin cuartel en los medios de comunicación, en las calles, en las sombras, y finalmente, en las urnas.

 

William Jaimes sabía que se estaba jugando mucho más que la Alcaldía Mayor, tenía a dos enemigos al acecho, Henry Oberon y V.I.R.U.S, al primero podía vencerlo con votos, eran los segundos los que más le preocupaba, en algún momento la Unión Federal Latina los había subestimado haciendo creer a las personas que eran un montón de fanáticos que añoraban líderes carismáticos del pasado, pero casi sin darse cuenta se volvieron lo suficientemente poderosos como para manipular el juego político de Ciudad Victoria, subestimarlos se estaba volviendo un peligroso error.

 

En soledad, el político escribía el que sería su discurso para concluir la campaña electoral, cerró con llave la puerta de la oficina donde se encontraba plasmando sus ideas con papel y lápiz, no deseaba interrupción del resto de las personas que se encontraban en el cuartel general del Partido Renovación, eran los instantes en los cuales requería de toda la inteligencia, verbo y carisma adquiridos en sus años de abogado, días en los que le tocó ganar casos tan indefendibles que hasta el mismo Dios hubiera salido corriendo de la sala de justicia.

 

Pero eran años donde sentía que no tenía nada que perder, donde la ventaja estaba de su parte, donde no tenía que lidiar con un grupo sin escrúpulos dispuesto a destruir su reputación dando a conocer su pasado, uno que pensó que había enterrado hacia años.  

 

Fue en uno de esos instantes de introspección cuando alguien tocó a la puerta.

 

—¿Quién es? —Preguntó William tajante, ocultando lo mejor posible el desagrado por la perturbación en sus pensamientos.

—Soy Irvin, ya sabes, ¡tú director de campaña!

 

Le abrió la puerta a Irvin Lagos, su director de campaña, su amigo, y para ese crucial momento, su confidente.

 

—Cierra la puerta con llave—Le dijo William.

 

Irvin lo hace, con una sonrisa le entrega un P.A.C. que tenía en sus manos.

 

—Resultados de las últimas encuestas, los números son muy prometedores.

 

William revisó las estadísticas en la pantalla del P.A.C,  «Ganar» podía dejar de ser una posibilidad para convertirse en un hecho.

 

—Estos números son más de lo que esperaba—Acotó el candidato.

—Henry Oberon no puede contra todos nosotros, la alianza es una de las mejores cosas que nos pudo pasar, ¡Vamos a ganar William!

 

Jaimes sabía que nada podía estar bien si siente la victoria con un sabor amargo.

 

—¿Terminaste tu discurso?

—Solo tengo un borrador.

 

El candidato le pasó la hoja a Irvin para que diera su opinión, los dos hombres comprendían a la perfección que en unos pocos minutos de un discurso podían cambiar no solo una elección, sino al mundo, y se preparaban para ello.

 

—«Nos han dicho siempre que Dios mueve montañas — Leyó Irvin un fragmento del discurso en voz alta — Honestamente no estoy de acuerdo, Dios nos permite llegar hasta la montaña y somos nosotros los que la movemos, con nuestro ingenio, con nuestra perseverancia, con nuestra fe.

            No soy de esos candidatos que prometen «no agitar las aguas» escapando cobardemente de los cambios, que son tan inevitables como contundentes, tampoco soy de los que pide «un cheque en blanco» para regalar una utopía que solo existe en un libro de bolsillo, lo que sí les prometo es que cuando nos toque estar de nuevo frente a la montaña estaré con todos ustedes para moverla».

 

Terminado de leer el fragmento Irvin supo que tenía oro en sus manos.

 

—¡Esto es maravilloso! — Habló finalmente — Estas palabras son buenísimas.

—¿Y de qué sirven las palabras si la victoria esta empañada en la vergüenza?

—¿Cómo que en la vergüenza?, no entiendo.

 

William Jaimes fue hasta una gaveta que solo podía ser abierta con su huella digital, al abrirla sacó un sobre y se lo dio a Irvin, este no comprendía de que se trataba hasta que vio el contenido: fotos de la hija de William en las cuales se mostraban ciertas prácticas que, aunque privadas, podían significar un duro golpe para la campaña.




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