Ligera y agridulce

Al final de cada viaje en la vida: Capítulo 7

Las tiendas de las principales calles comerciales ya estaban decoradas con los cálidos colores del otoño, sintió cierta nostalgia al recordar que pronto tendría que despedirse de su último verano como estudiante de preparatoria, mirando con un poco de envidia a los más jóvenes que paseaban despreocupados. Tras algunas vueltas pudo encontrar unas cuantas muestras de tela de algodón, el hilo que eligió de entre todos fue un morado con tintes magenta, por alguna razón le recordó un poco a Jun, que después de todo sabía no era tan terco y malvado como para darle uno que a ella no le gustara.

El anterior pañuelo tenía aun un par de manchas de sangre a pesar del lavado, convirtiéndolo en un trapo casi inservible ahora con unas escuálidas letras en cursiva escribiendo el nombre de “Junnie”, ciertamente demasiado empalagoso para tratarse de él. Pasando más de la mitad de la clase distraída, esa tarde salió del salón metiendo el nuevo pañuelo, el hilo y un juego de agujas en uno de los bolsillos de su bolso de almuerzo. Afuera el viento fresco, pero agradable, y las nubes, a lo lejos más oscuras, cubrían gran parte del sol, aun así prefirió buscar un lugar en los jardines, solitaria como prefería, después de todo Keiji seguro debía estar estudiando en la biblioteca y de Umi no había tenido muchas noticias más que mensajes escuetos en sus redes sociales...ciertamente, aunque no quisiera, tendría que acostumbrarse a estar otra vez sola.

Eran pocos los alumnos que paseaban más allá del edificio principal, ella caminó hasta el fondo donde sabía que no podría encontrar a nadie. Se quedó contemplado el cantar de la brisa meciendo las hojas, y observó con dificultad como el espacio de entrada del que antes había sido su jardín secreto estaba cubriéndose otra vez de enredaderas, seguro si continuaba así, pronto volvería a pasar desapercibido. Dudosa deslizó algunas finas ramas y bajó el par de peldaños, la mayoría de las macetas ahora tenían malezas, a excepción de aquellas con flores silvestres que lograron sobrevivir con poca ayuda aun dándole un ambiente alegre, así que decidió sentarse en la banca acomodando a su lado su pequeña porción de almuerzo. Comió recordando con cierta nostalgia los días en que había pasado lamentándose, ahora era esa Hotaru que volvía a disfrutar de la compañía de sí misma, tenía tantas ideas en que pensar que se veía lejana la posibilidad de sentirse otra vez así de deprimida.

Sorbió un poco de su té verde y se limpió las manos antes de tomar otra vez el suave pañuelo. Enhebró la aguja tras un par de intentos y se concentró en seguir la línea que antes había trazado a lápiz grafito.

“Junnie”, repitió mentalmente viendo su pañuelo a contra luz, ahora satisfecha, y aunque acababa de pensar que era un apodo un poco infantil para un hombre de su edad terminó aceptando que podía ser adorable. De seguro si su madre lo llamaba así debía ser bastante consentido, lamentablemente no tenía la confianza para averiguar un poco al respecto.

Casi era tiempo de regresar cuando guardó sus cosas, estiró los brazos y se quedó contemplando el jardín con una sensación agradable…tal vez algún día podría volver a considerar ese lugar como su jardín secreto.

Desde el día del accidente Mizuki no se había presentado a trabajar por lo que junto a Megumi habían tenido que cubrir las labores en la cocina. Se sorprendió ver esa tarde incluso a la señora Yamazaki apoyando y supervisando, aunque más bien en apariencia y actitud era una mujer de negocios. Tras saludarla con evidente alivio se quitó el delantal para delegarle los pendientes.

Las nuevas galletas, tal como había dicho Mizuki, estaban decoradas en tonos cálidos y forma de hojas de ginkgo y arce. Descubrió que nunca había visto esa época, una de sus menos favoritas, a través de esos colores ahora agradables. Megumi ya tenía preparado un glaseado de naranja, fresas y vainilla.

- Me gusta- asintió en voz baja.

- la mayoría de las decoraciones son ideas del Sr. Yamazaki, espero que también piense en nuevas ideas para Halloween.

- bueno…Mizuki dijo que el año pasado fue divertido.

- y como este año no podrá trabajar tendrás que apoyarnos- sonrió con entusiasmo.

Kouichi la saludó con una sonrisa al recibir una caja con los pedidos que debía repartir.

- ¿Te quedarás también para Halloween?

Tardó en responder, aun no se lo pedían de forma oficial.

- claro que lo hará- intervino la señora Sumire, obligándola a sonreír con resignación- Megumi y Kouichi estarán cargo, es un buen día para atraer clientes jóvenes.

- eso es porque somos jóvenes – intervino Megumi.

- bueno, me refería a los realmente jóvenes- bromeó- y espero que no nos abandonen cuando comiencen la universidad- se aproximó a quien evidentemente era su favorito.

- no lo haremos – asintió él.

Acabando de abrir una lata de té helado apoyó la espalda en su casillero.

- Mucho trabajo para hoy- murmuró Kouichi quedándose a su lado.

Lo miró de reojos.

- extraño un poco a Mizuki…pero espero que su herida mejore adecuadamente antes de volver.

- ¿eso significa que sí nos acompañarás en Halloween?

-…espero ser de utilidad.

- lo serás- asintió con una mirada tan seria y convincente que la hizo avergonzar.

Y por segundos incrementó el rubor en su rostro al pensar que lucía como Ryo. Se obligó a beber un nuevo sorbo.

- Por cierto- musitó- no agradecí que el otro día llevaras a Mizuki al hospital.

-…claro…no fue nada.

- en mi caso no hubiese podido tomar una decisión adecuada, supongo que sabes esas cosas gracias a tu madre.

En realidad no quiso admitir que lo había aprendido por su cuenta, dado que siempre estaba sola.

- espero que no dejes este trabajo cuando entres a la universidad, sin duda eres de mucha ayuda.

Suspiró por la nariz. De seguro incluso él debía estar suponiendo que querría convertirse en enfermera.




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