Ligera y agridulce

Las cosas que dejé por ti: Capítulo 5

Era evidente que Tomoki pasaba por un periodo de duelo postraumático, así que no esperaba a que de momento quisiera ser comunicativo. Desde la primera vez que habló lo hacía sólo con su padre, con ella y respondía con monosílabos a una que otra enfermera, incluso en ocasiones se volvía en extremo apático.

Por suerte, tras una rigurosa evaluación, los especialistas no habían detectado ninguna secuela neurológica, y lo único que impedía dar un paso más en la rehabilitación era sanar la herida de la pierna donde habían tenido que volver a unir sus huesos con titanio.

Anne lo miraba con una mezcla de ternura y compasión. A su edad cualquier otro niño debía estar preparándose para los exámenes del instituto, en cambio él tenía que pasar la mitad del día en procedimientos y el resto en una cama, rodeado de personas desagradables.

-¡Muy bien Tomoki!-exclamó esa tarde mientras lo acompañaba a su terapia- inténtalo de nuevo.

-...quién...la autorizó...a llamarme por mi nombre- bufó esforzándose por mantenerse en pie.

Lo miró de reojos, sabiendo que a pesar de su actitud no podía mostrar debilidad.

-yo misma, claro- sonrió.

-...Creí que era una persona amable- agregó tras unos minutos ignorándola.

-soy amable…con quien lo merece…

 

Ayudándolo a sentarse dio media vuelta para dejarlo sólo en la habitación, suspiró por la nariz. Claro que además de tiempo debería tener mucha paciencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hotaru no fue capaz si quiera de volver a dirigir su mirada a Ryo tras esa tarde, y tal como debió suponer seguía siendo invisible. Por suerte su madre continuaba tan ocupada en el trabajo que seguía ignorante respecto a su desmayo.

 

Aunque no había almorzado con sus amigos en varios días era un día de ayuno, debiendo inventar una excusa para rechazar la invitación de esa tarde. Caminaba ahora por los pasillos queriendo ignorar esa sensación de vacío que le retorcía las tripas, y mantener el poco calor que al parecer estaba produciendo su cuerpo.

 

Durante sus últimas solitarias tardes en casa había descubierto que intentar tocar la flauta era una opción para mantener su mente ocupada y en calma. Pero a pesar que durante las vacaciones, casi sólo por el placer de sentirse más cercana a su padre ya había leído la mayoría de los libros, era consciente que su avance seguía siendo mínimo, y con su actual nivel sólo podría continuar tocando el mismo par de melodías de una exigencia básica.

 

Comprando una lata de té, buscó el último de los libros que tenía en el casillero, e intercambiando su atención entre dar sorbos y caminar algunos pasos, se detenía de vez en cuando a leer y memorizar algunas líneas.

 

“En el registro grave la afinación tiende a ser baja sobre todo en las notas extremas,

es decir: re, re bemol, do natural. Es importante señalar que...”

 

Suspiraba antes de continuar cuando un murmullo bufó a sus espaldas que aprender la música de memoria en un libro no era suficiente para aprender a tocar de verdad.  

 

Levantó la cabeza desconcertada, pero del hombre, alto y de cabello oscuro, sólo logró ver su espalda, y aunque supuso que se trataba de un profesor parecía tener demasiada prisa como para poder alcanzarlo.   

 

Aunque los entrenamientos de tenis ya habían comenzado, no pudo más que saludar de lejos a Umi, y agradeció que los minutos pasaron rápido después de estar gran parte de la clase recogiendo pelotas. A penas llegar a casa dejó los libros de su mochila sobre el escritorio, en pocos días tendría el primer examen del semestre, por lo que debía hacerse de ánimo, aunque sólo el hecho de pensarlo era motivo para sentir pereza, ciertamente con todo eso del ayuno era común que se sintiera en extremo distraída y cansada. Hojeó el libro de Historia universal sin mucho interés…Así que Mussolini presidió la firma del acuerdo entre Confindustria y la Confederación de las corporaciones fascistas…Suspiró hastiada.

 

Ahora en la cocina por un vaso de agua se quedó viendo hacia la ventana, los transeúntes parecían apresurarse en llegar a casa antes que oscureciera, no había nada emocionante tampoco afuera.

La flauta de su padre descansaba sobre un mueble de la sala tan delicada y reluciente como si en verdad estuviese forjada en algún metal precioso, y ella seguía incapaz de tocarla como merecía, claro que era un desperdicio, a pesar de la opinión de Anne.

 

Tomó un segundo vaso de agua, y tras un par de minutos la liberó del estuche, sigilosa, como si alguien estuviese observándola. Sólo intentaría sacar nuevas notas antes de continuar con Historia.

 

Evidentemente con dificultad lograba interpretar su par de melodías, aunque claro, si quería aprender de verdad tendría que hacerlo con alguien. Deseando que ese fuera su propio padre se quedó mirando la fotografía junto a sus discos de vinilo, de ser así se habría esforzado para que estuviese orgulloso.

 

 

 

 

 

 

Concentrada continuaba en su libro sin intenciones de interactuar con nadie durante el almuerzo, y ya habiendo meditado la idea de merodear por el salón de música, quiso escapar del salón, pero antes que incluso se pudiese incorporar, Miu caminando hacia la salida posó la mirada sobre ella, y en un par de segundos le sonrió.

 

- ¿No vas a salir?

Bajó la mirada hacia su libro, debiendo esforzarse en sonreírle de vuelta.

-…pensaba en hacerlo luego- mintió, dado que no tenía dinero ni había preparado comida.

- Yukari no vino, pensaba hacer una video llamada con Shun, pero puedes acompañarme.

 

Sintió que en realidad no valía la pena meditarlo, su actitud era más bien de mando, así que dejando el libro bajo el escritorio la siguió cogiendo su termo.




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