Ligera y agridulce

La velocidad de la luz: Capítulo 4

Desde su cama sabía que en cualquier momento sus ojos se secarían, los párpados le pesaban, aún así sentía que no era suficiente. La enfermera de turno le llevó un vaso de jugo, sin siquiera reparar en lo malo que estaba lo bebió con lentitud tras recibir la comida a través de la sonda.

La oscuridad del cielo indicaba que era bastante tarde, más allá de su cortina ya se habían apagado todas las luces. No podía dormir, se acomodó y miró el diario de Anne a un lado de la cama…

Rechazo

Aun con la buena acogida de Ken ante la noticia sabía que no podía sentirse aliviada hasta conocer la posición de sus padres. Su padre, un esforzado y trabajador hombre de negocios, sólo se mantuvo en silencio y apenas abrió los ojos, su madre, en cambio, fue la encargada de interpretar todos sus pensamientos. Aun ante la presencia de sus hermanas mayores, luego de lamentarse, llorar y reprocharla, la llenó de improperios, dado que aun siendo la menor fuera la primera en quedar “preñada”, como decía cuando se refería a los animales, sin duda una deshonra. Le dio una semana para dejar la casa y sin importar el escueto apoyo que recibió por parte de sus hermanas, con sus escasas pertenencias debió mudarse al departamento de Kenji.

Debido a la noticia Kenji debió buscar un nuevo empleo, y a pesar de ser un trabajo administrativo en la compañía de su padre se prometió algún día volver a la música.

Teniendo en cuenta cuánto se esforzaba por generar un poco más de dinero cómo podría decirle a Ken que aun faltaba comprar tantas cosas para la llegada del bebé. Habiendo congelado sus pasantías en la parte culmine, y con un embarazo de seis meses le era imposible encontrar la forma de apoyarlo económicamente, por lo que lo menos que podía hacer ahora era esperarlo con algo bueno de comer. El omuraisu era su plato favorito, y verlo servido antes sus ojos esa noche le sacó una nueva sonrisa.

- Ahora me pareces aun más hermosa- musitó sentándose a su lado, era algo que decía desde que su panza había comenzado a hacerse notoria. Aun así sus cumplidos eran solo un ligero bálsamo para todos los pensamientos negativos que seguían en su cabeza.

- Prometo ser de utilidad apenas la bebé tenga edad suficiente- se excusó.

Aunque él, incluso siendo varios años mayor, parecía no preocuparse demasiado por el futuro, lo que para ella significaba una gran carga.

- Espero que le guste la música- sonrió él recostándose sobre el tatami. Comenzaba la melodía de Body an Soul de Coleman Hawkins.

-se mueve más cada vez que tocas el saxofón- musitó tocándose el abdomen ya abultado.

- el sobrino de Jonh empezó a practicar desde los cuatro años.

Anne, con menos interés prefirió seguirle el juego.

- debe ser un niño talentoso.

- también quiero que nuestra hija lo sea- asintió- para asegurarme de ello su nombre será Hikaru.

-¿Hi-ka-ru?

-como la cantante de blues, quiero que nuestra Hikaru sea talentosa como ella.

-...prefiero Hotaru... - suspiró posando las manos cálidas de Kenji sobre su panza.

-…como una pequeña luz…

Destino

Para suerte de ambos la llegada de la pequeña fue a pesar de todo motivo de alegría. Aunque no estaba haciendo lo que le gustaba, ese primer año Kenji ganó dinero suficiente para lograr equipar el departamento que arrendaban. Ella pasaba la mayor parte del tiempo a su cuidado y juntas lo esperaban para cenar e incluso lo habían acompañado a las presentaciones de apoyo que junto con Jonh hacían en los bares del barrio de Koenji.

Como lo hacía todas las noches bañó a la bebé y se dispuso a preparar la cena.

- ¿Crees que a papá le haya ido bien en el trabajo?- musitó.

A pesar de las preocupaciones Hotaru siempre lograba animarla. Cansada de esperar la amamantó por última vez y cenó por su cuenta.

El no verlo a su lado al despertar esa mañana fue un mal presentimiento.

No tenían muchos contactos en común para ubicarlo y desde la quiebra de la empresa habían perdido la comunicación con su padre. Hotaru también estaba más inquieta que de costumbre. Cada llamada ese día sábado fue una chispa de esperanza, aunque claro, sólo se trataba de cobros y promociones telefónicas.

En su cabeza había tantas teorías, pero ninguna que lograra tranquilizarla. Se preparaba para ir a la policía cuando en uno de los cajones de su ropero descubrió un sobre blanco...

Debió releer la carta unas cuantas veces para comprender lo que estaba sucediendo. Las hirientes palabras de Kenji le sacaron un par de lágrimas, pero lo que acabó por destrozarla fue prácticamente decirle que lo olvidara.

Se quedó encerrada en el departamento varios días antes de perder la esperanza de que regresara.

Procuró tirar a la basura la mayoría de sus pertenencias que quedaron en el departamento, y vender el resto en tiendas de segunda mano. Aun consciente del dinero que podría sacar a la flauta que el mismo le había enseñado a tocar decidió conservarla con la convicción de no volver a usarla. Y desde ese momento supo que tendría que armarse de valor, ya no tenía el apoyo de su familia ni a Kenji, estaba sola. Por suerte Hotaru era demasiado pequeña para empatizar con su profundo sentimiento de derrota.

El ajetreo en la habitación la obligó a despertar de madrugada, la cabeza le daba vueltas, no tuvo energías para incorporarse.

-Tu madre ha venido a dejar esto- murmuró la enfermera indicando un bolso a los pies de su cama. Le había sacado la vía venosa y se tocó la cara con cierta esperanza, pero la sonda de alimentación seguía en su lugar. Probablemente seguiría teniéndola mientras se negara a comer, aunque claro ¿quién querría comer en aquellas circunstancias?

Hizo un esfuerzo en alcanzar el bolso, se quedó viendo la ropa con la mente en blanco. No había usado más que pijamas en tantos días, ya no quiso imaginarse cómo se vería. Sintió deseos de llorar, pero la enfermera volvió a aparecer al otro lado de la cortina, y le ayudó a vestir las prendas que Anne había elegido.




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