Liga Del Asfalto: Sombras De La Urbe - Libro 3

CAPÍTULO 14

CAPTURA

 

 

El acto de fin de campaña de Henry Oberon tenía que haber sido un acto lleno de aplausos, música, brillantes confetis caídos del cielo con un candidato que saludaba benevolente a todos sus votantes.

 

Pero al final fue una especie de simulacro mal logrado de evacuación donde los asistentes no dudaron en regresar a sus hogares en el instante en el cual la policía le pidió desalojar, no entendieron el porqué, hasta que algunos asistentes pudieron ver más allá el desastre que se les aproximaba, la prensa por su lado estaba teniendo su frenesí transmitiendo la noticia en vivo en tanto que los corresponsales recibían una información igual de interesante en sus dispositivos móviles relacionadas con un video de Juan Ximénez.

 

Henry mandó a su familia y colaboradores cercanos a casa, como candidato podía también partir, pero como Alcalde sentía la responsabilidad de quedarse y enfrentar lo que sea que estuviera en camino hacia él, su única compañía era su asistente personal de campaña, éste examinaba en la pantalla de su P.A.C todo el entorno informativo relacionado con el cierre de campaña de Oberon, el cierre de campaña de Jaimes, y con el del caos que intentaba acercarse.

 

En eso una información llamó poderosamente su atención.

 

Tenía que saber si era verdad o si era un invento amarillista. Ingresó a páginas en la Interweb de los diarios más importantes y ellas no solo corroboraban la noticia, sino que la colocarían como titular de primera página para sus ediciones del día siguiente.

 

La funesta revelación tenía que ser comunicada al Alcalde Mayor, por más dura que fuera. Caminó hacia el Alcalde, asustado de pensar en la posibilidad de que en menos de 24 horas la misma gente que fue a verlo pudiera darle la espalda.

 

—Señor Oberon, ha ocurrido algo—El asistente personal tragó saliva.

 

Henry se encontraba hablando con uno de los policías que supervisaba la salida de las personas, notó la preocupación en el rostro de su asistente.

 

—Dime, ¿qué pasó? — Preguntó Henry.

—Re… revisé las noticias por la Interweb, señor, la cosa es peor de lo que imaginábamos.

—¿De qué se trata?, ¿es sobre los disturbios? Ya se están encargando de eso.

—No es sobre eso.

—¡Habla de una vez!

—Está bien… es sobre…Juan Ximénez.

—¿Cómo?

—No lo leí todo, pero tiene que ver con las pandillas, la Liga del Asfalto—El hombre de barba se paralizó y su presión bajó a ritmo alarmante.

—¿Pero cómo? —Preguntó el Alcalde tratando de disimular su sorpresa

—Al parecer se han estado «tiroteando» datos para comprobar esta investigación en las últimas horas entre ayer y hoy.

—¿Todos los periódicos? —preguntó conmocionado—. ¿Quién es el responsable?

—La investigación corrió a cargo de Ezequiel Martin y Juan Ximénez según leí.

 

La realidad le estaba dando demasiadas cachetadas a la vez, el alcalde se recostó de una pared y pidió un vaso de agua. Al beberla, creyó escuchar la risa de sus enemigos proveniente del más allá.

 

Ante una realidad imposible de desmentir, que se le venía encima vio todas sus opciones, las que por ego o seguridad nunca se puso a planear: ¿escapar?, fuera de discusión, ¿entregarse?, impensable, ¿chivos expiatorios?, poco creíble. El Gobierno Federal no dudaría en ir tras su cabeza a pesar de tener aliados en altos cargos, producto de tratos clandestinos o de conocer las oscuras ambiciones de sus aliados políticos.

 

—No… ¡No hay problema, señor! —exclamó el asistente, optimista—. Seguro que todo es para difamarlo. Los tiempos se dan para eso. Tomaremos a los que publicaron eso y los llenaremos de demandas, ¿cierto? —Oberon se repuso aun sudando frío, acomodó su traje y dio unas instrucciones muy precisas.

—Quiero que te vayas a casa

—¡Pero, señor…!

—Luego llama al abogado de las Industrias Oberon y asegúrate de que nadie de mi familia hable con la prensa. No tardarán en buscarlos. — No valía la pena seguir peleando, solo faltaba salvar lo que se podía, comenzando por su familia.

 

El asistente se encontraba confundido, sin embargo, estaba dispuesto a cumplir las órdenes. Cuando éste se alejó Henry no hizo otra cosa que poner sus manos en la cara y respirar profundo, el policía con el que estaba hablando momentos antes se preocupó.

 

—Señor, ¿se encuentra bien?

—Llévame donde está El Comandante Vargas, no me importa lo peligroso que sea.

 

----COLOCAR LO DEL DRON---




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