Las respuestas de sus amigos a sus saludos navideños no se hicieron esperar, sabía que Keiji estaría con sus hermanas y que Umi acompañaría a su madre hasta el día de año nuevo, en cambio con Jun, al cual había dudado en hablarle se desilusionó por si quiera obtener respuesta.
Como se costumbraba cada fin de año, al comenzar la semana Anne le pidió encargarse al menos poner en orden su habitación.
Esa tarde, tras haberse librado de trabajar, decidió comenzar por su armario. Sin duda tenía un montón de prendas que ya no sabía si usaría.
Empezó probándose un par de vestidos veraniegos, faldas, blusas y sweateres convenciéndose que, aunque su rostro estaba un poco más relleno y su abdomen casi abultado, su ropa seguía quedándole. Llevaba varios meses comiendo casi con normalidad, tratando de ignorar la voz interior que le decía que hacerlo estaba mal, y resistiéndose a esa recurrente sensación de estar gorda. Después de tanto hablarlo con Mayumi era consciente que debería luchar contra ello de por vida, y por suerte, se había sentido casi todo el tiempo con el valor y fuerzas suficientes… Aunque era mejor no pensar en qué pasaría si en algún momento eso no sucedía.
Anne entró a su habitación sorprendiéndose por la cantidad de ropa desparramada.
- No me digas que quieres deshacerte de todo eso.
Se encogió de hombros.
- a pesar de todo aun me sigue quedando.
- ¿a pesar de todo?- sonrió incrédula- no me hagas arrepentir de haberte devuelto el espejo.
Suspiró volviendo su atención a la ropa, para con extremo cuidado guardarla otra vez en el armario.
- si tienes algo que no usarás sólo ponlo en alguna de las cajas que dejaré en el pasillo- murmuró antes de salir.
En la parte más profunda del armario, entre sus diarios y las cartas de Kenji, guardaba The Hearts of Jazz, esa revista, que se había transformado en uno de sus tesoros, y ahora, de manera casi descuidada, le fue imposible detenerse a mirar su fotografía, el único con rasgos asiáticos, y quiso imaginárselo como luciría en la actualidad, tal vez podría pedirle a John que le enviara una fotografía, claro, si en algún momento volvía a contactarla.
Por suerte, el ruido de Anne dejando un pesado baúl de madera en la entrada de su habitación le alertó lo suficientemente pronto como para darle el tiempo de dejar caer todas las demás cosas sobre la revista y así pasar desapercibida. Disimuló un suspiro antes de voltearse a verla.
Aquel baúl que su madre solía mantener con llaves, no por privacidad, si no más bien por su cuidado, contenía un sinfín de fotografías o cosas por el estilo. La mayoría fotos de ella con su atuendo del jardín infantil al cual había ido casi desde que tenía memoria, y las siguientes con el uniforme de la primaria para niñas, sonreía con naturalidad, y le pareció una imagen adorable, aun cuando algunas de sus compañeras ya la habían molestado durante mucho tiempo por ser, según ellas, en extremo antisocial y fea.
Pensativa se quedó viendo una nueva fotografía, donde una joven posaba con un atuendo veraniego con fecha de mil novecientos noventa y algo.
- Fue del verano antes de entrar a la universidad- agregó Anne- como recompensa mis hermanas me llevaron de vacaciones a Kamakura.
La miró con curiosidad, en muy pocas ocasiones las mencionaba.
-…¿Tenían una relación cercana?
Anne se quedó pensativa.
- supongo que fuimos cercanas hasta que decidí irme con Kenji y mis padres me obligaran a salir de la familia- suspiró resignada, aunque no parecía lamentarse- y es curioso que lo menciones, al parecer, de alguna u otra forma se han enterado de mi matrimonio con Seichiro y una de ellas ha intentado contactarme.
Ahora se sorprendió, seguro no era la única en pensar en lo acomodada que se había vuelto su vida al casarse con él. Se quedó esperando algún otro comentario, pero su madre sólo se limitó a volver a depositar el álbum en la caja y seguir ordenando.
Esa noche de año nuevo cenaron en familia y vieron los fuegos artificiales desde el segundo piso para irse pronto a la cama, para la mañana siguiente Anne estaba entusiasta de, esta vez juntas, poder visitar algún santuario.
Aun siendo día de descanso se despertó temprano gracias a los mensajes que había recibido de Keiji indicando que estaba junto a sus hermanas en los baños termales, ella pensó que aunque siempre reclamara en realidad no dejaban de mimarlo.
Menos entusiasta que su madre, aun en pijamas, notó que había dejado un paquete sobre la cama. Intentando adivinar su contenido se acercó desenvolviendo con cuidado aquel papel de seda para encontrarse con una suave tela teñida en tonos coral adornada con delicados patrones de alguna flor de nombre el cual desconocía.
- El año pasado el templo estaba repleto de chicas vistiendo yukata- se asomó en el umbral de la puerta. Ella la elevó antes sus ojos pensando en que era muy bonita para ser lo suficientemente digna para vestirla. Suspiró por la nariz- Aunque también está bien si no quieres usarla.
Al ver su expresión no pudo evitar compadecerse, y divisó su imagen en el espejo preguntándose si podría mejorar su apariencia con un poco de maquillaje…
El color coral hacía una buena combinación con el tono cálido de su piel, así que esta vez se alivió al descubrir que no le sentía tan mal usarla. Anne le ayudó con el obi, y para finalizar se amarró unos mechos de cabello en la nuca, y se puso brillo labial. Fue una sensación extraña, hace tiempo que no se veía tan bonita, por lo que, a diferencia de otras veces, ahora con satisfacción quiso evaluar su aspecto en cada reflejo.
Seichiro y Tomoki visitaron la tumba de Natsuko, ellas se dirigieron al templo más cercano. El aroma del incienso se mezclaba en el aire frío, pero no lo suficiente como para dejar de querer lucir su yukata, y se sintió aliviada que muchas jóvenes también llevaran una.
Recordó con nostalgia que un año atrás se había quedado deprimida en cama, por suerte ahora tenía ánimo de hacer todos los rituales propios, como una chica normal, así que cuando fue su turno de hacer sus deseos, pidió, entre otras cosas, seguir siendo inundada de ese sentimiento.
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Editado: 01.07.2025