Liga Del Asfalto: Sombras De La Urbe - Libro 3

CAPÍTULO 15

VIVIR O MORIR

 

 

La patrulla se desplazó por los aires entre los edificios y las luces de Ciudad Victoria, Lázaro Ximénez, ya desatado, entendía perfectamente la situación, no tenía lugar a donde ir menos cuando la patrulla en la cual se desplazaba se encontraba ocupada por el Comandante de la Policía y el Alcalde Mayor, era mejor permanecer quieto y controlar el temor.

 

Llegaron hasta el edificio de las Industrias Oberon, con prisa fueron hasta la oficina de Henry donde Erlan los estaba esperando, vio que dos hombres llegaron con la preocupación escrita en su rostro, con ellos los acompañaba un adolescente, reconocía a alguien que estuvo en una pelea cuando lo veía y Lázaro tenía todos los signos de haber salido de una golpiza: manos temblorosas, mirada siempre atenta, lastimaduras en sus brazos y en su cara, mirada cansada pero alerta ante el próximo golpe.

 

—Te advertí que te alejaras de todo esto muchacho—Dijo Erlan a Lázaro al tiempo que Henry se movía hacia la ventana, con esas palabras se descubrió como el intruso en la casa de Lázaro y Marcos.

 

Viendo la capital desde la ventana, Henry pudo contemplar sus luces, sus hologramas publicitarios, sus edificios tributo al modernismo y las luces de neón, se suponía que la ciudad que él gobernaría estaría llena de esplendor, pero eso no ocurriría, al menos no con él al mando, por ahora, la ciudad que tanto amaba podría convertirse en un lugar de miserias y las lágrimas, con horrores en cada puerta y con amenazas detrás de cada promesa, el ver las unidades de la Guardia Nacional desplazarse hasta la Avenida Maury confirmó los temores de Tobías Vargas, apagar las calles costaría sangre y el público culparía a los dirigentes por ello.

 

—Henry, dime qué pasa. ¿Por qué trajimos al muchacho? — Preguntó Vargas.

 

El hombre de barba se dio vuelta y, con resentimiento, contó lo dicho por su asistente. El oficial enmudeció, más no se sorprendió. Había esperado ese día con ansias, un día en donde las culpas serían expiadas. Estaba listo para el castigo de Dios y de los hombres. Lázaro se limitó a sonreír maliciosamente.

 

—Ahora estás feliz, ¿no? —pronunció Oberon—. ¡Acabas de arruinar el futuro de todos!, ¿y por qué? ¡Por tu maldita venganza! Esas escorias que están en las calles, esas son las personas que heredarán Ciudad Victoria y la Unión Federal. ¡Espero que estés orgulloso!

—¡Un momento, barbudo! Lo de la Avenida Maury no fue idea mía, ni siquiera tenía intenciones de ir para allá —se defendió Lázaro—Tal vez tengas razón, esos cretinos serán parte del futuro, pero también estará lleno de personas que estudian día y noche, de mujeres tiernas y talentosas, de jóvenes trabajadores y nobles. ¡Así que no los metas a todos en el mismo saco! Sobre la información que apareció en los medios, no fue un desquite o una venganza, simplemente es un acto de justicia. Quizás antes, esa era mi motivación y no una venganza hacia ti, sino a mi padre, quería demostrar que podía hacer algo que él no pudo terminar, pero ahora no. Por una vez, al menos una vez, la gente podrá decir que alguien recibió lo que se merecía.

—¡Pero el disco lo perdiste!, ¡Yo te lo quite!

—Papá también parecía tener un plan para eso —concluyó Lázaro, que seguía sonriendo. Oberon no podía contener su rabia. El sujeto de barba se aproximó a su escritorio.

—Está bien, yo sé cuándo pierdo —dijo sacando rápidamente un arma de fuego de su escritorio, con la que apuntó a Lázaro—, ¡pero no perderé solo! —Tobías Vargas sacó entonces su arma, Lázaro lo miró sin moverse. Tenía que decirle algo, distraerlo, hacer tiempo, cualquier cosa.

—¡Por favor, barbudo! Es un arma de policía, los peritos sabrían que la bala salió de allí.

—Eso puede arreglarse — Dijo Tobías Vargas, Lázaro estaba rodeado y entendió que la suerte simplemente se le había terminado.

—¿Ves? Soy dueño de la policía. Además, nunca descubrieron como fue que tu padre realmente murió, o que arma fue el que lo mató.

—Eres… eres… ¡un maldito! —gritó Lázaro, con rabia y dolor.

—Tu padre debió aceptar el trato que le propuse, cerrar la boca o salir de la Unión Federal. Nunca lo entendí, si aceptaba el dinero de todo el mundo no sé por qué se puso en mi contra. ¿Sabes cómo murió? Murió así, frente a mí como tú lo estas ahora, pero él estaba de rodillas suplicando por la vida de su familia. Lo lamento por Laura, pero el sacrificio debía hacerse.

—Murió más rápido de lo que esperaba—Acotó Erlan

—Ya basta. Será mejor terminar con todo esto —intervino Vargas, que movió ligeramente su arma y deslizó su dedo por el gatillo. Lázaro cerró sus manos y sus ojos, y una pequeña lágrima salió por todas las personas que dejaría atrás. «Bueno. Al menos me libró de Sandoval y de la prueba de Matemáticas».

 

El dedo de Vargas apretó el gatillo a fondo y una bala salió veloz, el impacto resonó en la gran oficina, Lázaro continuó tenso, pero no había dolor, su corazón seguía latiendo y sus poros continuaban expulsando sudor.




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