…Aunque antes de entrar al teatro se esforzó en caminar erguida y tal vez parecer sofisticada, para su sorpresa los asistentes lucían muy corrientes.
El escenario no estaba lejos, pero no lo suficientemente cerca como para poder distinguir el rostro de los músicos, así que debió esforzarse para entre ellos reconocer a Ken. Tal como en la fotografía era bastante alto, a pesar de su origen asiático, y de cabello oscuro a pesar de la edad. El corazón ya le estaba latiendo rápido cuando escuchó las primeras notas del saxofón, sus movimientos eran tan sutiles y naturales para incluso causarle placer, y aunque el carisma de sus compañeros era también envolvente ella sólo se pudo concentrar en él, hasta ahora siendo los mejores minutos de su vida.
Cuando la música acabó y las cortinas bajaron, de prisa se hizo paso entre los cientos de espectadores, y aunque la multitud fuera la mayoría en su contra se esforzó para alcanzar la zona de vestidores. Uno de los vigilantes indicó que debía alejarse, pero haciendo caso omiso comenzó a gritar el nombre de Ken, como si ya nada más importara.
Aunque uno de los hombres ya la tenía tomada de un abrazo, insistió casi con desesperación. Por una milésima de segundo su corazón estuvo a punto de detenerse al verlo otra vez aparecer, era él, su padre, con sus ojos oscuros y una expresión más severa de lo que imaginaba.
-…Qué sucede…- su voz ronca, pero con matices suaves le dejó una sensación agradable.
- ¡papá! ¡soy yo, tu hija!- exclamó sin importar que la frase sonora redundante- ¡te estaba buscando, quería conocerte!
El hombre frunció el ceño y tras suspirar por la nariz dio media vuelta.
Aunque ella quiso seguir gritando esta vez las palabras no salieron, el hombre que la tenía del brazo la obligó a salir, con el corazón roto y los ojos en lágrimas intentó llamarlo en un grito mudo...
Como si algo sobre su pecho intentara ahogarla dio un profundo suspiro. Debió esperar unos cuantos segundos hasta lograr regular su respiración. La garganta se le había apretado y no fue capaz de moverse, parpadeó un par de veces deseando de llorar y miró el techo rosa pálido de su habitación suspirando. Por suerte sólo había sido un mal sueño, aunque el rostro y los movimientos de su padre se habían visto reales en extremo.
Cuando al fin se pudo levantar, más temprano de lo habitual, se aseguró que las cartas siguieran en su bolso, y escondidos entre los demás discos estaban los vinilos, “Living Jazz, Luna de abril”, era una tan agradable coincidencia que fuera su mes de nacimiento, se lamentó una vez más por no poder escucharlos.
Como ya hace tiempo no lo hacía, caminó al instituto en compañía de Tomoki, quien por momentos la distrajo de su sueño mencionando animado que había obtenido un lugar como reserva en el equipo de basquetbol, aunque era de suma importancia que nadie en casa se enterara ya que era evidente que Seichiro temía a que se lesionara, ella, con una ligera sonrisa cómplice se comprometió a guardar el secreto. Suspiró aliviada ahora al separarse de él en la entrada…Entonces, así se sentía tener un hermano.
Saludó con una leve sonrisa a la única persona en el salón que le había dirigido la mirada y aunque intentó concentrarse la primera clase, de historia universal, fue demasiado aburrida como para que pudiera mantenerse atenta.
A penas sonar el timbre la mayoría de sus compañeros escapó, el resto se servía el almuerzo en el salón y un par revoloteaban persiguiéndose como de niños de primaria. Ella miró de reojos a un lado de su mesa aquel bolsito donde cargaba su comida, pero la intriga por no poder escuchar la música de Ken seguía matándola como para tener apetito. Dejó su mochila sobre la mesa con la intención de sacar otra vez su carta, pero entre su distracción y también la de aquel que tropezaba sobre ella, en un segundos todas sus pertenencias se desparramaron en el suelo, entre libros, cuadernos de apuntes y un par de toallas sanitarias.
El chico se disculpó, pero su atención ya estaba en otra parte. Se apresuró en recoger sus cosas viendo avergonzada que Ryo también se había inclinado para ayudarla. Alcanzó primero las toallitas para que él le entregara una de sus libretas y el par de cartas. Antes que volviera a sentarse notó en él una expresión compasiva que le obligó a soltar un leve suspiro.
-…Gracias.
Seguía mirándola, con unos ojos particularmente amables, ella incluso llegó a pensar que lucía como Kouichi y los músculos de su cara le obligaron a sonreírle. Por suerte, antes de descubrir que se arriesgaba a comenzar a quedar en evidencia prefirió escapar, y afuera del salón suspiró otro par de veces queriendo sacarse esa agradable imagen de la cabeza.
La puerta de la sala de maestros estaba abierta, pero no se atrevió a dar un paso más hasta que una de las profesoras le dirigió la mirada. Buscó el escritorio de Jun antes de mencionar que necesitaba preguntar algo.
Jun levantó la mirada desde la pantalla de su celular segundos antes que se le acercara.
- ¿Eso es para mi?- murmuró viendo las latas de té que acaba de comprar.
Le entregó una en silencio, resignada, viendo que ya bebía una botella de otro refresco, y pensó que no tenía una excusa para hablarle, más que aquello que le preocupaba. Mientras lo hacía él continuó con la mitad de su atención en sus tareas.
-…No, no tengo un reproductor de vinilos- la miró de reojos cuando ella dejó de hablar- suelen coleccionarse como reliquias, en la actualidad tenemos muchas otras opciones.
Suspiró por la nariz, ahora sin contenerse en expresar su hastío.
-…eso significa que tendré que seguir haciendo muchas horas extra en el trabajo o no podré escucharlos.
Jun tomó un sorbo y se quedó pensativo.
- tal vez no sea de mi incumbencia, pero si de verdad deseas escuchar esos discos conozco un lugar, donde con un poco de suerte el dueño te deje reproducirlos.
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Editado: 05.05.2025