Liga Del Asfalto: Sombras De La Urbe - Libro 3

CAPÍTULO 11

OTRA OPORTUNIDAD

 

—¿Qué significa esto?

 

La pregunta de Juan Ximénez era corta, y por tanto esperaba de su hijo una respuesta rápida, otra vez un reporte escolar negativo en las manos del padre, otra vez el hijo hace presencia en la oficina que estaba en su hogar para dar explicaciones.

 

—No me gustan los números — Trató de justificar en vano Lázaro

—Pues a ni no me gustan «estos números» — Sentenció Juan tratando de ver alguna forma de llegar a su hijo.

—Supongo que llamaras a otro profesor particular ¿no es así?, ¿quieres que aprenda a estudiar?, contratas a alguien, ¿quieres que aprenda música?, contratas a otro, ¿quieres que aprenda a pelear?, me metes en una academia, ¡a estas alturas ya ni sé quién me está criando!

 

Juan quedó en silencio ante tales palabras, debía pensar exactamente que decirle a su hijo, de repente ahora era él quien debía dar explicaciones.

 

Fue a su escritorio, de una de las gavetas sacó un pequeño cuaderno.

 

—¿Sabes que es esto? —Preguntó.

—¿Una computadora disfrazada? — Bromeo Lázaro para ocultar su preocupación.

 

Lázaro movió la cabeza en forma afirmativa, luego el padre le explicó el contenido que había en ese cuaderno, y el potencial que representaba.

 

—Tú también tienes potencial —Concluyó Juan su explicación — Sé qué crees que no porque piensas que el colegio te ha sido difícil, pero por eso te pongo a que no solo aprendas de mí, sino también de gente que pienso puede sacar ese potencial.

 

Juan devuelve el reporte escolar a Lázaro

 

—Algún día tendrás hambre de algo en esta vida, y necesitaras algo mejor que estos resultados para obtenerlo.

 

Se vieron brevemente en silencio, la mente adolescente de Lázaro no encontraba una forma de decirle a su padre que lo que más quería en ese momento no podía ser medido en una evaluación escolar.

 

Suena el G-Com de juan, tenía varias líneas de comunicación, pero si lo estaban llamando por allí significaba que ocurrió algo que solo él podía resolver.

 

—Hablaremos después — Dijo finalmente para continuar con sus asuntos.

 

Lázaro fue hasta “Donde Miguel” para tratar de relajarse, el dueño del local notó su preocupación.

 

—Te ves mal, ¿Qué te pasa?, ¿problemas con una novia? — Preguntó mientras servía una bebida.

—Ojala fuera eso, a una novia le puedo decir que no la quiero ver nunca más, a mi papá no.

—Ah, problemas con el viejo, eso ya es en otra dimensión.

—¿Tenías problemas con tu papá cuando estudiabas?

—Papá se fue a las colonias antes de que entrara a la secundaria, supongo que eso resolvió algunos problemas de convivencia — Pronunció sonriendo.

«Tal vez esto te anime».

 

Le paso a Lázaro un  flyer, esos papeles callejeros que van de mano en mano hasta que llegan a la persona que lo necesita, promocionaba la presentación de un DJ.

 

—No es mi tipo de música — Indicó—Pero prefiero que escuches esto a que escuches la discusión de tu papá en tu cabeza una y otra vez.

 

Lázaro vio con detalle el flyer que le entregaron.

 

—Tal vez no sea una mala idea—Habló finalmente.

 

****

 

Ciudad Victoria estaba a la expectativa de los discursos de final de campaña electoral para ganar la Alcaldía Mayor, las encuestas daban a Henry Oberon una pequeña ventaja luego de la operación «Tormenta Urbana», otras más conservadoras daban un empate técnico entre él y su adversario, William Jaimes.

 

Sin embargo existía otro elemento que los analistas y los ciudadanos no tomaron en cuenta, creían que con el plan de seguridad implementado por el Alcalde Mayor las pandillas habían desaparecido, fue un «correazo colectivo» como lo dijeron algunos periodistas a una juventud que muchos pensaban había perdido el camino.

 

Esos grupos de jóvenes rebeldes eran una luz que comenzaba a extinguirse en las noches de la ciudad las calles parecía recobrar algo de una paz perdida hace mucho. Los juicios contra aquellos que fueron capturados prometían ser rápidos e inflexibles, cosa común en el sistema de justicia de la Unión Federal Latina, más el peor castigo era la paranoia de los que permanecían en libertad. Con información detallada, la policía los buscaba directamente en sus casas, en los baños de los centros comerciales, en los centros de libertinaje. Cualquiera que estuviera en la lista negra del Alcalde Mayor tarde o temprano terminaría en algún reformatorio, célebres por su crueldad, o en la cárcel. El dinero, la viveza o la intervención de los padres no salvarían a los pandilleros. La fiesta había terminado.




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