Liga Del Asfalto: Sombras De La Urbe - Libro 3

CAPÍTULO 8

FUEGO AMIGO

 

            Mientras la Liga Del Asfalto caía en desgracias en las calles de Ciudad Victoria, Christian sufría en su cama. Los químicos hicieron efecto en su mente influyendo en su personalidad y corrompiendo su espíritu.

 

Sus sueños se volvieron confusos e impredecibles. Besaba a Circe y creyó sentir la felicidad de saberse querido; luego estaba con Nayive, los besos de ella parecían ser diferentes a los de Circe, más dulces, un poco más lentos. De repente ambas se burlaban de él, de manera cruel y desvergonzada.

 

—¿En serio crees que alguien estaría con alguien como tú? — Le dijo Circe en ese sueño tan extraño—Se ve que nunca has tenido una novia en tu vida, y te refugias como un cobarde en el divorcio de tus papas para justificar tu mala suerte.

—Y si una no es la que te busca entonces no haces nada—Habló Nayive con crueldad—Estás tan acostumbrado a la soledad y a mirar a las mujeres de lejos que si una, ¡solo una! de las millones que viven en Ciudad Victoria se atreve a llamar tu atención simplemente la tratas con desprecio.

—¿¡Que esperan que haga?! —Gritó Christian cansado del escrutinio al que era expuesto—¡Yo lo único que deseaba era una novia, alguien que me quisiera!, ¡quería ser como…!

—¿Cómo nosotros? —Preguntó Lázaro que apareció junto con Anthony—Nosotros hacemos cosas útiles que sí llaman la atención, yo tengo dinero y una buena motocicleta, eso sí llama la atención, ¿tú que haces?, ¿te vas corriendo a matar extraterrestres holográficos para ser el héroe de más perdedores como tú?  ¡A ninguna le importa eso!

—Pero seamos honestos Christian, tú eres un buen tipo, pero a las chicas no les gustan los tipos buenos, les gusta que se vean bien, que se vean superados.

—Cállate, ¡Cállate! — Se enojó Christian.

—Por fin sacas tu verdadera naturaleza, eso es bueno—Comentó Débora que apareció junto con Romina.

—No, aún le falta, lo que de verdad le molesta todavía no lo saben, ¿o sí? —Dijo Romina que se acercó a Christian—¡Lo que de verdad te molesta es que nunca tuviste los huevos para decirme la verdad!

 

Christian no aguantó más, se abalanzó sobre Romina y la comenzó a golpear.

 

El resto de sus visiones eran vagas: los amigos eran enemigos, la luz se volvió oscuridad, el pensamiento calmo dio paso al sentimentalismo desenfrenado.

 

En esos instantes donde Christian luchaba en silencio con sus visiones, Lázaro recibía una llamada en su G-Com, repicó varias veces lo cual provocó que se despertara de mala gana.

 

Vio en la pantalla de quien se trataba, era Anthony.

 

—¿Sabes que es de madrugada cierto? — Contestó Lázaro de mala Gana.

—Lo sé, pero creo que deberías saber esto primero—Comentó Anthony preocupado—Unas amigas me mandaron un video que la policía está en Wonderworld, y no solo eso, en la Interweb se está filtrando que se están ejecutando arrestos en todas partes.

 

A Lázaro el sueño se le fue de inmediato.

 

—¿A quiénes están arrestando? —Preguntó.

—¿A quiénes crees?, Al parecer «Santa Claus» comenzó con su lista de niños malos temprano

 

El joven motociclista se levantó de la cama de golpe, temía que la policía entrara por sorpresa en la casa en cualquier instante.

 

—Se acabó loco, ¡hasta aquí llegué!

—Tranquilo Lázaro, en realidad te llamaba para avisarte que ni se te ocurra salir esta noche a ningún lado, traté de llamar a Christian pero no contesta, en fin, mañana debes ir al colegio como si nada hubiera pasado, además no necesitan ninguna lista para saber a dónde vives y si hubiera sido por eso ya estarías tras las rejas.

 

Lázaro respiró profundamente

 

—Tienes razón Anthony, mañana… mañana hablaré con Christian y veremos qué puedo hacer.

 

Y la mañana llegó, al despertar, Christian era un chico muy diferente. Una extraña confianza recorría todo su ser, una sensación de inmunidad para decir y hacer lo que quisiera, una seguridad que, durante mucho tiempo, había tratado de hacer salir a flote. «Inestimable», dijo el adolescente pasándose la mano por su frente. Se levantó para asearse. Su reflejo en el espejo era el mismo, aunque ajeno en cierta forma. Nunca se había sentido tan libre, sin ataduras, sin conciencia.

 

Miró la herida en su mano retirando la gasa, no lucia nada bien, se echó más cicatrizante y volvió a colocarse otra gasa.

 

Mientras desayunaba, su madre le preguntó qué le pasó en la mano, y porque lucia tan molesto.  

 




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