-…Solo nosotros sabíamos de este lugar- murmuró apenada.
- creo que me confié demasiado- suspiró Keiji cabizbajo, seguramente con su triste expresión lo había dicho todo, aunque no hubiese reclamado nada más.
-…aun así no es tu culpa- musitó Umi apoyando la mano sobre su hombro, viendo que ahora ambos tenían el mismo semblante.
Esa tarde sintiéndose decepcionada apenas saludó a su madre y subió a su habitación para tirarse sobre la cama. El que por mucho tiempo había sido único lugar, mágico y secreto, ya no significaba nada.
Debió pasar algunos días sin ver a Keiji para que ese sentimiento comenzara a desvanecerse. Él había prometido encontrar un mejor lugar aunque ella ya supiera que era imposible.
Y aunque creyó haber sido lo suficientemente apática al responder su invitación a almorzar lo vió afuera de su salón cuando el timbre para el descanso sonó y sus compañeros huían con rapidez de la clase de matemáticas. Ella en cambio, no menos cansada y confundida, tardó en incorporarse. Primero lo vio saludar a Ryo, a quien había visto dormir hasta hace minutos atrás, no se atrevió a ver si le respondía.
- Muero por una lata de refresco- sonrió a su lado- acabamos de terminar la clase de deportes. ¿Trajiste algo preparado por tu madre?
-…cociné yo.
Cuando estuvieron afuera del edificio él se acercó a una máquina expendedora y compró con un par de latas de jugo.
- Creo que he perdido un poco el apetito- murmuró entregándole una.
- no deberías saltarte las comidas si luego vas a entrenar.
- bueno- respondió pensativo- el entrenador ha dicho que prefiere que nos concentremos en los exámenes de ingreso a la universidad. Y yo que prefiero no terminar aun el instituto- rió.
Hubiese dicho que deseaba lo mismo, pero se limitó a suspirar.
Caminaron por inercia en dirección a los jardines traseros, ante la evidente realidad que ya no podrían tener tanta tranquilidad.
-…¿Ya…ya pensaste en algún lugar?- suspiró.
- ¿en alguna universidad?…tal vez me oriente por el área de humanidades.
-…me refería al jardín.
- ah…bueno- se obligó a sonreír, aun sabiendo que su sentimiento era completamente lo opuesto. Ella volvió a suspirar-…Lo siento…
-…era un buen lugar para practicar sin tener que molestar a nadie- lo interrumpió- pero por lo demás…supongo que debería dejar de aislarme tanto de la gente.
Keiji la miró de reojos intentando procesar sus palabras.
-…aun así…quiero que tengas un lugar para ti- musitó apoyando una mano sobre su cabeza.
-…de todas formas no vienen muchos alumnos por estos lados.
- me encargaré de mantenerlos alejados cuando quieras hacerlo – bromeó, al fin sacándole una sonrisa.
Caminó bajo la sombra uno de los árboles sentándose en el césped, a su lado Keiji le recibió un par de bolas de arroz. Le hizo cumplidos por sus preparaciones, y el hecho que estuviera comiendo casi con normalidad. Él a su vez pareció más aliviado.
Supo que no era necesario seguir culpándolo, además, Keiji ya le había perdonado demasiados errores en el pasado.
Volviendo al salón justo antes de comenzar la clase de literatura tomó asiento notando que Ryo con sus audífonos seguía indiferente a la presencia de la recién llegada profesora, no se contuvo a hacerle un par de señas para evitar que fuera regañado. Deteniendo la música en su celular le dirigió una sutil mirada, que tal vez pudo interpretar como una señal de agradecimiento.
Esa tarde de ensayo lamentó lo inevitable de encontrar a Rin. Cuando la última clase acabó caminó a su casillero en busca de su flauta, procurando ahora más que nunca llegar justo a la hora.
Afortunadamente con la mayoría de los alumnos estaba en sus lugares, sin levantar la mirada acomodó las partituras sobre su atril, por cierto, había pasado una semana más de apenas haber practicado.
- ¿Creen que molestemos a alguien si escapamos de este lugar?- murmuró Jun entrando, el rostro de la mayoría de los alumnos se iluminó- los que prefieran pueden quedarse, claro.
Tardó en reaccionar, aun consciente que para ella no había nada más placentero que tocar rodeada de naturaleza. Tomó sus partituras y su flauta, y junto con unos cuantos alumnos de cursos inferiores, donde por suerte no estaba Rin, caminaron hacia los jardines.
Aliviada se sentó en una banca, y mucho más inspirada de lo que hubiese estado en el salón comenzó a tocar. A pesar de su falta de disciplina en su cabeza las notas estaban de memoria, sus dedos le seguían el ritmo, procuraba soplar con suavidad, conteniendo el aire, y ya al tercer o cuarto intento logrando una interpretación medianamente decente, aunque deseaba poder practicar también alguna de las canciones del cuaderno de su padre.
- Es mejor si te pones de pie- se acercó Jun apagando en el suelo una colilla de cigarrillo. Lo miró sorprendida, suponiendo que salir del salón sólo había sido una excusa-…Pero supongo que está bien.
-…gracias- asintió en un par de segundos.
- ¿Te sientes cómoda con esa melodía?
-…sí- respondió sin atreverse a levantar el rostro- aunque también me gustaría aprender a tocar…algunas otras cosas.
- qué…cosas- la miró suspicaz.
-…bueno, nada importante en realidad, sólo por…placer- se sintió avergonzar.
- me alegra oír a un estudiante decir que no toca sólo para competir.
Sonrió, queriendo recibir más cumplidos, pero otro de los alumnos se acercó, llevándose su completa atención.
En el salón Rin ya guardaba sus cosas, se aseguró que ella no notara que la había mirado. Como lo hacía siempre, esperó a que todos salieran y se acercó a Jun antes que se fuera.
- ¿Era de tu padre?- murmuró analizando aquel cuaderno de hojas amarillas con ese aroma a galletas de vainilla que ella acababa de presentarle.
- creo que él hizo esas adaptaciones.
- al parecer tocaba por diversión- sonrió complacido- es ideal para ti ¿ya has intentado tocar algo?
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Editado: 05.05.2025