Liga Del Asfalto: Sombras De La Urbe - Libro 3

CAPÍTULO 16

LA NUEVA COMPAÑERA

 

La familia de Henry Oberon era como todas las demás, había éxitos, fracasos, tragedias y alegrías, con historias que se movían a través de las décadas acompañadas de palabras, acciones y rostros que quedaban impregnadas en la memoria de sus miembros.

 

Su padre salió de la pobreza para formar su propia compañía, sobrevivir a la pobreza y al delito que existía en las colinas de Ciudad Victoria ya era en sí mismo un logro. Solo 12 años le tomó su transición de desempleado a empresario, y muchas personas creyeron imposible que un hombre lograra tanto estando solo. Por supuesto, las sospechas y rumores de asociaciones ilícitas y vínculos con las mafias sobraban.

 

—Envidiosos —decía a quién lo quería escuchar—. ¿Acaso soy menos patriota porque dejé de ser pobre?, ¿es tan malo salir de la miseria?

 

Su madre, la segunda hembra de una familia de siete hermanos, también salió de una barriada pobre. A diferencia de él, sin embargo, vivía aterrada pensando en la posibilidad de estar rodeada por la escasez, procuraba comprar mucha comida para tener siempre algo qué comer, mucha ropa para nunca pasar frío, muchos zapatos para jamás estar descalza y una casa lo más grande posible para siempre estar cubierta por un techo.

 

Una noche, cuando Henry tenía 9 años, su padre y su madre invitaron a sus respectivas familias a celebrar el Año Nuevo. Tíos y primos llegaron a la casa con habitaciones suficientes para todos. En la mesa, alrededor de las once de la noche, los familiares conversaban sobre algo llamado «política», Henry se quedaba mirándolos, pues ver a los adultos hablar le parecía más interesante que jugar con sus primos a quienes nunca veía.

 

Sin embargo, a quien si quería ver era a Rosa, su abuela paterna, una mujer con costumbres un poco extrañas pero tolerantes, amaba a Henry con todo su corazón, a tal punto era tanto su amor, que sus padres pensaban que lo sobreprotegía.

 

Poco a poco, la charla casual en la noche de año nuevo se transformó en algo más: sus voces subían de tono a medida que el licor circulaba por sus cuerpos. Supo, por simple deducción, que dos términos siempre se repetían, «demócratas» y «socialcristianos», no tenía idea de su significado, pero que parecían ser muy importantes.

 

Hablar esas cosas entre miembros de diferentes clases sociales era peligroso, y ambas familias estaban conformadas por miembros que iban desde los catedráticos universitarios hasta fanáticos de la política.

 

Uno de los tíos maternos, pasado de copas, habló mal del presidente de turno y del partido al que representaba, del daño que «aquel mal nacido» le había hecho a la Unión Federal y que otro político del partido opositor «les va a cortar la cabeza a todos».

 

La fraternidad y los deseos de año nuevo murieron en el segundo en que terminaron de pronunciar esa frase.

 

Con el ir y venir de los gritos, la madre, en un arrebato de ira, echó a la mitad de los invitados a la calle antes de que dieran las doce.

 

Henry veía todo. Aprendía cómo las reacciones más viscerales eran generadas por la política; la forma en que despertaba odios y amores, todos exagerados y antagónicos según el gobernante de turno; que la vida era blanco o negro, Dios o el Diablo, una corriente política u otra que le contradecía, Cualquiera estaba bien, pero no podías vivir en Sudamérica sin tomar una postura, era la primera vez en su vida que entraba en contacto con la política, no sería la última.

 

Más allá de una que otra pelea familiar la vida de Henry fue privilegiada, vivía en una  zona segura, con hombres vestidos con trajes italianos y mujeres que hacían deporte con sus zapatos importados. Su casa estaba en una burbuja invisible que los separaba de las realidades más duras, apartados de los sufrimientos del resto de la población y también de sus esperanzas.

 

Estudió en una primaria exclusiva, apenas tuvo la edad de ir a la primaria Rosa se encargó de que estudiara en el mejor colegio posible, no dejaba de decir que tenían que prepararse desde muy joven, una mejor institución educativa suponía mejores posibilidades para su nieto. 

 

El niño Henry era tímido, propenso a seguir las órdenes de los demás. Sus profesores decían que era muy estudioso, pero algo callado, incluso con sus amigos más cercanos, pero más importante, era un niño sin malicia, algo que su padre trató de revertir como pudo, sin éxito. Para él, un niño que no hiciera travesuras era más preocupante que tener a uno al cual estar persiguiendo a cada rato

 

Pasaron los años, y llegó el comienzo de los estudios secundarios, estaba tan nervioso que en su cuarto preparó detalladamente el uniforme para el primer día, pero ese comienzo fue un tanto accidentado. Pasó de ser el pez más grande de la primaria al más pequeño de la secundaria, desde el punto de vista social fue como retroceder al final de la cadena alimenticia, buscó consuelo en sus padres y después lo buscó en su abuela.




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