Ligera y agridulce

Nada nuevo bajo el sol: Capítulo 14

 

 

- Qué alivio que seas una niña tan independiente- suspiró Anne cerrando la libreta donde cuidadosamente anotaba los gastos de la semana.

Distraída Hotaru levantó la cabeza de sus libros aun sin estar segura a lo que se refería.

- me han ofrecido hacer algunos turnos extras en el servicio de urgencias.

- turnos extras- murmuró de inmediato, pensativa-…¿más?...

 

Se había quedado mirando su caja de bento, ahora con el estómago apretado, antes de responder. Una chica, con la que pocas veces había hablado, la guió hasta su grupo de amigas y le hicieron un espacio.

- Sayaka dijo que preparabas tu propia comida- exclamó una de ellas emocionada, logrando avergonzarla.

-…bueno…hago lo que puedo.

- ¿es cierto que no tienes padres? Tu familia nunca viene a las reuniones ni eventos escolares.

Y aunque hubiese querido seguir sonriendo por los cumplidos, esta vez su expresión se paralizó.

- ¡Tonta! Yo no dije eso- se defendió la aludida, la única en todo el salón con quien antes había intercambiado algunas palabras.

Hotaru mantuvo abajo la mirada y apretó los labios, sabiendo de antemano que lo mejor era fingir que no le importaba.

-…mi mamá trabaja mucho, es enfermera- respondió con un autoimpuesto orgullo, y desde ese momento, al menos por algún tiempo, pudo tener sobre ella cierta admiración de sus compañeras. 

Le hacía creer a los demás, y así misma, que era valiente, que tan sólo con once años podía valerse por sí misma, aun cuando al mismo tiempo envidiaba que la madre de Sayaka la acompañara cada tarde de regreso a casa preguntándole que quería para la cena, envidiaba incluso que, a diferencia de los demás niños de su edad, Anne si quiera se diera el tiempo para regañarla…

 

 

Tras varios días pensando en lo último que había hablado con Umi, y en clases tratando de evadir a Miu, ese fin de semana quiso de levantarse un poco más tarde, pero su cerebro se lo impidió, como su madre tenía un turno doble de veinticuatro horas estaría sola hasta el final del día, decidió que lo mejor sería distraerse con algo productivo.

 

Ya en pie miró el calendario de su habitación donde tenía destacada esa fecha, el día de cumpleaños de Kenji, su padre, y a pesar que Anne se rehusara, ella siempre en secreto le prendía una vela o dedicaba algunas palabras especiales a la fotografía que tenían en algún lugar en la sala.

 

Acabado el desayuno comenzó con el aseo, al parecer su madre no se había dado ese trabajo en varios días. Sacó unos cuantos kilos de polvo y basura, y para finalizar se dirigió a la sala de estar que más bien parecía cuarto de cachureos dada la cantidad de objetos inservibles que Anne había acumulado desde ya mucho tiempo, entre cuadros pintados en óleo, fotografías de personas que ni siquiera recordaba y algunas otras cajas con valiosas antigüedades que según ella algún día ordenaría.

 

Fastidiada por dicho escenario comenzó sacando los objetos para poder ordenarlos, todos tan sucios que incluso el polvo sobre ellos parecía un lienzo para el dibujo. Se sentó en el suelo observando las pinturas acumuladas a un lado de la pared. A pesar de todas las veces que las había mirado para ella seguían siendo paisajes tenebrosos que el paso del tiempo ya había arruinado. Al lado había algunas cajas de cartón, a pesar que Anne siempre se enojaba cuando quería curiosear, esta vez las abrió. En la primera encontró algunos objetos de trabajo como un toma de presión viejo, varios estetoscopios y un equipo de curación caduco. En otra había libros de estudio, farmacología, procedimientos médico-quirúrgicos, anatomía humana y otras cosas que tal vez había usado en la Universidad.

 

Dejó los libros de lado y continuó hurgando. Entre la gran cantidad de material y papeles al parecer inservibles había un espejo con un hermoso marco plateado adornado de flores, pero roto y lleno de polvo. De otra de las cajas sacó un largo maletín forrado en cuerina negra y broches plateados. Limpió lo que pudo del polvo, y dio algunos golpecitos a la caja. Levantando el par de cerrojos lo abrió con cuidado. Una plateada y opaca flauta descansaba dividida en tres partes sobre un terciopelo rojo.

 

Lo supo de inmediato, pertenecía a su padre, sabía que había sido profesor de música en la universidad. La ensambló con dificultad y limpió el polvo de la boquilla, por alguna razón Anne, que había tomado clases de música en la universidad y le enseñó a tocar instrumentos de viento cuando pequeña, nunca le había hablado de la existencia de esa flauta. Al levantar otra vez la caja cayó de entre su forro de cuero una pequeña nota escrita a mano… “Posesión de Anne y Kenji”.

 

Emocionada volvió a examinarla, dudosa sopló apretando las llaves para obtener una nota al azar, al parecer seguía conservando su sonido, aunque no pudo recordar ninguna canción. Buscó ayuda entre el desorden de hojas que había dejado, pero antes de continuar debió volver a meter los objetos a las cajas y las reagrupó más o menos como habían estado. Una última bastante pesada se desfondó regando todo su contenido por el suelo de la sala. En cuclillas evitando pisarlas comenzó a recogerlas, notando que precisamente podrían servirle.  “Efesso-Wagner Ortis, adaptación para principiantes por el Profesor K. T.; Für Elis - para flauta traversa;  Badinerie- Johann Sebastian Bach”. Y así muchos otros títulos figuraban, entre ellas un pequeño manual de hojas casi amarillas unidas por corchetes “Instructivo de iniciación a la flauta traversa”.

 

Volvió a sentarse en el ahora despejado piso, hojeando los libros con extrema delicadeza: historia y descripción del instrumento, contacto con la flauta, iniciación de la sonoridad. Se detuvo en “primeros sonidos”. Logrando interpretar lo que pedían con poco esfuerzo.




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