Siempre la había admirado por su belleza, pero ahora que había descuidado toda la rutina que se hacía en el cabello y que apenas se maquillaba su madre dejaba poco a poco de lucir como una verdadera princesa.
-...Necesito que firmes esto- murmuró entrando en la habitación que aun tenía adecuada para Shinya.
-…qué es…- respondió limpiándose los ojos.
-…una autorización…para poder modelar en traje de baño- respondió con cierto temor.
- ¿trajes de baño?- murmuró inexpresiva- suena interesante.
-…aunque sólo podré hacerlo…si me acompañas.
Su madre pareció pensativa.
- ¿de verdad tengo que acompañarte?...qué cansancio…- suspiró.
Miu apretó los dientes, bajando la mirada.
- ¿Crees que quiero salir de casa con esta apariencia?
-…puedo acompañarte a la peluquería.
-…lo siento…prefiero quedarme con Shinya.
Miró la cuna de su hermano recién muerto, analizando la expresión de su madre, y supo que no valía la pena torturarse insistiendo.
Habían sido casi tres años de terapias y medicamentos con escasos resultados…
Esa mañana se levantó cansada debido a las ideas desagradables respecto a ese día que no deseaba que llegara. A pesar de ser fin de semana, mucho más temprano de lo habitual se vistió para buscar a Midori.
La puerta de la habitación de su madre estaba abierta, se quedó mirando, con algo de temor, como la cuidadora de turno le servía el desayuno.
- Buenos días- murmuró la chica sorprendiéndola.
- pasa- musitó su madre- siento como si no te hubiese visto en algún tiempo.
-…las veces que vine…estabas dormida- se mordió el labio inferior.
- es cierto- agregó la cuidadora.
Miu se quedó pensativa, su piel parecía de un color pálido, opaco, pero lucía mucho mejor que cuando estaba drogada con los medicamentos, o durmiendo, ya que daba la impresión de haber muerto durante el sueño. Lamentablemente su ilusión duró poco al verla llevarse a la boca un par de pastillas seguidas de un buen sorbo de agua.
- ¿Crees que debería vestir de una forma especial?
La miró de reojos y arqueó una ceja.
- seguro si usas pijama creerán que de verdad estás loca- musitó con sarcasmo- puedes ser cualquier cosa, pero jamás dejar de lucir bien.
-…es cierto- sonrió su madre-…entonces…¿podrías elegir algo?
Con una presión en el pecho se volteó hacia el armario. Tenía tantas opciones, era todo lo que cualquier mujer pudiese desear, después de todo, ella misma le había trasmitido ese gusto por la moda. En pocos minutos concluyó que cualquier prenda, por muy casual que fuera, la haría lucir bien. Así que eligió el primer conjunto.
Se retiró para que la cuidadora la ayudara a vestir, al fin llegando a la cocina, donde Midori le sirvió un vaso de té, y aunque también tenía preparado un par de tostadas, no llamaron su atención.
- entiendo a la perfección que no tengas apetito, pero si no comes nada continuarás luciendo como un cadáver.
- lo sé- suspiró- estoy ansiosa también por ver a papá.
Ayudaba a Midori en el orden de la cocina cuando vieron a Satoe bajar por las escaleras tomada del brazo de la chica.
Llevaba el hermoso conjunto de falda y blusa que le había escogido, junto a una cartera color crema, nada hacía presagiar que alguien que iba a internarse a un hospital psiquiátrico pudiese lucir tan elegante. Aunque el evidente efecto de los medicamentos en su cuerpo, que la hacían caminar y reaccionar aletargada, le quitaron de inmediato gran parte de ese atractivo.
Antes que pudiese sentarse Midori acudió a abrirle la puerta a su padre, Miu, que había estado al mismo tiempo esperando y aplazando la llegada de ese momento, supo que todo lo que había imaginado respecto cómo se sentiría al verlo, fue mucho peor. Lo saludó con una ligera inclinación de cabeza, sin siquiera verlo a los ojos. Por suerte él tomó las maletas y volvió a salir rápidamente. Midori se acercó a Satoe y le dio un abrazo deseando volver a verla pronto. Miu, que hasta ahora lo estaba dudando, también se acercó, sin atreverse a decir algo. Pero su madre, viéndola a los ojos, le tomó la mano y la besó en el dorso.
- Eres más fuerte que yo…eso es seguro...
Miu se quedó inmóvil hasta oír cerrarse la puerta. Por suerte Midori la abrazó al notar sus ojos vidriosos.
-…¿Crees que sea lo mejor?- murmuró con la garganta apretada.
- lo sabremos con el tiempo.
Subió a su habitación dejando a Midori en la cocina y se tiró sobre la cama. Pensó en su madre, en el aroma de su perfume y en la que ahora era la última imagen que tenía de ella antes de salir, y con los ojos empapados en lágrimas se quedó dormida.
Muy entrada la tarde volvió a despertar gracias a que Midori una vez más le estuvo reclamando por no haber comido.
- Insistes demasiado- murmuró con una ligera sonrisa- aunque eso me alivia, ya que sé que eres la única que se preocupa por mi.
- por supuesto, me preocupo tanto que preparé esto- sonrió dejando sobre la cama una bandeja con una porción de albóndigas de pulpo. Miu sintió rugir su estómago.
- ¡Cielos! Siempre te empeñas en hacerme engordar- bromeó.
- si no lo hiciera estarías en los huesos, además dijiste que no comías esto hace mucho- les puso un poco de salsa- come antes que se enfríen.
- ¿vas a acompañarme?
- a beber si quieres.
Saboreó cada brocheta con infinita gratitud, mencionando muchas veces lo deliciosas que estaba. Luego de comer, por suerte Midori se quedó para oírla reclamar.
-…¿Entonces ya no estás saliendo con el chico guapo?
- aunque creo que fue lo mejor, a veces sentía que en realidad no le agradaba- murmuró pensativa.
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Editado: 29.11.2024