Ligera y agridulce

El día en que dejaste de fingir: Capítulo 23

Creyendo aliviado que ya se había librado de Natsumi y todo lo relacionado al Host esa mañana salió de la cama tan temprano como Yuuri lo había hecho para ir al instituto, a pesar de no tener obligaciones una vez despierto le era imposible volver a pegar los ojos.

Su amiga había indicado el dinero sobre la mesa para hacer las compras.

El departamento estaba hecho un desastre, y en parte por su culpa, ya que si él no lo hacía Yuuri tampoco podía con todo. Así que tras darse una ducha dejó reluciente cada rincón.

Luego de almorzar, muy tarde por cierto, tomó el dinero y se cubrió con una chaqueta para salir en busca de ingredientes. Los comerciantes saludaban ofreciendo los vegetales más frescos en cada tienda, recorrió el barrio buscando los lugares donde encontrar ofertas, aun consciente de no ser tan hábil cocinando como su hermano sabía que si preparaba algo de mayor dificultad podría sorprenderla.

Las primeras luces comenzaban a encenderse y miró su reloj notando que eran cerca de las cinco. Apresuró el pasó tomando un atajo por una calle pequeña, seguro a causa de su aroma menos agradable y poca visibilidad, bastante más expedita. Algunos carteles en las puertas de los locales indicaban servicios de masajes realizados por chicas probablemente adolescentes, así que prefirió salir rápido. Casi al final de la calle intentó hacerle el quite a un par de sujetos que fumaban en una de las esquinas, aun así uno de ellos le rozó el brazo con actitud desafiante.

- Ten más cuidado mocoso- un murmullo ronco salió de su garganta.

No se atrevió siquiera a mirarlo.

- ¿no vas a disculparte?- respondió el segundo, más alto y corpulento.

Ahora resignado hizo una leve reverencia.

Ambos se miraron, sonrientes.

-Satoh Kouichi ¿verdad?- rió el segundo entornando los ojos- qué coincidencia, el señor Yuu ha estado buscándote.

Sintió como de inmediato todos los músculos de su cuerpo se tensaban, impidiéndole articular palabra.

-¿creíste que podrías dejarnos sin despedirte?- agregó el de voz ronca tirando su cigarrillo al suelo.

-…no es...tu asunto…

El sujeto disminuyó la distancia.

-claro que sí-susurró uno su oreja, el olor a tabaco le impregnó la cara.

Aunque intentó alejarse, con una inesperada habilidad el más corpulento lo afirmó por la espalda.

-tienes asuntos pendientes niño.

-y no te vas a escapar- agregó el primero propinándose un golpe justo sobre el estómago.

Sintiendo como el golpe le impedía respirar, dejó caer las bolsas, casi desplomándose.

Antes que pudiese incorporarse uno de ellos lo agarró con una fuerza de la cual no pudo zafarse, arrastrándolo hasta un auto cercano con violencia lo empujó al asiento trasero. Ahora paralizado, al cabo de unas vueltas y mientras escuchaba lo complacido que estaría el jefe, descubrió que lo llevaban a ese lugar.

Antes de dejarlo bajar el hombre más corpulento lo tomó del cuello amenazándolo con darle una paliza si intentaba escapar, aun sin la energía suficiente si quiera pudo asentir. Lo metieron al ascensor atado de manos. Yuu sentado en su berger ya lo esperaba con una amplia sonrisa.

-Nos vemos de nuevo querido- musitó sin parpadear, esa mirada profunda que a él nunca había dejado de atemorizarle- apuesto a que no te lo esperabas.

-Fue muy fácil.

Cambiando su entonación a uno más hostil ordenó que lo desataran y los dejaran a solas.

A pesar de ya estar libre, y que pareciera tener una actitud complaciente, supo que Yuu no estaría satisfecho sólo con haberlo encontrado.

-¿Te han hecho daño esos idiotas?

Negó bajando la mirada.

- Me alegra que hayas disfrutado llevándote nuestro dinero- musitó con evidente sarcasmo- algunos estaban sorprendidos que pudieses tener éxito en tan poco tiempo, pero bueno ya sabes lo que puede lograr un rostro atractivo – suspiró- fui yo quien te lo dijo ¿verdad?

Lo vio mojarse los labios con su copa, se acomodó uno de sus mechones azulados detrás de la oreja que tenía cargada de aretes, y dejando su atención en un punto fijo continuó.

-…Así que resultaste tener dieciséis, quien lo diría-rio, relamiéndose el labio inferior- A todo esto ¿quieres beber algo?

Volvió a negar.

-bueno, como decía, no has hecho bien tratando de engañarnos, el que seas menor de edad podría traernos algunas consecuencias legales, a mi en especial ¡¿Te imaginas?!- se burló- ¿ser investigado por tu culpa? Eso no sucederá, claro- lo miró serio- así que lo mantendremos en secreto ¿entendido?

Se sintió incapaz de reaccionar.

Esta vez dejando la copa de vino a un lado se paró en su dirección.

-¡¿Me estás escuchando?!- alzó la voz

Asintió con evidente temor.

-¿¡entendido!?

-...sí...-murmuró al fin, con una voz ahogada.

-Quiero que me acompañes- agregó obligándolo pasar a la habitación contigua. Lo siguió en silencio. Sólo había un mueble y, en medio, una cama. Yuu abrió la cortina, la pared principal, de vidrio dejó al descubierto las brillantes luces de los demás locales.

-Hermosa vista ¿no? Espero que no la olvides- le guiño un ojo. Prendió un cigarrillo, y se quedaron en silencio hasta que acabó de fumarlo.

Si quiera se atrevió a dirigirle la mirada, rogaba poder volver a casa...pero perdió las esperanzas cuando volvió a acercársele.

- Todos comentaron lo sorpresivo de tu desaparición – murmuró dejando escapar la última bocanada de humo- y aun peor que te escaparas sin recompensarnos.

-…lo siento- apretó los labios.

-como supondrás, nadie se burla de mi sin llevarse algún recuerdo a cambio- sonrió, rodeándolo por la espalda.

Un escalofrío lo recorrió al sentir su aliento sobre la nuca.

-Reina ha dicho que estás bien dotado para ser un mucoso-rió- me gustaría saber si es cierto- Comenzó abriéndole los botones de la camisa.

Aún asustado lo detuvo y se hizo a un lado.

-cielos ¡¿aún así piensas resistirte?!- lo miró incrédulo.




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