Ligera y agridulce

Las cosas que dejé por ti: Capítulo 2

 

Como la mayoría de sus veranos no tuvo demasiados planes, amaba dormir y descansar, por lo que cada mañana del resto de sus vacaciones se levantó un poco más tarde para hacer las compras, cocinar, intentar aprender algo sobre cómo tocar su flauta, y, por sobre todo, hacer ejercicio. Era divertido ilusionarse en que si se esforzaba un poco podría bajar los kilos que como nunca antes comenzaban a incomodarla.  

 

En Internet decían que sí hacía ayunos de dieciséis horas dos veces por semana incluso podría bajar de peso antes de volver al instituto.

 

 

Abstenerse a tomar el desayuno fue difícil el primer día a pesar de su buena disposición, Anne se empeñaba en tener la despensa repleta de golosinas que hasta ahora jamás se había preocupado en si eran buenas o no para su salud. Seguía sin entender cómo existían mujeres que llevaran su día a día bajo dietas estrictas, mientras que para ella ya era una tortura no haber probado chocolate.

 

 

El día que Anne se quedó en casa prefirió preparar un contundente almuerzo de verduras al vapor y tofu, al menos así podría comer sin remordimientos. Gran fue su sorpresa fue oírla celebrar en que quisiera al fin cuidar su alimentación, como en pocas ocasiones pudo sentir que la complacía ¿De verdad no iba a regañarla?

 

-Si deseas puedo ayudarte- agregó con cierta ingenuidad- aunque sigues en desarrollo estás en edad de llevar una dieta como la mía.

 

Fue un extraño silencio, una sensación reconfortante que se quedó merodeando en su pecho. Al parecer al fin había algo que lograría hacer que Anne se interesara un poco más en ella.

 

Desde ese momento su satisfacción fue tal que incluso tuvo paciencia para oírla hablar con el entusiasmo que la caracterizaba respecto a sus pacientes.

 

-A todo esto- continuó, pensativa- mañana habrá fuegos artificiales cerca de Odaiba, deberíamos ir.

-¿no tienes que trabajar?- la miró extrañada, Anne le respondió con una sonrisa.

-...pediré permiso si quieres.

 

Se quedó pensativa y suspiró.

 

-Si sólo lo haces para intentar complacerme, descuida.

-eso suena muy maduro-rió- pero si cambias de parecer no dudes en decírmelo, después de todo, el lunes empiezas un nuevo semestre y ya no podremos vernos con frecuencia.

 

Dejando que su madre se ocupara de la vajilla se fue a su habitación. Pensándolo bien, hace mucho que no iban juntas a ese tipo de celebraciones, siquiera se habían dado el tiempo de comprar algún obsequio de conmemoración del festival de Obon en memoria de su padre.  

 

Se acomodó en la cama apoyándose sobre su lado izquierdo, y cerró los ojos...

 

 

 

-…Algunas culturas creen que cuando una persona muere su alma viaja hasta el cielo, y puedes ver su brillo durante la noche...en forma de estrellas- sonrió Anne, apoyándose a un lado de la ventana. Era una noche bastante calurosa, de ese verano cuando aun iba en primaria.

Hotaru alcanzando una silla se inclinó en ella para también mirar al cielo, ahora casi abrumada por su inmensidad.

-¿entonces esa estrella podría ser papá?- se sorprendió indicando el astro más reluciente que pudo ver en el firmamento.

-en realidad es Marte-sonrió compasiva-...pero si quieres puede ser papá para ti...así...podrás buscarlo cada vez que desees...y él también podrá verte a ti...

-…papá…puede verme-susurró con una sonrisa.

Anne suspiró, acariciándole el cabello.

 

 

 

Sonrió abriendo otra vez los ojos, salió de la cama y quiso asomarse a la ventana para comprobar si su padre seguía ahí, pero sólo divisó un par de pequeñas estrellas, era demasiado temprano para verlo aparecer.

 

La voz de su madre la sacó abruptamente de su estado de somnolencia, suspirando pesadamente aun un poco letárgica salió hacia la cocina.

 

En realidad era temprano para cenar.

 

- Pero has dormido toda la tarde- pareció incrédula.

-¿qué? Sólo cerré los ojos un par de minutos.

-si claro-rió.

 

La vio servirse una porción, ella se sentó de frente con un vaso de té verde.

 

-Es tempura- insistió- de todas formas te dejaré para mañana. Así no tendrás que cocinar.

- sabes que no me importa hacerlo.

 

 

 

En poco rato su madre se había arreglado el cabello y puesto un sutil maquillaje, estando lista para volver al trabajo.

 

-Sé una buena niña-bromeó antes de despedirse-nos vemos para cenar mañana ¿entendido?

 

 

A penas meterse a la cama su estómago comenzó a rugir, pero su propia imagen frente al espejo, ahora desagradable, le dio fuerzas para continuar con ese sacrificio, conformándose en que no necesitaba tanto alimento si no estaba estudiando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aun mostrado los primeros signos de mejoría Tomoki continuaba durmiendo la mayor parte del tiempo. Cuando estaba despierto era para comer, aunque la mayoría de las veces apenas tocaba sus alimentos. Luego se quedaba viendo por la ventana con una mirada nostálgica, que al menos a ella no podía serle indiferente.  

Junto a su padre, Seichiro, y parte del equipo médico, decidieron darle la noticia, la razón por la cual su madre no venía a visitarlo ni jamás lo haría. Nadie supo cuáles fueron sus verdaderos sentimientos, ya que al oírlo, se quedó inmóvil, parpadeó un par de veces y volvió cerrar los ojos.

 

Parecía pensativo, pero no hablaba con nadie, comunicándose sólo con un par de gestos y suspiros, siquiera le dirigía la palabra a su padre. Su cerebro estaba intacto de milagro tras semejante traumatismo, así que sólo se negaba a hablar…y al parecer seguiría siendo así hasta que tuviese una verdadera razón para hacerlo…




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