Ligera y agridulce

El día en que dejaste de fingir: Capítulo 40

Cuando ya todos habían desaparecido de la casa, tomó su mochila y su botella de agua y salió hacia el instituto. Casi no llevaba cosas en su bolso y su cuerpo se sentía efímero, pero sus pensamientos eran una carga tan pesada que no tenía energías si quiera para caminar. La mayoría de sus compañeros, alegres comentaban lo que habían hecho durante sus vacaciones, sin duda eran muy ruidosos. Hubiese querido escapar a la biblioteca y hablar con Umi, poder llorar en sus brazos y ser consolada, pero ahora ya no había una Umi esperándola.

La aguda voz de Miu la sacó de sus pensamientos, alardeaba ante sus compañeras sobre el anillo que le había regalado Shun para navidad, se quedó analizándola en secreto, pero en pocos segundos ella hizo contacto visual, obligándola a retractarse.

Durante la última hora recibió mensajes de Keiji para verse a la salida, y se quedó hablando con él un buen rato, no fue capaz de tomar apuntes. Antes de terminar la clase el profesor encargado la llamó para recordar que desde la próxima semana debería quedarse a tomar tutorías en física. Sólo asintió pensando en cuan ridículo sonaba todo, tendría que inventar una buena excusa para librarse de eso.

- Sabía que si no venía por ti tardarías años- musitó su amigo mientras los demás alumnos salían de la sala.

Levantó la mirada de su bolso intentando sonreír, el aura cálida y alegre de Keiji llamó la atención de algunos.

-…Hola- susurró un poco avergonzada.

- ¿nos vamos?

- ¿no tienes que…entrenar?

- bueno, con la nieve que hay en las canchas lo veo difícil- se encogió de hombros.

Se puso el abrigo y la bufanda viéndolo hablar con Ryo. A pesar de la actitud distante de su compañero Keiji parecía tan animado que incluso creyó que lograría hacerlo sonreír, sin duda hubiese sido un buen estímulo para la poca energía que le quedaba. Antes que Keiji lo lograra Ryo le dirigió la mirada, debió bajar la cabeza sintiendo como sus mejillas se ruborizaban. Keiji a su vez analizó la escena en silencio.

- ¡Bien! nos vemos más tarde- se despidió de su compañero.

Caminaron por el pasillo hacia el primer piso, sólo por el hecho de bajar las escaleras sus rodillas crujieron, ahora la cadera también comenzaba a punzarle. Keiji hablaba, pero ella se quedó viendo a un par de chicas que a su vez observaban un afiche en relación a una exposición de arreglos florales tradicionales.

-…¿Es una buena idea no crees?

¿Una buena idea? Ella lo miró interrogante.

- ¿no estabas escuchando?

-…n-no…me distraje- volvió a sonrojarse, ahora él suspiró.

- bien- sonrió- no te regañaré porque a pesar de ser el primer día tu rostro me dice que tienes muchas cosas en mente ¿me equivoco?

Negó con la cabeza.

- ¿Crees que Umi aun…me odie?

- no te odia…pero supongo que pasará un tiempo antes que vuelva a hablarte, aun si logra disculparte- suspiró compasivo- y creo que es su derecho estar enojada todo el tiempo que quiera…¿Es eso…lo que te preocupa?

-…es todo- suspiró.

-bien…parece que esto requiere buen plan- sonrió apoyando la mano sobre su cabeza.

Ese pequeño gesto para ella fue como si traspasara un poco de energía hacia su cuerpo, un calor reconfortante, incluso haciéndola sentir mejor.

-…Si estás acompañándome…ya es un buen plan- musitó con una leve sonrisa, logrando que se ruborizara.

Caminaron por una de las avenidas principales. Al saber que realmente estaba dispuesto a escucharla comenzó divagando…mencionó a Tomoki, a Seichiro y al final, un poco de su madre.

- No creo que seas un problema…es solo que probablemente ella no puede entenderte- murmuró pensativo- y eso debe ser frustrante.

También era frustrante para ella que Anne tampoco intentara ponerse en su lugar, que se tomara todo a la ligera, en especial sus sentimientos.

Sólo cuando llegaron a destino Keiji por su parte se preguntó si de verdad Hotaru sería capaz de subir todos esos escalones hasta llegar al templo. Ella observó por unos segundos a un par de ancianas que iban cuesta arriba sin ninguna dificultad, Keiji también se adelantó. A pesar que tenía escasas energías para una travesía de ese tipo se consoló en que si se cansaba más llegaría a casa tan solo a dormir. Contó en total de ciento tres escalones hasta la meta, sus piernas casi temblaban, acalambras, un dolor a penas tolerable en todas sus articulaciones. Por suerte Keiji le ofreció un brazo para apoyarse hasta encontrar un lugar donde sentarse.

La dejó sola, para volver en pocos minutos con una lata de té caliente y un par de pastelillos de taiyaki.

- Debí cargarte- bromeó, entregándole el té.

Lo miró de reojos y bebió un sorbo queriendo responder que no estaba enferma…aunque ya no estuviese tan segura de aquello.

Por suerte la bebida caliente la ayudó a despejar su garganta, llevaba más de un día sin probar nada más que agua. Su amigo le entregó uno de los pastelillos, pero en vez de probarlo sólo se lo acercó a la nariz para olfatearlo, un dulce aroma a vainilla mezclado con la acidez de la mermelada de fresas invadió su cerebro, aun así, no tuvo apetito, tomó otro sorbo de té para engañar su ansiedad, y con eso fue suficiente.

- …¿No vas a comerlo?

-…probablemente si lo hago…me sentiré muy mal luego- respondió buscando un punto en el horizonte.

- no enfermarás por comer sólo uno.

-…me sentiré tan mal- se le formó un nudo en la garganta-…que…me veré obligada a…no comer en mucho tiempo- confesó, apretando los dientes, no pudo continuar.

Keiji por su parte se quedó examinándola. Su expresión había cambiado por completo, como si el cansancio y tristeza de su rostro se hubiesen convertido de un segundo a otro en una mezcla de ansiedad y temor. Le quitó el pastelillo y tomó una de sus manos, ahora frías y ásperas. ¿Había tenido siempre las manos tan pequeñas y frágiles? Sus nudillos estaban rojos, con un par de diminutas heridas.




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